El proceso de deglución es un mecanismo coordinado de relajación y contracción de los músculos de la zona.
Si no detectamos una alteración que explique esa dificultad para tragar (obstrucción, falta de coordinación como secuela de un ictus, presencia de divertículos...) y el paciente tiene esa sensación, pensamos en un bolo psicógeno: algo me atenaza la garganta y no me deja tragar bien.
El origen de estas molestias suele estar en trastornos estresantes y emocionales que conllevan una mayor presión de esos músculos, como una contractura local, que impide la correcta relajación que debe existir para que el alimento pase.
Si eso es lo que te ocurre (además de intentar resolver la cuestión emocional), tu médico puede proponerte varias medidas, que van desde mejorar la textura de los alimentos con hidratación o espesantes, a “enseñarte” a masticar bien o tomar un fármaco que relaje el músculo del esófago para que no esté tan contraído.