Aunque a nosotros nos lo parezca, comer flores no es algo nuevo. Desde hace siglos diferentes culturas las usan para dar color, aroma y sabor a los platos.
Se conocen unas 55 especies comestibles. Las más empleadas son: pensamientos, jazmines, violetas, crisantemos, claveles, amapolas y rosas. Por lo general se consumen los pétalos (amapola), los pistilos (azafrán) o las flores completas (la de azahar).
Son ricas en vitaminas, minerales y fitonutrientes como los flavonoides, pero se consumen en tan poca cantidad que su aportación al plato acaba siendo decorativa y gustativa.
Hay que ser precavidos y consumir aquellas flores que hayan pasado los pertinentes controles sanitarios y vayan acompañadas de un etiquetado completo. La EFSA, que es la autoridad europea para la seguridad de los alimentos, establece claramente la cantidad máxima de insecticidas para las flores comestibles.