Los primeros síntomas de un ictus pueden ser muy sutiles, aunque podemos sufrir previamente lo que se llama un “accidente isquémico transitorio”.
Los síntomas de este son muy parecidos a los de un ictus, con la diferencia de que desaparecen en menos de 30 minutos, pudiendo volver a aparecer, en la mayoría de los casos, en los siguientes 7 días, ya de forma permanente.
Los principales síntomas de alarma de un ictus son los siguientes:
- Pérdida de fuerza en cara, asimetría de la misma, desviación de la comisura bucal (boca).
- Pérdida de fuerza en brazos y piernas del mismo lado de forma súbita.
- Trastornos de sensibilidad en cara, brazo o pierna del mismo lado del cuerpo.
- Perdida súbita de visión, total o parcial, en uno o ambos ojos.
- Alteración repentina del habla, dificultad o imposibilidad de hablar, no poder hacer que los demás nos entiendan.
- Dolor de cabeza súbito sin antecedentes o de características o intensidad inhabitual sin causa aparente y que no cede con analgésicos habituales.
- Sensación de vértigo intenso: caídas bruscas, inestabilidad sin causa aparente y acompañados alguno de los síntomas anteriores.
Ante la presencia de estos síntomas conviene tranquilizarse y pedir ayuda al sistema de emergencias sanitarias siempre que podamos comunicarnos de forma clara. No hay que dejar pasar tiempo pensando que los síntomas van a desaparecer.
En caso de no poder comunicarnos claramente necesitaremos la ayuda de una segunda persona para que lo haga por nosotros.
Una vez que se produce un ictus hay un periodo de 4 horas y media (desde el inicio de los síntomas) para poder administrar un tratamiento farmacológico intravenoso, y de 6 horas en el hospital para poder extraer el trombo.
Cuanto antes se realice el diagnóstico y el tratamiento definitivo, más posibilidades tendremos de reducir total o mínimamente las secuelas y, por lo tanto, de aumentar la calidad de vida posterior al ictus.