¿Comes cuando estás triste? ¿Has empezado a hacer dieta y todo va sobre ruedas hasta que tienes un disgusto o te enfadas por cualquier motivo y asaltas la nevera? La comida es un recurso que utilizan muchas personas para apaciguar las emociones desagradables.
La dieta-nutricionista Sara Mansa y la psicóloga Claudia Hernández analizan esta cuestión en su interesante libro "Pierde el miedo a engordar. Reconcíliate con tu cuerpo y disfruta de la comida" (RBA).
Por qué comemos dulce cuando estamos tristes
La autoras intentan quitarle hierro al asunto para que nadie se sienta culpable por hacerlo y aseguran que es normal que nos refugiemos en cosas que nos gustan como comer cuando nos sentimos mal. "Algunos sabores, como el dulce, activan zonas del cerebro relacionadas con el placer y con la recompensa, y consiguen generar una sensación de bienestar momentánea. Es normal, está bien y no hay que sentirse culpable por ello".
Pero también recurrimos a la comida cuando nos sentimos mal porque nos restringimos alimentos con demasiada frecuencia. "Esa prohibición acumulada se convierte en desinhibición en momentos de estrés. Si siempre te prohíbes comer galletas y una emoción desagradable te sobrepasas te comerás dos paquetes para sentir algo distinto y distraerte", aseguran.
No hay alimentos prohibidos
En vez de sentirte culpable, Sara Mansa y Claudia Hernández aconsejan enfocar la situación desde la comprensión y la compasión. Hay que pensar que hemos disfrutado comiendo ese alimento, sin más. El siguiente paso, y en el que hemos de trabajar, es en desterrar la idea de que hay alimentos prohibidos porque probablemente si no te prohibieras las galletas no te comerías un paquete de golpe cuando tienes un bajón anímico.
Comerte una galleta de vez en cuando hará que este alimento no sea tan deseado y en los momentos de sufrimiento emocional no será un consuelo como lo es un alimento prohibido.
RBA
Todos los tipos de hambre son buenos
Nos han dicho mil veces que el hambre emocional es sinónimo de ansiedad por comer, y que es mala y nos engorda. Según las autoras, nada de esto es cierto porque todos los tipos de hambre son necesarios.
Básicamente hay tres tipos de hambre:
- El hambre sensorial es aquella que se activa cuando olemos, vemos o saboreamos un alimento.
- El hambre emocional aparece como consecuencia de unas emociones determinadas, principalmente tristeza pero también alegría.
- El hambre fisiológica es involuntaria y surge por la necesidad de nutrientes.
Es normal que si tienes un mal día te apetezca un helado. "Eso es hambre emocional y es saludable", sugieren, pero lo que no es sano es lanzarnos a la comida cada vez que nos sentimos mal. Eso puede significar que lo que estamos haciendo es tapar con la comida situaciones que no gestionamos bien.
La comida no debe tapar emociones
Si tapamos con la comida algún problema solo conseguimos que se haga más grande y duela más, alertan la autoras del libro.
En estos casos el helado o las galletas no reconfortan, y menos si se consumen en exceso. El atracón de dulce nos hace sentirnos aún más culpables y generan malestar. Si se producen con frecuencia estas situaciones, lo aconsejable es pedir ayuda profesional. La psicoterapia ofrece buenos resultados en este sentido.