Todos sabemos que la radiación es peligrosa, pero eso no implica que debamos evitar las radiografías u otras pruebas radiodiagnósticas. La mayoría de estos exámenes médicos tiene un nivel bajo de radiación, el problema es que la radiación es acumulativa y, por lo tanto, conviene realizarlos sólo cuando son necesarios para diagnosticar una enfermedad.
Por otro lado, existen normas de la Unión Europea para proteger a la población de los riesgos de la exposición a la radiación que obligan, desde hace años, a justificar y optimizar las pruebas radiológicas a las que nos sometemos y a que estén detalladas en nuestro historial médico (indicando la dosis de radiación que hemos recibido en cada una de ellas para que se pueda detectar cuándo hay un exceso de radiación).
¿Qué consecuencias tienen las radiografías para la salud?
Las pruebas radiodiagnósticas emiten las llamadas radiaciones ionizantes. Pero en la vida diaria todos estamos constantemente expuestos a la radiación de otras fuentes, desde el gas radón hasta la radiación cósmica, procedente del espacio exterior. Es lo que se conoce como exposición a la radiación de fondo o natural.
El daño que causa la radiación depende de la dosis recibida y de la sensibilidad de los diferentes órganos y tejidos.
Cuando la dosis de radiación es muy alta puede tener graves efectos para la salud, tales como quemaduras cutáneas o síndrome de irradiación aguda. Esto puede suceder, por ejemplo, cuando hay un accidente nuclear como sucedió en Chernóbil o Fukushima.
Si la dosis es baja o la exposición a ella tiene lugar durante un periodo largo, como sucede con las radiografías u otras pruebas radiodiagnósticas, el riesgo es mucho menor. El daño en las células que pueda provocar generalmente se reparará mediante procesos normales. Sin embargo, sigue existiendo un riesgo de efectos a largo plazo y, a más radiación, mayor será la probabilidad de que pueda ocurrir.
Diferentes investigaciones han demostrado que la exposición a radiaciones ionizantes aumenta las posibilidades de desarrollar un cáncer y leucemia. Y que los niños y las personas por debajo de 30 años tienen un riesgo más alto, por lo que en estos casos se deben extremar las precauciones.
"Cuanto mayor es una persona menos probabilidad hay de que viva lo suficiente como para sufrir un cáncer 30-35 años después como consecuencia de estas radiaciones", afirma el Dr. Ángel Morales, miembro de la Fundación Española de Radiología y jefe clínico del Servicio de Radiología del Hospital Universitario Donostia.
¿El riesgo es el mismo en todas las pruebas radiodiagnósticas?
La cantidad de radiación a la que nos exponemos varía en función del tipo de prueba y de la zona del cuerpo en la que se realiza. "Un TAC (tomografía axial computarizada), por ejemplo, es equivalente a 500 radiografías de tórax", asegura el Dr. Morales.
La radiación de un TAC es similar a la de 500 radiografías de tórax
- Las pruebas en las que la radiación es más alta son elTAC y la radiología intervencionista (por ejemplo, procedimientos mediante un catéter guiado por imágenes, como una angiografía).
¿Qué radiación tiene una radiografía y otras pruebas?
La cantidad de radiación se mide en milisievert (mSv), pero si te damos en esta unidad de medida la dosis que supone cada prueba radiológica, seguro que no te dice nada.
En cambio, te harás una idea mucho más clara si la comparamos con la radiación de fondo que recibes a diario.
Una radiografía de un pie te expone a la misma radiación que recibes normalmente en 3 horas
Estas son las equivalencias aproximadas de las pruebas más habituales en adultos según la Sociedad Radiológica de Norteamérica:
- Radiografía de una extremidad: 0,001 mSv, comparable a la radiación natural de fondo a la que te expones habitualmente durante 3 horas.
- Radiografía dental (intraoral): 0,005 mSv, igual a la radiación de fondo durante 1 día.
- Radiografía de tórax: 0,1 mSv, radiación de fondo durante 10 días.
- Radiografía de columna: 1,5 mSv, radiación de fondo durante 6 meses.
- Mamografía: 0,4 mSv, radiación de fondo durante 7 semanas.
- Densitometría ósea: 0,001 mSv, radiación de fondo durante 3 horas.
- TAC de cabeza: 2 mSv, radiación de fondo durante 8 meses.
- TAC de columna: 6 mSv, radiación de fondo durante 2 años.
- TAC de abdomen y pelvis: 10 mSv, radiación de fondo durante 3 años.
Las radiografías a menudo no son necesarias
Existen estudios en varios países que han alertado de que el 20-30% de las pruebas que se realizan son innecesarias, no justificadas o tienen un bajo rendimiento diagnóstico.
Entre un 20 y un 30% de las que se hacen, no son del todo útiles
Sin embargo, "a veces el médico se siente presionado por algunos pacientes, que consideran que si no se les hace una radiografía u otra prueba de este tipo no se les ha visitado adecuadamente", explica el Dr. Morales.
Y pone un ejemplo: "En el caso de una lumbalgia, no está recomendado hacer una radiografía, a menos que exista un riesgo determinado, fiebre, antecedentes o que el tratamiento no haya sido efectivo cuatro semanas después".
¿Cuántas radiografías se pueden hacer en la vida?
No hay unos límites sobre cuántas pruebas se pueden hacer al año o cuánto tiempo hay que dejar pasar entre una y otra: "El médico es quien debe valorar si son necesarias o no. Si está en juego la supervivencia o el empeoramiento del paciente, se harán las pruebas que hagan falta", indica el especialista.
Los profesionales aplican los siguientes principios de radioprotección:
- Justificación. No radiar si no está justificado, si no existe una sospecha fundamentada, por ejemplo en el caso de una neumonía. En este sentido, el doctor Morales nos cuenta que ahora se está siendo más riguroso en evitar exposiciones a personas asintomáticas, como es el caso de los controles de mama o de los menores no acompañados en los que un juez pide determinar la edad a través de una radiografía.
Los nuevos aparatos permiten controlar la dosis de radiación
- Optimización. Radiar a la dosis más baja posible sin que reste eficacia a la prueba.
- Control de dosis. En este punto, el doctor Morales advierte de que las máquinas más antiguas no están preparadas para registrar la dosis de radiación y enviarla a la historia clínica del paciente, como exige la directiva europea.
Cuando te hacen una de estas pruebas en una parte del cuerpo, la radiación se dispersa a la zona de alrededor. Por este motivo, según el doctor Morales, siempre que se pueda y no dificulte el resultado de la prueba se debe poner un protector plomado en la zona más próxima.
"Es una práctica habitual y está estandarizada. Por ejemplo, al hacer una radiografía bucal se suele poner un protector en el cuello para proteger la tiroides", explica Morales. El radiólogo valorará si es conveniente, ya que en algunos casos puede entorpecer la prueba y afectar a la calidad de la misma.