Las inyecciones de bótox eliminan las arrugas de expresión.
Las inyecciones de toxina botulínica (bótox) para eliminar arrugas y rejuvenecer el rostro son uno de los tratamientos de estética más demandados hoy en día.
La toxina botulínica es una neurotoxina producida por la bacteria Clostridium botulinum, la misma que prolifera en los alimentos mal conservados y provoca intoxicaciones alimentarias. Aplicada en determinados puntos del rostro, bloquea la liberación de acetilcolina, un neurotransmisor clave para la contracción muscular. En realidad, lo que hace es paralizar el músculo de la cara donde se inyecta, evitando que se mueva de manera temporal (suele durar unos 6 meses). El bótox suaviza los gestos y expresiones que dependen de estos músculos y también las arrugas que originan. En estética la indicación principal es el entrecejo y la mitad superior del rostro, aunque esta técnica tiene otras aplicaciones terapéuticas.
Pero el bótox puede tener un efecto colateral insospechado. Un estudio de la Universidad de Irvine (California) sugiere que puede afectar a la forma en que el cerebro procesa las emociones. Sandra Jurado, investigadora del Instituto de Neurociencias de Alicante de la Universidad Miguel Hernández, analiza el problema en un artículo publicado The Conversation.
¿La toxina botulínica es segura?
El poder de las expresiones
Las expresiones del rostro transmiten un sinfín de emociones. Fruncir el ceño, una sonrisa o una mueca pueden reflejar felicidad, preocupación o enfado.
"Las expresiones faciales –especialmente las microexpresiones, que duran solo una fracción de segundo– pueden revelar emociones a nuestros interlocutores incluso antes de que sepamos conscientemente qué sentimos", apunta Sandra Jurado. Algunas personas no hace falta prácticamente ni que hablen porque la expresión de la cara las delata. Pero... ¿qué pasa si se reduce la capacidad de gesticular? ¿Podría ser un obstáculo para comunicarnos? Muy probablemente sí y prueba de ello fue la pandemia de Covid que nos obligó a llevar mascarilla durante mucho tiempo, lo que afectó a las interacciones sociales porque resultaba difícil saber si las personas que nos rodeaban estaban tristes o contentas.
¿Qué pasa si no podemos fruncir el ceño?
Investigadores de la Universidad de Irvine han estudiado como las inyecciones de bótox pueden afectar a lo que se conoce como "retroalimentación facial". De acuerdo con esta teoría, cuando vemos una cara feliz o enojada, contraemos o flexionamos músculos del rostro para recrear la expresión y ayudarnos a identificar la emoción reflejada.
Para comprobarlo, estudiaron a 10 mujeres entre 33 y 40 años a las que se les inyectó bótox en el músculo glabelar, el encargado de fruncir el ceño en la frente. Registraron su actividad cerebral antes y después de inyectar el bótox mientras observaban rostros con expresión de alegría, tristeza o enfado. Al analizar los resultados, vieron qua había cambios en la actividad de la zona del cerebro encargada de interpretar las emociones: la amígdala.
Los autores del estudio sugieren que restringir nuestras propias gesticulaciones, en este caso a causa del bótox, puede dificultar la retroalimentación facial. Y esto, sin duda, puede afectar a nuestras relaciones sociales. Si vemos a alguien preocupado o enfadado no podremos mostrar empatía, por ejemplo, frunciendo el ceño.
"La capacidad de leer correctamente los gestos de los demás es esencial para la comunicación y la interacción social efectivas. Hasta el punto de que los defectos en el reconocimiento de la expresión facial son considerados uno de los principales síntomas de los trastornos sociales, como el autismo", apunta la experta.