Es una alteración en la que los ruidos cotidianos poco intensos se convierten en intolerables y provocan reacciones airadas.
Se estima que cerca de un 20% de la población sufre misofonía (en mayor o menor grado) y que al 6% le afecta significativamente en su día a día.
Ocurre cuando ruidos cotidianos poco intensos, a los que normalmente no damos ninguna importancia, se convierten en intolerables y provocan reacciones airadas. Te explicamos en qué consiste y cómo afrontarlo.
¿Qué es la misofonía?
La misofonía es un trastorno que se caracteriza por una baja tolerancia a determinados sonidos (o incluso a estímulos visuales u olfativos relacionados que ese sonido), normalmente asociados con la vida diaria, como masticar o bostezar.
- El término misofonía proviene de las palabras griegas “misos” (odio) y “phōnía” (sonido).
Al percibir estos sonidos o estímulos, la persona manifiesta fuertes reacciones que pueden incluir ira, malestar general, ansiedad y conductas de evitación y escape.
Tal como indica un estudio que ha evaluado la evidencia disponible actualmente sobre la misofonía, se trata de trastorno neurofisiológico y conductual y no existe consenso acerca de si es un trastorno auditivo o psiquiátrico.
- La principal razón para no considerarlo únicamente un trastorno auditivo es que puede darse tanto en personas con una audición normal, como en otras con hipoacusia (cuando los sonidos se perciben a un volumen mucho más alto del real) o con alguna patología auditiva.
- Además, los estímulos que desencadenan la misofonía indican que es poco probable que los síntomas sean causados por una alteración del sistema auditivo.
¿Qué ruidos son los que más molestan a una persona con misofonía?
No todos los ruidos resultan insoportables para las personas que sufren misofonía. Estos suelen cumplir una serie de características muy concretas:
- Generalmente son sonidos realizados por otras personas durante actividades cotidianas.
- Oír el ruido que hacen otros al masticar, sonarse, toser e, incluso, simplemente respirar produce una alteración involuntaria e incontrolable a la persona que sufre misofonía.
- Al principio, la reacción puede producirse ante un sonido concreto, pero con el tiempo se pueden ir haciendo molestos también otros ruidos.
Escuchar a alguien masticar o respirar llega a resultar muy molesto
- No tienen por qué tener una intensidad elevada. Es decir, no hace falta que el sonido proceda de una persona especialmente ruidosa al masticar o que tenga problemas respiratorios tipo asma.
- Las demás personas que hay alrededor ni siquiera perciben esos mismos sonidos o, si los oyen, no los consideran especialmente molestos.
- Aunque con menor frecuencia, también pueden causar serias molestias otros ruidos no producidos por personas, como crujidos o el sonido de la lluvia.
¿Qué reacciones provoca la misofonía?
La misofonía es un trastorno que puede afectar a la calidad de vida y la estabilidad emocional de quien la sufre, así como a su entorno.
- Los afectados pueden sufrir la incomprensión de las personas que les rodean, que consideran que esa intolerancia se debe a simples manías o un exceso de sensibilidad.
El ruido puede llegar a exasperar, irritar, enfurecer y sacar de sus casillas a la persona afectada, que se ve incapaz de dejar de prestar atención al sonido que la altera.
Se trata normalmente de ruidos muy habituales y cotidianos, de los que es difícil "refugiarse", y la persona puede sufrier reacciones tanto físicas como emocionales:
- Cambios de humor.
- Ansiedad.
- Aumento del ritmo cardiaco.
- Dolor físico.
- Dificultad para respirar.
- Sudoración.
- Ataques de ira.
- Necesidad de huir.
- Aislamiento social.
- Depresión.
- Comportamientos de evitación.
¿Qué hay detrás de la misofonía?
Tradicionalmente se ha considerado que la aversión a un determinado ruido está asociada a una experiencia traumática vivida por la persona y eso explicaría que desencadenara este tipo de reacciones. Sin embargo, las causas exactas de la misofonía y las características relacionadas con su evolución todavía se desconocen.
- Diversos estudios han descartado el trauma como explicación de la aparición de la misofonía.
Algunos autores han estudiado la posibilidad de que haya una predisposición genética a sufrir este trastorno. En este sentido, se cree que el trastorno de personalidad obsesivo-compulsivo (TOC) podría predisponer a desarrollar misofonía, ya que ambos trastornos se dan con mucha frecuencia de forma simultanea y que se cree que el TOC podría estar genéticamente predispuesto. Sin embargo, todavía no hay datos suficientes para afirmarlo con seguridad.
Se pensaba que se debía a alguna experiencia traumática
Por otro lado, se ha propuesto que las reacciones causadas por la misofonía podrían deberse a una alteración del sistema límbico (unas estructuras que controlan las emociones y el comportamiento) y del sistema nervioso autónomo. Los estudios que lo han investigado, no obstante, indican que no existe un deterioro funcional permanente sino una respuesta exagerada a un estímulo específico.
También se cree que el aprendizaje podría explicar en parte los síntomas emocionales y conductuales de la misofonía. Es decir, que se trataría de un proceso en el que existe un estímulo neutro (por ejemplo, el ruido de masticación) que, tras ser asociado a un estímulo aversivo, desencadena una respuesta incondicionada (ira, irritación, etc.).
- La respuesta emocional y fisiológica resulta de la activación del sistema nervioso límbico y autónomo y produce reacciones irracionales al estímulo y la evitación del sonido acaba reforzando la respuesta irracional y empeorando la sintomatología.
Dicho de otro modo, la persona aprende a responder de una manera desproporcionada a un estímulo determinado.
Cómo se controla la misofonía
Aunque todavía no hay un tratamiento para la misofonía, existen diferentes técnicas y medidas que pueden ayudar a convivir con este trastorno y evitar que acabe afectando a la calidad de vida, la estabilidad emocional y las relaciones familiares y sociales:
- Las terapias tipo cognitivo-conductual ayudan a mejorar la tolerancia a estos ruidos y a aprender a controlar las reacciones emocionales que provocan.
- Practicar técnicas de relajación, como meditación o yoga, contribuye a combatir el estrés y la ansiedad derivados del trastorno.
- El uso de tapones para los oídos en las situaciones en las que se producen esos sonidos, por ejemplo a la hora de comer, reduce las molestias.
- Limitar el consumo de alcohol, cafeína y sustancias excitantes es otra de las recomendaciones.