¿Por qué el frío puede provocar contracturas y dolor de cervicales?

Con el frío es más habitual sufrir contracturas y molestias en las cervicales porque los músculos tienden a encogerse como medida de protección ante las bajas temperaturas. Para prevenirlo es clave realizar estiramientos y no pasar mucho tiempo en la misma postura.

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Con el frío solemos ir por la calle adoptando posturas que sobrecargan la musculatura como elevar los hombros, encorvar la columna y agachar la cabeza.

Eva Mimbrero
Eva Mimbrero

Periodista especializada en salud

Las bajas temperaturas pueden provocar contracturas musculares, sobre todo en la zona alta de la espalda y el cuello. Y esto es así debido, en buena parte, a la respuesta innata que tiene nuestro organismo cuando siente frío.

¿Por qué se contraen los músculos cuando hace frío?

Cuando hace frío, el hipotálamo, el centro regulador de la temperatura corporal del cerebro, provoca una serie de mecanismos para mantener la temperatura corporal estable. Uno de esos mecanismos en dar la orden a los músculos de contraerse rápidamente.

Al encogernos, se reduce la superficie que está en contacto con el exterior haciendo que la sensación de frío sea menor, pero, para lograrlo, solemos elevar los hombros, encorvar la columna y agachar la cabeza, adoptando posturas forzadas que pueden acabar sobrecargando la musculatura.

"Con la llegada del frío intenso, nos encogemos y contraemos los músculos de la espalda, y muy especialmente los que están en torno al cuello", puntualiza el fisioterapeuta Pablo Delgado de la Serna.

Cómo afectan el frío y las malas posturas a las cervicales

Las posturas mantenidas en el tiempo (ya sea trabajando frente al ordenador o viendo la televisión), aumentan aún más el riesgo de que las cervicales se acaben contracturando en invierno.

"Si a las bajas temperaturas añadimos el pasar muchas horas en una misma posición, que además no suele ser la más saludable, es más que probable que suframos contracturas y se generen lo que conocemos como 'nudos'", explica el fisioterapeuta.

El dolor que generan "puede extenderse mucho más allá del cuello y afectar a los brazos o, incluso, provocar cefaleas", añade.

estiramientos para evitar las contracturas

¿Qué puedes hacer para evitar que tus cervicales se quejen si tu trabajo te obliga a pasar muchas horas en la misma posición y, además, hace frío? Para Delgado de la Serna, lo mejor para combatir las contracturas y la molestias que provocan es la prevención.

"Hay que ser más conscientes de nuestra postura y realizar estiramientos de cuello y brazos a diario", aconseja el experto. Hacer pequeños parones durante la jornada de unos minutos para estirarte y movilizar la musculatura es una buena manera de que no se agarrote.

Levantarte siempre que puedas es otra forma de reducir tu riesgo de contracturas. Por ejemplo, si tienes que llamar por teléfono, aprovecha para hablar de pie o caminando. Y si haces una pausa para comer, dedica unos minutos a dar un paseo.

Aplicar calor local alivia las contracturas

Si el dolor ya ha aparecido, no debes resignarte a sufrirlo sin más. "Debemos tener en cuenta que el dolor de espalda, ya sea puntual o crónico, se puede tratar, y que la medicación no es la única solución posible", apunta Delgado de la Serna.

El reposo absoluto, por lo general, está desaconsejado porque acaba debilitando más la musculatura

Como herramientas para tratarlo, el experto aconseja acudir a un fisioterapeuta para establecer un plan de actuación y, también, "la terapia de calor que, en invierno, además, es especialmente agradable", remarca.

El calor local dilata los vasos sanguíneos, y esto aumenta el flujo de la sangre. Gracias a ello el oxígeno y los nutrientes llegan mejor a los músculos. Y, además, las sustancias de desecho se eliminan más rápidamente.

Todo ello hace que "la reparación fisiológica de los tejidos dañados se acelere", remarca el experto.

Otro de los efectos destacados del calor es que actúa relajando la musculatura, y esto contribuye a aliviar tanto el dolor como la rigidez típicos de las contracturas.

Puedes aplicarlo de varias maneras: mediante esterillas eléctricas o usando saquitos de legumbres o semillas (o bolsas con un gel azul) que se calientan en el microondas, por ejemplo. Otra opción son los parches de calor que se venden en las farmacias, que lo liberan durante horas de forma constante.