Con la crono-alimentación, se trata de adaptar lo que comemos a los biorritmos del cuerpo, ya que se supone que existe un momento ideal para digerir los distintos macronutrientes, es decir, las proteínas, los carbohidratos y las grasas.
Según esta teoría, si los nutrientes se toman fuera de sus periodos óptimos de digestión, se asimilan peor y se guardan en forma de grasa. Por ello, hay estudios que sugieren que seguir este tipo de alimentación podría prevenir la obesidad, pero se sigue investigando.
Según la crono-alimentación, lo mejores nutrientes para ingerir por la mañana o al mediodía son los hidratos de carbono y las grasas porque proporcionan energía y es justo a esa hora cuando más la necesitamos. Además, la tirosina (en carnes, pescados, huevos, lácteos, legumbres...) favorece la activación física e intelectual.
Por la noche se deberían tomar alimentos poco calóricos para no ganar kilos y hay que tener un especial cuidado con los hidratos de carbono sencillos (azúcares) de asimilación rápida a partir de las diez de la noche.
Según esta teoría, la cena debe ser rica en proteínas porque aportan todos los aminoácidos esenciales necesarios para la formación y reparación de los tejidos de nuestro organismo.
Alimentos como el chocolate deberían tomarse por la tarde o por la noche porque ayuda a inducir el sueño.
Del mismo modo, a partir de la tarde conviene tomar otros productos ricos en triptófano (alimentos de origen animal, plátanos, cerezas…) porque también potencian la producción de serotonina y melatonina, que facilitan el sueño.