Las enfermedades cardiovasculares son la primera causa de muerte en mundo. Obesidad, sedentarismo, mala alimentación, tabaco o estrés son factores de riesgo conocidos pero también hay otros que pueden incrementarlo. Uno de esos factores es la exposición a metales pesados: plomo, cadmio, arsénico, mercurio o cerio, entre otros. Metales que se pueden encontrar en los alimentos que consumimos o en el aire que respiramos.
Los metales pesados son elementos químicos que pueden ser tóxicos para el cuerpo humano en concentraciones elevadas. Algunos alimentos de consumo habitual pueden acumular cantidades significativas de metales pesados debido a la contaminación del suelo, el agua o la atmósfera.
Cuando hablamos de alimentos que contienen metales pesados pensamos enseguida en los pescados azules grandes ya que son los que acumulan más mercurio. El pez espada, el atún, el mero o el tiburón son algunos de los más conocidos. El mercurio puede causar daño neurológico y otros problemas de salud si se consume en exceso. Pero hay otros alimentos que son de consumo muy habitual y que también acumulan metales pesados. Veamos cuáles son y qué riesgos comportan.
Verduras de hoja verde
Algunas verduras de hojas verdes, como las espinacas y las acelgas, pueden acumular cantidades moderadas de metales pesados en sus tejidos como el cadmio y el plomo.
El plomo puede acumularse en el suelo procedente de fuentes como la pintura vieja con plomo, tuberías de plomo y emisiones industriales. Las verduras de hojas verdes pueden absorber pequeñas cantidades de plomo del suelo a través de sus raíces.
El cadmio es un metal pesado que se encuentra en algunos fertilizantes y puede ser absorbido por las plantas, incluidas las verduras de hojas verdes, a través de las raíces.
Para reducir la exposición a estos metales pesados, lava cuidadosamente las verduras de hojas verdes antes de consumirlas para eliminar cualquier residuo de suelo. Y pélalas siempre que sea posible.
En general, es importante tener en cuenta que la cantidad de metales pesados que pueden acumularse en las verduras de hojas verdes es generalmente baja y no representa un riesgo significativo para la salud en una dieta equilibrada y variada.
Chocolate
El chocolate negro es un alimento con propiedades saludables gracias a sus sustancias antioxidantes, pero un reciente estudio publicado en Consumer Reports ha analizado 28 tipos de barras de chocolate negro y los resultados revelan que todas contienen, aunque en cantidades diferentes, trazas de cadmio y plomo.
Las marcas más ricas en cadmio y plomo fueron Theo 70% cacao, Trader Joe's 85% cacao, Theo 85% cacao, Lily's 85% cacao y Green & Black's 70% cacao. No se venden en grandes superficies pero sí pueden comprarse por internet. Entre las marcas analizadas, la única que es habitual es supermercados españoles es Lindt 70% de cacao y contiene en una sola onza (30 gramos) un 48% del límite de plomo y un 116% del límite de cadmio recomendado al día.
Según los investigadores del estudio, la dosis máxima segura de estos metales pesados al día es de 0,5 microgramos para el plomo y 4,1 microgramos para el cadmio.
Latas de conservas
Los alimentos enlatados pueden contener trazas de varios metales pesados, pero los más comunes suelen ser el plomo, el cadmio y el mercurio. Estos metales pesados pueden entrar en los alimentos durante el proceso de enlatado a través de diversas fuentes, como los revestimientos de las latas, el agua de cocción utilizada en el proceso de enlatado o la contaminación ambiental.
Los alimentos que pueden comportar más riesgos en términos de acumulación de metales pesados suelen ser aquellos con una acidez relativamente alta, ya que esto puede aumentar la liberación de metales de las latas. Algunos ejemplos de alimentos que podrían estar en esta categoría son los tomates enlatados y productos a base de tomate; los alimentos enlatados con vinagre, como encurtidos; y algunas frutas enlatadas, como la piña.
Para reducir el riesgo de exposición a metales pesados en alimentos enlatados, revisa las etiquetas para verificar la fecha de caducidad y cualquier información sobre el contenido de metales pesados que la marca pueda proporcionar.
Antes de consumir alimentos enlatados, puedes enjuagarlos bajo agua del grifo para eliminar parte de los posibles residuos de metales pesados de la superficie.
Si te preocupa la cuestión, opta por latas de acero inoxidable o vidrio y consume productos orgánicos ya que suelen estar sujetos a regulaciones más estrictas en cuanto a los materiales y procesos utilizados en el enlatado, lo que puede reducir el riesgo de contaminación por metales pesados.
Arroz
El arroz y los productos a base de arroz son los alimentos que más contribuyen a la ingesta de arsénico en la dieta según un informe de la EFSA.
La razón no es tanto la elevada cantidad de arsénico que contiene sino el hecho de que su consumo es muy habitual.
La cantidad de arsénico en el arroz varía según la región de cultivo y el tipo de arroz, pero el arroz integral y productos como las tortitas de arroz tiende a tener niveles más altos que el arroz blanco.
De todas maneras, según un análisis de la OCU, habría que consumir cantidades altas para superar los límites recomendados. Un adulto de 75 kg de peso debería tomar diariamente más de 170 g de arroz integral para superar el nivel de mercurio peligroso.
Mejillones y gambas
Los moluscos vivalvos (almejas, ostras, mejillones) y los crustáceos (cangrejos y langostas) son otras de la principales fuentes de arsénico de la dieta.
No obstante, la OMS señala que se trata de arsénico orgánico que se elimina fácilmente a través de la orina, por lo que no supondría un riesgo para la salud. Este grupo de alimentos pueden consumirse 2 veces en semana.
Lo que sí hay que evitar es chupar la cabeza de las gambas y los langostinos porque contienen otro metal pesado: el cadmio. Mejillones y ostras también pueden acumular cadmio.
Cómo afecta a la salud los metales pesados
La exposición continuada a metales tóxicos provoca estrés oxidativo. Y es bien sabido que el estrés oxidativo puede acabar dañando todas las partes de la célula: el ADN, el ARN, las proteínas, los lípidos de la membrana plasmática, los lípidos de la membrana mitocondrial interna y la envoltura nuclear.
La Dra. Montserrat González Estecha explica que, como consecuencia de estos efectos, disminuye la disponibilidad de óxido nítrico (actúa como vasodilatador favoreciendo la circulación), aumenta la inflamación y la apoptosis (muerte celular), puede haber daño endotelial (el endotelio recubre el interior de los vasos sanguíneos) e impedir su reparación, inhibir la angiogénesis (formación de nuevos vasos sanguíneos) y aumentar la agregación plaquetaria. Y todo ello puede favorece la aparición de hipertensión, arteriosclerosis, aterosclerosis, trombosis y enfermedad cardiovascular. Unas patologías que no avisan porque no dan síntomas al inicio, y cuando lo hacen muchas veces es demasiado tarde.