No hace falta ser un experto en música para reconocer cuándo un piano está desafinado. Y lo mismo pasa con la salud. No es necesario ser ministro de Sanidad para saber que el sedentarismo no es trigo limpio, que el alcoholismo es una enfermedad, que conducir de forma temeraria no puede traer sino desgracias y que fumar es nocivo.
Pero, ¿ocure lo mismo con la alimentación? ¿Sabemos qué es realmente una dieta saludable? ¿Y una dieta equilibrada?
Cuando estamos ante un niño que come habitualmente de forma desequilibrada, ¿nos pasa como cuando escuchamos ese piano desafinado? Yo creo que la mayoría sí que lo sabemos. Y también creo que no es preciso estudiar un tratado de nutrición pediátrica para saber alimentar correctamente a nuestros hijos.
Es más, la mayoría de los padres y madres vivimos angustiados por el justo equilibrio de la dieta de nuestros hijos pequeños, cuando lo cierto es que basta con predicar con el ejemplo, tener alimentos saludables en casa y dejar que su apetito sea el que decida qué y cuánto tienen que comer.
Algunos malentendidos
La sabiduría popular eleva a categoría de ciencia la frase: “Los niños tienen que comer de todo para crecer”. Pero eso no es ciencia. Te propongo que intentes aplicar el concepto “comer de todo” en los 198 países del mundo.
Más de un lector se escandalizaría al descubrir qué consideran “alimento” en muchos de esos lugares. Y viceversa: en España ofrecemos a los niños alimentos que en otros países no comerían por todo el oro del mundo.
Una dieta equilibrada es aquella en la que existe una correcta selección de los alimentos saludables disponibles
Una dieta equilibrada es, en cualquier caso, aquella en la que existe una correcta selección de los alimentos saludables disponibles. El problema es que quien se cree lo de “comer de todo” suele ser el que acaba desorientado ante la incapacidad de su hijo para “variar” su dieta, o quien acaba presionándolo para que coma “de todo”, lo cual, además de imposible, es un error.
Los niños son perfectamente capaces de regular milimétricamente los nutrientes que necesitan con pocos alimentos, siempre que sean saludables y que no lo estropeemos todo a base de prohibiciones u obligaciones fuera de toda lógica.
La variedad, ¿es importante?
Una manera más fina, pero no menos errónea, de decir que los niños “han de comer de todo” es decir que su dieta debe ser “variada”.
Dos investigadores de la Universidad de Búfalo en Nueva York se tomaron en 2001 la molestia de revisar todos los estudios disponibles sobre dicho tema. Encontraron 39 estudios centrados en la variedad de la dieta. Sus conclusiones son claras: a más variedad, más obesidad.
Llegó a la misma conclusión un equipo de cinco científicos de Dinamarca. España es líder en obesidad infantil en Europa, así que no es cosa de broma.
La explicación que dan los investigadores a este hecho es que los humanos comemos por encima de nuestro apetito si variamos mucho los sabores, olores y texturas de los alimentos que ingerimos.
Es más cómodo
Algunos padres, pese a que quieren alimentar bien a sus hijos, no encuentran tiempo o concentración como para darles el pecho, preparar un simple bocadillo o pensar qué alimentos es conveniente tener o no tener en casa.
Creen que lo más cómodo y rápido es darles un biberón cuando son bebés, o bollería y zumos de más mayorcitos. Y si en el etiquetado de dichos productos pone “Rico en vitamina ABC” o “Fuente natural de DEF” se quedan tranquilos.
Pero lo cierto es que dar el pecho es más cómodo que comprar, preparar y dar un biberón; pelar un plátano o hacer una macedonia es muy fácil; y preparar un bocadillo cuesta un minuto. Y las tres opciones son sanísimas.
Dieta equilibrada por edades
En realidad, con unas pocas sugerencias es suficiente. De todos modos, conviene separarlas en dos grupos.
Bebés de siete meses a un año
Los niños menores de siete meses deben tomar exclusivamente leche materna o de fórmula. A partir del primer día del 7º mes, más o menos, podemos empezar con las novedades.
Primero ofreceremos al bebé la leche materna –o, en su defecto, la de fórmula–, y luego el resto de alimentos que hayamos elegido. Ofrecer no es obligar; si no tiene hambre, es porque no necesita comer.
Por otra parte, el orden de incorporación de los alimentos no es relevante; solo lo es la progresión, es decir, hacerlo poco a poco para valorar la tolerancia. Las texturas tienen que ir in crescendo, en función de la adaptación del bebé.
Hay que evitar alimentos superfluos, la sal, el marisco y la miel; y no deberíamos darles más de 20-30 g de carne o 30-40 g de pescado al día.
Niños mayores de un año
A partir de esta edad, la leche materna sigue siendo prioritaria. Si no la toma, le ofreceremos diariamente leche de vaca entera, sin azúcar y sin biberón.
Lo más sensato es sentarlo con nosotros y darle a probar algún alimento de nuestro menú semanal. Si no quiere, no insistiremos: presionar a los niños para que coman crea aversiones y aumenta el riesgo de obesidad.
Asimismo, tomar muchos cárnicos –algo común en nuestros niños– implica una alta ingesta de proteína que podría tener efectos adversos. Por esta razón conviene priorizar los alimentos de origen vegetal.
Tomar muchos cárnicos implica una alta ingesta de proteína que podría tener efectos adversos
Finalmente, el consumo de alimentos superfluos es alarmante. Recuerda siempre que la alimentación es importante para una buena salud y no los tengas en casa.
Usar el sentido común
No debemos preocuparnos por la alimentación de nuestros hijos más allá de lo que nos dice nuestro sentido común.
Los errores en alimentación, como las notas desafinadas, llaman la atención a cualquier mente despierta. Basta con potenciar la lactancia materna, tener en casa alimentos saludables y predicar con el ejemplo.