El trasplante de médula ósea es un proceso largo, que requiere de mucha constancia por parte del paciente. Pero afortunadamente gracias a él pueden curarse un gran número de enfermedades relacionadas con la fabricación de la sangre.
¿Pero en qué consiste este trasplante y qué cuidados debe seguir la persona que lo recibe? La doctora Montserrat Rovira, responsable clínica del Programa de Trasplante de Progenitores Hematopoyéticos (TPH) del Instituto Clínic de Enfermedades Hematológicas y Oncológicas (ICMHO) nos lo cuenta.
Así se hace el trasplante de médula
Una vez se ha encontrado el mejor donante, el paciente ingresa en una unidad especial de hematología entre 7 y 8 días antes de la fecha en que está previsto el trasplante de médula ósea (conocido también como de células madre hematopoyéticas).
- Durante esos días se lleva a cabo lo que se conoce como fase de acondicionamiento, que consiste en dar al paciente quimioterapia, con o sin radioterapia en función de la enfermedad a tratar, “para eliminar la médula enferma y hacer sitio a la nueva”, nos explica la doctora.
El día que llegan las células del donante, se administran directamente a la sangre por un catéter.“Estas células son muy listas, y acaban colocándose en el lugar en el que les has hecho sitio”, aclara la hematóloga. Un proceso que, como norma general, puede tardar entre dos y tres semanas.
- Una vez en el sitio correcto, la médula empieza a crecer de nuevo. Pero mientras no funciona el paciente no puede fabricar sangre, por lo que hay que hacerle transfusiones. También pueden aparecer síntomas como fiebre, náuseas, cansancio, vómitos… debidos a la quimioterapia previa y a un sistema inmunológico que está muy debilitado.
- A medida que la nueva médula crece, el paciente va encontrándose cada vez mejor, y normalmente puede irse a casa entre 4 y 6 semanas después del ingreso.
cómo se cuida el trasplantado en casa
Tras el trasplante hay que llevar a cabo unos cuidados especiales durante aproximadamente un año: es el tiempo que se tarda en que la médula nueva y el paciente se identifiquen como una sola entidad.
- “En los otros trasplantes (de hígado, de pulmón, de corazón…) el órgano trasplantado nunca se identifica como propio, y el paciente debe tomar toda la vida fármacos inmunosupresores. Pero en el caso de la médula ósea, no”, apunta la hematóloga.
El paciente debe ser muy disciplinado en sus cuidados, sobre todo durante los seis primeros meses
- “Los seis primeros meses después del trasplante son especialmente delicados porque la médula nueva es como si fuera la de un recién nacido: no tiene ningún tipo de memoria inmunológica”, remarca la doctora Rovira.
Por eso, mientras todo el proceso culmina, la persona trasplantada tiene que seguir una serie de medidas para evitar posibles infecciones. Además de cumplir con la medicación prescrita y acudir a todas la visitas de control, que son muy frecuentes, debe tener muy en cuenta lo siguiente:
- Siempre hay que cocinar los alimentos (no puede comer nada crudo, incluyendo quesos frescos o yogur). La única excepción es la fruta, que puede tomar cruda pero siempre después de lavarla y pelarla. En cuanto a la verdura, deben comerla siempre lavada y cocida.
- Es mejor no añadir especies a las comidas, porque "pueden estar contaminadas por hongos", nos explica la experta.
- Hay que beber mucho líquido, un mínimo de dos litros de agua (siempre embotellada) al día.
- No se debe fumar ni tampoco beber alcohol.
- Hacer ejercicio físico también es muy importante para recuperarse mejor tras el trasplante. La doctora Rovira aconseja salir a caminar cada día, y desde la Fundación Josep Carreras recomiendan también ir en bicicleta.
- Se debe evitar, en la medida de lo posible, el contacto con personas que estén acatarradas o presenten algún otro tipo de infección de fácil contagio. Y hay que tomarse la temperatura dos veces al día.
trasplante autólogo o de células propias
Aunque lo pueda parecer por su nombre, no es exactamente un trasplante porque se extraen células de la médula ósea del propio paciente. La doctora Rovira nos explica en qué consiste:
- Se utiliza para poder administrar quimioterapias a dosis muy altas cuando es necesario, para que su toxicidad sea más corta.
- Antes de someter al paciente a quimioterapia extraes, congelas y guardas las células de su médula ósea, y tras la quimioterapia se las vuelves a inyectar. Con esto consigues que se recupere antes, al salvarlo con sus propias células hematopoyéticas de la alta toxicidad del tratamiento.