No le cojas en brazos, que se acostumbra. Tiene que aprender a dormir solo. Déjalo llorar...
Son consejos que escuchamos a menudo, pero que pueden hacer infelices a madres e hijos. Si escuchas más a tu instinto, tanto tú como tu hijo saldréis ganando.
Ser madre, un placer olvidado
En otros tiempos, tener hijos no era percibido como una carga, sino como un bien en sí mismo. ¿Es la maternidad un hecho neutro, al que cada época tiñe de connotaciones positivas o negativas? No lo creo. La crianza, la maternidad y el cuidado de los hijos debe ser algo agradable de por sí.
Las conductas que son imprescindibles para la supervivencia del individuo o de la especie producen placer. Los animales no saben que la comida contiene nutrientes necesarios para vivir, ni que el sexo es necesario para reproducirse. Actúan motivados por el placer. Pero el placer sexual no basta por sí solo para garantizar la reproducción.
Es necesario cuidar y alimentar a los niños durante años. Ningún animal lo hace durante tanto tiempo como el ser humano. Si nuestros más lejanos antepasados, sin educación ni normas sociales, sin ley ni religión, hubieran pensado que los bebés eran una carga excesiva, los habrían abandonado sin el menor remordimiento.
Además, parece que existe un importante mecanismo de retroalimentación según el cual cuanto más cuidas de un bebé más deseas seguir cuidándolo. Te enamoras.
El primer contacto con tu hijo
Muchas enfermeras de maternidad me han comentado que la madre que ha tenido en brazos a su hijo en la misma sala de partos,no solo algunos minutos sino durante un par de horas de contacto continuo, se queja poco. Se siente segura para encargarse de su hijo, pide que se lo dejen las 24 horas y tiene pocos problemas con la lactancia.
Las madres que han estado separadas de sus hijos durante las primeras horas parecen sentirse más inseguras. A veces se sienten agobiadas y piden a la enfermera que se lleve al bebé un rato para poder descansar.
El bebé al que dejan solo en su cuna, se vuelve más inseguro, llorón y exigente, y la madre puede sentirse agobiada
Es una espiral en la que cada paso facilita el siguiente. La madre que ha sido feliz con su hijo le sonreirá, le tocará y le hablará mucho más. Este, confiado y satisfecho, llorará menos y dormirá más tranquilo.
El bebé al que dejan solo en su cuna, al que no toman en brazos, se vuelve más inseguro, llorón y exigente, y su madre puede sentirse agotada y agobiada.
Exceso de normas
Cada paso en la relación entre madre e hijo facilita el siguiente, pero no lo determina. En cualquier momento puede iniciarse un cambio en un sentido o en otro.
Muchas veces, la presión social impone cambios en un solo sentido. Así es como los padres se ven envueltos en una maraña de tabúes: “No lo cojas en brazos, que lo malcrías”, “No lo metas en tu cama, que luego no lo podrás sacar”.
Si creamos un vínculo fuerte con el bebé, acunándolo, no dejándole llorar... tendremos más empatía con él
Estas normas absurdas separan cada vez más a madre e hijo. Crean desconfianza mutua y resentimiento. Cuando el niño llora los padres tienden a pensar: “¿Qué querrá ahora?”, “¿Cuándo me va a dejar dormir?”.
Pero es posible invertir el proceso y orientarse hacia la dirección correcta. Podemos coger a nuestro hijo en brazos, acariciarle y cantarle. Sentir el calor de su piel suave, deleitarnos con el olor de su cabecita.
Dormir arrullados, notar cómo su cuerpo se amolda al nuestro buscando un nidito donde descansar. Se establece la empatía, la capacidad para comprender y compartir los sentimientos del otro. Cuando el niño llore los padres pensarán: “Pobrecito, cómo sufre, ¿qué le ocurrirá? ¿Por qué no puede dormir?”.
¿Niños dependientes?
Hace muchos años se descubrió que los niños lloraban menos si podían oír el corazón de su madre, a cuyo sonido tranquilizador se acostumbraron en el útero. Entonces inventaron un osito de peluche que hace “tic-tac”, como el sonido de un corazón. Pensaban que con un osito al que abrazar, un “tic-tac” al que escuchar y un chupete, el bebé ya no necesitaría más a su madre.
Olvidaban que una madre puede ofrecer a su hijo mucho más que cualquier objeto o combinación de objetos inanimados. Olvidaban que ella se ha acostumbrado durante nueve meses a llevar a su hijo a todas partes. Olvidaban que ella también llora menos si puede tener a su bebé en brazos, se siente más segura si puede verlo en todo momento y duerme mejor si está junto a él.
Una madre tiene que escuchar que, con su absurda costumbre de coger a su hija en brazos y metérsela en la cama, le está creando dependencia. ¿Es que es la suya la única niña de año y medio que aún vive con sus padres?
Durante años todos los niños dependen de los padres para desarrollarse, para aprender y para sobrevivir. Es imposible volver a un niño dependiente, porque ya lo es, hagan lo que hagan los padres.
Rebaja tu exigencia
Olvidado el placer de la maternidad, se ha impuesto el mito de la madre abnegada y sacrificada. El que dedica tiempo y esfuerzo a escalar una montaña o a tocar el piano y ha trabajado duro para conseguir lo que quería, despierta sentimientos de envidia y admiración.
Ser madre es interpretado como un sacrificio personal y no como un placer
Pero, cuando se trata de cuidar a un niño, se tiende a pensar que la madre lo ha hecho por obligación, que ha “renunciado a sí misma”, a sus prioridades y a sus deseos. En este caso lo que ella despierta es compasión.
Ser madre es interpretado como un sacrificio personal y no como una posible fuente de placer. La madre se ve obligada a levantarse varias veces cada noche para atender a su hijo, porque la solución más fácil y más cómoda, que sería meter al bebé en su cama, le ha sido prohibida.
Olvídate de abnegaciones, no necesitas sacrificarte. Piensa que lo que es mejor para tu hijo es también lo mejor para ti. Nuestra especie no habría sobrevivido un millón de años si fuera de otro modo.
El momento del cambio
Si necesitas hacer un esfuerzo para violentar tus más íntimos deseos. Si a menudo te sorprendes pensando cosas como: “Le cogería en brazos, pero dicen que no es bueno...”, o “Dormiría con él, pero tiene que acostumbrarse a dormir solo”, probablemente significa que tanto tú como tu hijo saldríais ganando con un cambio.
No te sacrifiques ni por cómo te dicen que deberías cuidar a tus hijos, ni por ellos, porque ser madre no implica renunciar a ser uno mismo.
De este modo, ante las inevitables peleas y desaires de su futura adolescencia, en vez de “Cómo me paga todo lo que hice por él” podrás pensar “Qué años tan felices he vivido con este niño”. Y la adolescencia también pasará, no te quepa duda.
8 claves para disfrutar de la maternidad
¿Cómo podemos disfrutar de la maternidad de una vez por todas? Te damos varias claves:
1. Establece prioridades
Puedes estar un año sin limpiar el polvo, y no pasa nada. Después de tres horas de trabajo la casa vuelve a quedar impecable.
Pero si pasas un año sin hacer caso de tu bebé, sin jugar con él, sin abrazarle, ¿quién le va a limpiar después el alma?
2. Volver a ser niños
¿Es el primero y te sientes perdida? Tienes más recursos de los que imaginas.Nunca antes has sido madre, pero has sido hija. Conecta con la niña que llevas dentro. Intenta recordar sus sentimientos, sus miedos, sus alegrías, sus esperanzas.
¿Comprendes ahora por qué a tu hijo le dan asco las espinacas o tiene miedo a la oscuridad? ¿Por qué no quiere dejar de jugar para ir a comer o por qué se olvida de lavarse las manos?
3. Dormir con tu bebé
Si te da miedo que el bebé se caiga de la cama, puedes dejar el somier directamente en el suelo. También puedes ampliar la cama de matrimonio poniendo al lado un colchón individual. Para que el bebé no quede atrapado en el hueco entre los colchones es mejor dejarle el individual a papá.
4. La hora del cuento para dormir
¿A qué edad empiezan a dormir solos? Esta es muy variable. Es probable que hacia los tres años se deje convencer para dormir solo, siempre y cuando le cuenten cuentos y le hagan compañía hasta que se duerma.
5. Si el niño no quiere caminar...
Los niños empiezan a dar los primeros pasos hacia el año o el año y medio. Pero una cosa es caminar alrededor de mamá, en casa y cuando está quieta, y otra muy distinta caminar por la calle de la manita.
Esto es mucho más complicado para el niño y no suelen hacerlo hasta los tres años. Los niños de dos años no se niegan a caminar por “maldad”, sino porque realmente no pueden hacerlo. Necesitan que los lleves en brazos o, si lo aceptan, en cochecito.
6. Utiliza una bandolera o fular para bebés
¿Harta del cochecito? Son un engorro para entrar en el metro o en el autobús. Además, algunos niños se enfadan y hay que llevarlos en brazos y guiando con una sola mano el coche vacío.
Puede ser mucho más práctico llevar al niño en una bandolera o atado con una larga tela de unos cuatro metros que venden especialmente para este uso.
7. Haz una pausa
¿Desesperada, agobiada, agotada? Coge al niño en brazos, pasea mientras le cantas, o siéntate y descansa con él. Verás como en pocos minutos los dos os sentís mejor.
Si esto no funciona, que papá o la abuela se lo lleven a pasear un par de horas. Aprovecha ese tiempo para descansar, y no para hacer otras cosas que tengas pendientes. Si tan agotada estás, lo que más necesitas es una buena siesta.
8. Sigue tu instinto maternal
No dependas de los comentarios de los demás. A algunas personas parece “molestarles” ver a una madre feliz con su hijo en brazos.
Pero crecen tan rápidamente que, si no lo mimas ahora, ¿cuándo lo vas a hacer? ¿Acaso crees que cuando tenga 12 años podrás llevarlo en brazos?