El cerumen que hay que quitar de las orejas es el que sale fuera del conducto auditivo externo. Solo ese.
Lo más adecuado es envolver el dedo con una gasa ligeramente humedecida y pasarla por la oreja.
Si dentro del conducto hay una cantidad excesiva, el pediatra valorará la posibilidad de extraerlo para poder ver el tímpano.