Seguramente es en la piel donde la huella del paso de los años se refleja más. Pierde la capacidad de retener agua y las glándulas sebáceas segregan menos sebo. Esto reduce el manto ácido protector, por eso tiene tendencia a resecarse.
Además, al disminuir la producción de colágeno y elastina tiene menos elasticidad y firmeza. Se vuelve fina y aparecen arrugas.
Las pequeñas heridas también tardan más en curarse porque la piel no se regenera tan rápido, los vasos sanguíneos se vuelven más frágiles y la circulación se ralentiza.
Enemigos de la piel
Pero la edad no es el único factor que interviene en el envejecimiento cutáneo. Una vida sedentaria, el estrés, la contaminación, la exposición excesiva al sol, el tabaco, el alcohol y una alimentación inadecuada influyen, y mucho.
Todos estos factores son productores de radicales libres, moléculas que se oxidan y lesionan las células. El resultado es que el tejido cutáneo se deteriora.
Afortunadamente, puedes ralentizar este proceso controlando los factores que la dañan y dándole los cuidados que necesita, entre ellos una alimentación que la proteja y fortalezca. Te contamos las soluciones a cada problema específico: