Socialmente se nos clasifica (ya pasada la infancia) en jóvenes, adultos y ancianos. En el año 1982, la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento estableció que cumplir los 60 años implicaba entrar en la vejez, pero ese límite pasó a ser de 65 años, coincidiendo con la edad de jubilación que era habitual años atrás (y que, por cierto, cada vez se retrasa más en toda Europa).
Pero ¿qué tiene que decir la biología humana sobre esto? ¿Coinciden en los límites de edad que establece esa clasificación? Parece ser que no, porque la Ciencia nos da otra visión de cuándo dejamos una etapa y entramos en la siguiente. La respuesta está en unas proteínas que circulan por nuestro cuerpo a través del plasma sanguíneo (la parte líquida de la sangre, sin células).
Un reloj interno de proteínas determina nuestra edad
Esas proteínas forman uno de los llamados relojes fisiológicos que tenemos (hay varios y todos ellos reciben órdenes de uno central que se encuentra en el cerebro).
Ese reloj proteico está formado por 373 proteínas que nos informan de cuál es nuestra edad real, la biológica y no la marcada por la fecha de nacimiento. En realidad parecen ser más de 1.300 proteínas cuyosniveles varían significativamente con la edad, pero estudiar cómo se comportan esas más de 300 (basta una única gota de sangre para hacer ese análisis) ha sido suficiente para predecir la edad de las personas que participaron en los estudios llevados a cabo en la Universidad de Stanford, en California (Estados Unidos).
Los niveles de esas sustancias –que forman parte del llamado proteoma plasmático– permanecen constantes durante la niñez y la adolescencia pero, en cambio, pasada la tercera década de la vida se modifican, descienden.
¿Y por qué indican más o menos daño orgánico?Porque esas proteínas presentes en la sangre ejecutan las órdenes de todas las células del cuerpo. Los cambios en la cantidad de proteínas que hay reflejan el inicio, la parada o la modificación de diferentes procesos biológicos. Según la cantidad de proteínas que haya, esos procesos se harán con más eficacia (en la etapa joven) o con más lentitud (en la madurez avanzada).
Los cambios dependen de la genética y de los Hábitos
Otro gran descubrimiento de la Ciencia es que esas proteínascambian rápidamente en tres momentos concretos de nuestra vida, pero no son cambios uniformes. Es decir, no se producen siempre exactamente igual sino que varían en cada persona dependiendo de su genética (el capital de salud y la predisposición a mantenerla o a enfermar que haya heredado de sus padres y abuelos) y de su epigenética (los cambios en los genes, y por tanto en el organismo, generados por los hábitos que haya seguido con más constancia a lo largo de su vida).
Así pues, cada cambio marca la frontera entre tres etapas de la vida bien distintas:
La juventud acaba a los 34 años.Más de uno se llevará una grata sorpresa al saber que se le sigue considerando joven hasta esa edad y no solo hasta los 25. A los 34 años se produce el primer gran cambio en los niveles de ese reloj interno hecho a base de proteínas plasmáticas.
A los 60 años entramos en la madurez tardía, no en la vejez.¡Otra buena noticia! Aunque hay que aclarar que los cambios en esas proteínas son ahora m��s pronunciados y rápidos.
La vejez no llega a los 65, sino a los 78. El tercer gran cambio en esas proteínas sanguíneas se produce a los 78 años; y eso marca la tercera etapa de la vida: la vejez. El reajuste biológico que ocurre (por tener que adaptarse a la disminución de algunas de esas proteínas) afecta al funcionamiento general del organismo, que reacciona más lento y con más fallos.
Averiguar la edad real con un análisis
Los científicos pueden averiguar en qué fase nos encontramos. Analizar el plasma sanguíneo y la cantidad de proteínas predice la edad de nuestro organismo y el ritmo al que envejecen nuestros órganos. Eso seguramente dé pie a que en un futuro próximo se normalicen las pruebas que nos aporten esa información.
Con esa analítica algunos descubrirán que su cuerpo tiene menos edadde la que marca el DNI gracias a que los buenos hábitos de vida que han seguido han “cuidado” esas 373 proteínas de la longevidad. Al resto, les quedará eso de mantener un espíritu joven.