Si estás nervioso, triste, si te aburres... En muchas de estas situaciones la comida está presente, lo que nos demuestra que no siempre comemos con hambre, sino que lo hacemos por impulso, sin escuchar a nuestro cuerpo para saber si lo hacemos porque de verdad tenemos hambre o por intentar llenar otros vacíos que son más psicológicos que de estómago.
Qué tipos de hambre hay
Podemos distinguir varios tipos de hambre:
- Hambre de los sentidos. Es la que te entra al oler o ver un pastel, por ejemplo.
- Hambre física. Es el hambre más real, la que surge cuando nos lo pide nuestro organismo por falta de nutrientes.
- Hambre celular. Es el hambre que nos lleva a buscar un alimento específico, por ejemplo un caldo cuando estamos enfermos.
- Hambre emocional. Es aquella que tiene que ver más con nuestro estado de ánimo que con el estómago.
Ejemplos de hambre emocional
Puede haberte pasado que llegas a casa cansado, estresado, malhumorado y con ganas de comerte todas las galletas del mundo. Ese es el hambre emocional. Te estás engañando pensando que lo necesitas. O peor aún, pensando que es la solución a esos problemas.
Otro ejemplo significativo es el de la persona que apenas dedica tiempo a comer y lo trata como un trámite, una obligación física, sin pararse a analizar qué está comiendo, qué cantidad o por qué lo está comiendo.
“Muchas dietas fracasan precisamente porque no van al fondo de la cuestión y no tratan el hambre emocional”, explica la nutricionista Mercedes Piñeiro, que ha sido pionera en nuestro país en aplicar la teoría del mindfulnes a la alimentación como una manera de solucionar el problema.
Cómo saber si tu hambre es real o emocional
- Intenta recordar tu última comida. No en general, sino detalles. Si era la tostada de la mañana, ¿estaba bien tostada?, ¿cómo sabía? Si no puedes es que no la estabas disfrutando de verdad. No te extrañe que poco después quisieras otra tostada como si nunca hubieras comido la primera.
- Analiza qué te pasa cuando vas a comer. Escucha a tu cuerpo. ¿De verdad tienes hambre? Si es así ¿por qué no lo sacia una manzana y necesitas que sea un trozo grande de pastel? Si esa ansia la provocan otras preocupaciones, no se arreglará comiendo. Al contrario, entras en un círculo vicioso en el que cada vez estás más descontento contigo mismo.
- Vuelve a tus orígenes. En ocasiones nuestra educación en la mesa no ha sido buena. Una joven descubrió que comía demasiado rápido y era porque sus padres se peleaban a menudo y la hora de la comida siempre fue un momento tenso y desagradable para ella.
Concentrarte en la comida para controlar el hambre emocional
Muchas personas no tienen una buena relación con la comida y la utilizan como vehículo para canalizar sus emociones. El mindfulness o concentración plena ayuda a reconectar nuestro cuerpo con la alimentación y a descubrir si de verdad necesitamos ese alimento que tanta ansia nos provoca.
“El mindfulnes no es una moda pasajera, tiene una amplia base científica. Se trata de ser plenamente consciente del presente y no hacer las cosas con el piloto automático. Si comes, come”, resume la nutricionista.
El objetivo es que haciendo consciente el acto de comer se vuelva a convertir en una experiencia saludable, alegre y que se disfrute por sí misma, no por su cantidad.
Consejos para comer de forma consciente
- Da al menos tres bocados conscientes. Presta una atención más plena a lo que comes. Recréate en la textura, el olor y el sabor. Lo ideal sería que fuera toda la comida, pero al menos dedícale tiempo a los tres primeros bocados. Mastícalos bien y disfruta.
- Párate a escuchar a tu cuerpo. No pases de un plato a otro sin más. A veces hay que dejar que el cuerpo descanse y que nos diga si ya tiene bastante comida. Comiendo despacio también es la manera en que nuestro estómago calibre mejor si ya se está lleno.
- Ni televisión, ni libro, ni móvil. Deja de lado todas las distracciones y concéntrate en la comida. Eso no quita que no puedas tener una conversación. La relación con los otros también nos nutre el espíritu. Incluso no es mala idea hablar de la comida, así también el sentido del oído se une a los otros al disfrutar del plato.
Qué hábitos te hacen comer mal
En suma se trata de modificar nuestros hábitos y plantearnos otra forma de relacionarnos con el entorno que nos rodea. Es obvio que la sociedad actual no ayuda.
En Estados Unidos, por ejemplo, han llegado a crear unas tazas de desayuno con un soporte para el móvil, para que lo puedas ir viendo mientras comes. Y el ritmo de nuestra sociedad hace cada vez más difícil sentarse a disfrutar bien la comida.
Pese a todo, hay muchas cosas que podemos frenar. Por ejemplo, diciendo no a esos platos de restaurantes donde te ponen 250 gramos de carne, y no acompañarla con bebidas azucaradas a cualquier hora. La suma de todo nos hará descubrir una nueva forma de entender nuestra alimentación.
Sé paciente. Como todo, al principio cuesta. No es fácil cambiar de hábitos. Pero ten la seguridad de que obrando así, es seguro que apreciarás más los platos, sobre todo los que más te convienen, y tú cuerpo notará la diferencia.