No, sería un gran error. Para mantener el peso y la salud hay que hacer de tres a cinco comidas equilibradas diarias, sin saltarse ninguna. Si un día se come más de la cuenta, no pasa nada (si se padece hipertensión, diabetes, colesterol... siempre hay que controlar lo que se ingiere), pero la merienda y la cena deben compensar ese exceso calórico, tomando alimentos ligeros.
Saltarse cualquier comida (sobre todo el desayuno) favorece el aumento de peso. Cuando eliminamos una de las ingestas diarias, es probable que el organismo origine una bajada de azúcar (hipoglucemia), lo que aumenta el apetito. Por tanto, en la siguiente ingesta se come más de lo normal.
Después de una comida copiosa, se aconseja merendar un zumo de fruta u hortalizas casero; un tazón de caldo desgrasado también hecho en casa o una infusión depurativa (diente de león, boldo…) con una fruta o una tostada integral. Son opciones ligeras que contrarrestan el exceso calórico de la comida.
En el caso de la cena, podemos compensar el exceso del almuerzo con unas verduras de primero, cocinadas de manera sencilla (en sopa o en crema) con arroz integral o una patata hervida o asada. De segundo, pescado blanco en papillote o a la plancha. Y de postre, una fruta, un yogur desnatado o una infusión relajante (tila o melissa).
Hay que tener en cuenta que si es la cena la que será copiosa, hay que intentar compensar el exceso calórico con la comida y la merienda de la misma jornada, ya que lo que cuenta es la suma de las calorías diarias. Además, deja pasar varias horas antes de acostarte y, si puedes, da un paseo.