El síndrome del intestino irritable (SII) más conocido como colon irritable, es un trastorno mucho más extendido de lo que puede parecer. “Una de cada 26 personas lo padece. En especial en mujeres, donde la prevalencia es de 1 de cada 11”, explica la nutricionista Usune Etxeberria, investigadora del Basque Culinary Center.
Más allá de algunos casos muy concretos, como puede ser una perforación accidental del intestino en una operación, no se conocen bien las causas que pueden provocarlo.
Los problemas de la dieta FODMAP
Los síntomas del colon irritable son dolor en el vientre junto a cambios en el ritmo intestinal, ya sea diarrea o estreñimiento. No hay medicamentos para curarlo y el tratamiento, en general, se limita a intentar paliar los síntomas.
La mitad de los pacientes no notan una mejora con las dietas más recomendadas para este trastorno
Los médicos pueden recomendar antidiarreicos o fármacos contra el estreñimiento. Como los medicamentos no se pueden generalizar se opta sobre todo por dietas que se considera más adecuadas para recuperar el ritmo intestinal.
- Una de las más extendidas en la dieta FODMAP, desarrollada por la Universidad Monash de Australia. Consiste en carbohidratos fermentables y eliminación en gran medida de frutas, verduras y frutos secos.
- También están las recomendaciones del Instituto Nacional de Salud británico (NICE), basado en la reducción de las porciones y el autoconocimiento de qué alimentos nos sientan mejor.
Son medidas paliativas no siempre efectivas. “Un 50% de los pacientes no notan mejores con estas dietas”, apunta Etxeberria. “Una hipótesis es por una mala absorción de los carbohidratos”. Por tanto, los pacientes acuden una y otra vez a los especialistas en busca de soluciones. Se calcula que la Sanidad se gasta unos 3.000 euros por paciente.
Una nueva dieta eficaz
“El intestino irritable tiene un impacto enorme en la vida diaria. Los que lo padecen lamentan la pérdida de libertad dado lo impredecible de los síntomas”, relata la nutricionista. Puede venir un “apretón” en cualquier momento, con lo embarazoso y molesto que puede resultar.
El Basque Culinary Center han puesto en marcha un estudio piloto basado en la reducción del almidón y la sacarosa (principalmente el azúcar de mesa). Es una dieta que ha de realizar un especialista, adaptada a cada persona y sus necesidades energéticas diarias.
El almidón está en la base de gran parte de los alimentos que consumimos para que nos proporcionen hidratos de carbono (harina, arroz y pasta). Por lo que no se pueden eliminar sin más. Se opta por ingredientes integrales, con más fibra, pasta y arroz hervidos, que pierden almidón.
Los resultados del estudio fueron muy prometedores: “Al cabo de un mes de seguir la dieta más del 85% señalaba una mejora en los síntomas”, explica Etxeberria.
Los posibles inconvenientes
“Los resultados parecen ser prometedores en la mejora de los síntomas y la calidad de vida de los pacientes con SII con diarrea”, añade la investigadora.
La dieta baja en azúcar y almidón redujo los síntomas y mejoró la calidad de vida de los voluntarios
El estudio se ha realizado en fase piloto y no se le puede dar una validación científica plena. En primer lugar porque no se ha continuado en el tiempo y no se sabe si son efectos a largo plazo.
En el segundo mes, después de recuperar la dieta habitual se les volvió a hacer a los pacientes un control. El resultado fue que “su situación era mejor que antes de seguir la dieta, pero volvían a subir los casos con síntomas”, apunta.
También reconoce que no ha habido un grupo de control para comparar los resultados. Podría ser que la sugestión haya influido en el buen efecto de la dieta. De todas formas, Etxeberria señala que “hay otros estudios que han aportado resultados parecidos”.
Por qué se produce el SII
Como hemos señalado al principio no se sabe aún con certeza las causas de este síndrome. Hay varias hipótesis, y es probable que la respuesta sea una combinación de varias. Por ejemplo se habla de
- Alteraciones en la microbiota (las bacterias intestinales).
- Se relaciona con personas que tienen mayor sensibilidad a los problemas de estómago o más estresadas.
- Puede haber también implicaciones genéticas.
- Un estudio ha relacionado el asma y las alergias alimentarias a los doce años con el posterior desarrollo de este trastorno.