Era muy joven cuando me tocó afrontar el cáncer. Mi primer diagnóstico fue a los 20 años, y el segundo siete años después. Desde entonces tengo tres cumpleaños ¡¡¡y celebro dos!!!: el día que nací y la fecha de mis dos trasplantes de médula ósea, el 1 de diciembre (1995) y el 5 de diciembre (2002).
En la primera ocasión, una mañana de marzo de 1995, los médicos entraron en mi habitación de la Clínica Ruber de Madrid y le dijeron a mi madre: “Si su hija supera el fin de semana, podemos hablar de tratamiento”. Tenía el 98% de la médula dañada, pero superé el fin de semana, ¡y la quimio y la radioterapia funcionaron! Sí, el tratamiento funcionó.
decidí continuar con mi vida
El 7 de abril me dieron el alta; y el 8 celebraba no que cumplía 21 años, sino que había llegado a cumplirlos. Os podéis imaginar que fue una celebración con un significado muy muy especial.
Ahí comenzaba mi segunda vida, la que me habían regalado mi madre y mi hermano pequeño, César, que me había donado parte de su médula. Casi un milagro: el último en llegar, un niño buscado (éramos tres hermanas y mis padres querían tener un hijo) y resulta que era el único compatible conmigo... ¡En un 99 %!
- Los siguientes años intenté seguir con mi vida, y lo conseguí. Pero en 2002 llegó la recaída. Esta fue más dura que la primera vez, porque ya sabía por lo que tendría que pasar, porque es difícil superar un cáncer, así que dos...
Me enfadé con el universo entero, lloré mucho, pero a los pocos días me dije a mí misma que tenía que volver a luchar; y hacerlo sin miedos. Si había podido superarla una vez, podría una segunda. Y siendo la protagonista de mi vida, aunque tuviera cáncer.
"Me enfadé con el universo, lloré mucho, pero a los pocos días me dije que tenía que volver a luchar”
Mi lema era: “Lo que me duela, que me duela fuera de casa. Me va a doler igual”. Pero en el cine, paseando, o con amigos, la vida duele menos. Una de las cosas positivas de esta actitud es que como me veían tan activa siguieron llamándome para trabajos y eso me ayudó a sentirme viva y no pensar todo el tiempo en la enfermedad.
Buenos y malos momentos a la vez
He tenido el enorme privilegio de poder superar en dos ocasiones la leucemia linfoblástica aguda, y aunque parece imposible, muchas veces cuando me preguntan por momentos felices de mi vida, digo sin dudarlo que muchos de ellos han ocurrido durante la enfermedad. Porque cuando a uno le dicen que tiene cáncer y logra superar ese primer impacto, lo que le entran son muchas ganas de vivir.
“La enfermedad no puede impedir que nos sintamos protagonistas de nuestra vida”
¿Y cómo puede ser? Pues porque no hay nada como que te digan que tienes cáncer para que se despierte la profunda conciencia sobre nuestra vida y de repente empecemos a visualizar todo lo que no podemos hacer y queremos hacer. Y en vez de machacarnos con ello, se trata de transformar ese dolor en objetivos vitales y razones para vivir.
- Lo he comprobado también después, a lo largo de toda mi carrera trabajando junto a pacientes y supervivientes de cáncer, que es así. Somos capaces de estar y sentirnos llenos de vida.
La meta: que haya más supervivientes
Mi experiencia con el cáncer –una doble experiencia en realidad– me ha llevado a dedicar mi vida a intentar que cada vez seamos más los que sobrevivamos a esta enfermedad.
Por eso puse en marcha una Fundación. Por eso, y también como homenaje a todos aquellos que no lo han conseguido. Hoy llevo doce años dedicada en cuerpo y alma a concienciar sobre los hábitos de vida saludables para prevenir, pero también a financiar proyectos de investigación, y a llevar esperanza a quien está pasando la enfermedad con el ejemplo de tantos y tantos supervivientes.
Actualmente superan el cáncer alrededor de 100.000 personas cada año en España, y ya somos casi dos millones de supervivientes.
fundación sandra ibarra
- Esta Fundación nació hace 12 años para fomentar la prevención y la investigación de una enfermedad que nos incumbe a todos. En este tiempo ha financiado becas de investigación por valor de más de un millón y medio de euros.
- El final del tratamiento no supone el final de las secuelas; por eso, la Fundación trabaja también para que los supervivientes de cáncer tengan apoyo físico, psicológico, laboral y social.
- Puedes colaborar con la Fundación en fundacionsandraibarra.org