Los químicos del plástico actúan como disruptores endocrinos interfiriendo en la acción natural de tus hormonas, lo que aumenta el riesgo de alteraciones fisiológicas.
Y si hay un periodo de la vida en el que esos químicos pueden provocar un daño irreversible es durante el desarrollo del feto. Por eso hay que prestar especial atención a la etapa del embarazo y a los primeros años de vida del niño.
La evidencia científica es tal que sustancias como el bisfenol-A (un producto químico utilizado para fabricar plásticos) se ha dejado de usar en los biberones de los niños.
Países como Francia también lo han eliminado de los tickets de compra con el fin de proteger a las mujeres embarazadas (el colectivo de cajeras de supermercados es mayoritariamente femenino).
El bisfenol-A ha sido sustituido por otros químicos como el bisfenol-F (BPF). Sin embargo, parece que no están exentos de riesgos. Un nuevo estudio ha demostrado que el bisfenol-F podría disminuir el coeficiente intelectual del niño.
Los bisfenoles, en el punto de mira
Investigadores de las Universidades de Uppsala y Karlstad, en Suecia, han sido los descubridores de este hallazgo que pone nuevamente a la familia de los "bisfenoles" contra las cuerdas.
El estudio, que se ha publicado en la revista científica Environment International, ha demostrado que el bisfenol-F puede inducir cambios en un gen que es vital para el desarrollo neurológico.
El mecanismo podría explicar por qué la exposición a esta sustancia química durante la etapa fetal puede estar relacionada con un coeficiente intelectual más bajo a los 7 años de edad.
Los investigadores ya sospechaban que los plásticos pueden afectar a la inteligencia del niño, pero esta vez han ido más allá.
"Hemos demostrado anteriormente que el bisfenol-F puede estar relacionado con el desarrollo cognitivo de los niños. Sin embargo, con este estudio empezamos a comprender qué mecanismos biológicos pueden explicar tal vínculo", explica Carl Gustaf Bornehag, profesor y director de Ciencias de la Salud Pública de la Universidad de Karlstad.
Actualmente el bisfenol-F y el bisfenol-S (otro sustituto del bisfenol-A) se encuentran habitualmente en productos de uso cotidiano:
- Botellas y envases de plástico.
- Biberones.
- Dispositivos médicos y dentales.
Los químicos alteran los genes
¿Cómo es posible que los químicos del plástico acaben afectando al coeficiente intelectual del niño? Según han demostrado los investigadores suecos, el mecanismo sería el siguiente:
- Los factores externos –en este caso el bisfenol-F que se encuentra por ejemplo en envases de plástico– puede llegar a provocar cambios en la actividad genética a través de un mecanismo epigenético.
- Esto significa que los genes pueden llegar a modificarse mediante un proceso llamado "metilación".
- El aumento de la metilación en un segmento de ADN hace que sea más difícil para las células leer esa parte específica.
- Como consecuencia de ello, se acaba alterando la expresión de los genes metilados.
químicos y coeficiente intelectual
Para demostrar el mecanismo anterior, los científicos realizaron lo siguiente:
- Midieron los niveles de bisfenol-F en la orina de mujeres embarazadas en el primer trimestre y posteriormente monitorearon a sus hijos después del nacimiento.
No hay que olvidar que el feto entra en contacto con la sangre de la madre a través de la placenta, por lo que está expuesto a las mismas sustancias.
- Se midió la metilación del ADN en los niños a los siete años y se investigó su capacidad cognitiva.
- Los análisis demostraron que en los fetos expuestos a niveles más altos de bisfenol-F, la metilación aumentaba en una parte específica del gen GRIN2B, que tiene un papel neurológico clave.
- Además, una mayor metilación se asoció con un menor coeficiente intelectual, especialmente en los niños.
"El hecho de que hayamos sido capaces de identificar la metiliación del ADN como el mecanismo que vincula el efecto del bisfenol-F sobre el coeficiente intelectual ayuda a comprender cómo los químicos ambientales nos afectan", no duda en señalar Elin Engdahl, investigadora de la Universidad de Uppsala y principal autora del estudio.