La ergofobia puede impedir ejercer el trabajo y afectar a la calidad de vida.
El mundo laboral puede ser un foco de conflictos. Como hay tantos trabajos y tanta situaciones potencialmente estresantes, es casi imposible que no tengamos días malos. Momentos en que, por la razón que sea, no queremos ir a trabajar. Puede ser un día o un periodo de tiempo.
Eso es normal. Lo que plantea la psicología es si una situación puede llegar a ser tan angustiante para el trabajador, que le supere hasta el punto de tener verdadero pánico a ir a su trabajo. Una sensación de sufrimiento que ya está consignada desde principios del siglo XX, en la prestigiosa British Medical Journal: la ergofobia.
Qué es la ergofobia
Como lo define su nombre (ergo significa actividad en griego), la ergofobia es el odio o terror al trabajo que se realiza. Aunque el ideal en la vida es que nuestro trabajo nos realice y lo disfrutemos en lo posible, la realidad es que no es tan fácil que la actividad nos motive, sobre todo cuando llevamos mucho tiempo.
La sensación de frustración o ansiedad por motivos laborales no es extraña. Por eso, no todos los profesionales de la psicología están de acuerdo en considerarlo una patología en sí.
Dolors Liria, vicedecana del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña, admite que puede haber un caso de fobia puntual, pero que en todos sus años de experiencia no ha atendido a ninguno. Aducen que el trabajo puede ser un elemento más que estresa dentro de un problema más global de la persona.
Otros psicólogos sí plantean que una persona puede experimentar ansiedad a la hora de ir al trabajo, lo que le imposibilita trabajar o, si se obliga a ir, le causa una fuerte alteración que afecta a su calidad de vida de modo significativo.
Para que se produzca un caso de ergofobia deben coincidir que la persona presente unos rasgos característicos y que el ambiente laboral sea propicio para desencadenar este sentimiento de fobia.
Cómo son las personas con ergofobia
Las personas propensas a sufrir una ergofobia suelen presentar unas características similares:
- Personas con una baja tolerancia a la frustración.
- Sin que hayan conseguido crearse mecanismos mentales propios para gestionar las situaciones de estrés.
- Tener otros miedos previos, como fobia social y a hablar en público.
Según el psicólogo Juan Corbin, especialista en psicología de empresas y recursos humanos, también puede ocurrir en personas con un problema de autoestima. “Puede estar preocupado porque cree que no será capaz de completar sus tareas de manera eficiente y cree que sus compañeros le odiarán por no cumplir los plazos”, escribe este psicólogo.
Factores que desencadenan miedo al trabajo
Las causas que pueden llevar a una ergofobia son las mismas que cualquier crisis laboral con la que otra persona pueda encontrarse. Es la manera en cómo afecta al trabajador la que hace que se produzca la ergofobia.
Por citar solo algunos posibles motivos desencadenantes:
- Mala relación con los compañeros o sufrir situaciones de acoso o burla.
- Desmotivación por las tareas que se realizan por ser aburridas o sentirse infravalorado.
- Excesiva acumulación de trabajo que desborda nuestras capacidades.
- Discusión con nuestros superiores directos.
Síntomas para detectar la ergofobia
Los síntomas que nos permiten señalar que estamos ante un caso de ergofobia son los comunes a otras fobias:
- Sufrir una crisis de ansiedad.
- Boca seca, problemas para tragar y dolor de estómago.
- Problemas de insomnio.
- Taquicardia o palpitaciones.
- Irritación, que afecta a nuestra relaciones familiares y sociales.
- Tensión muscular o sudoración excesiva.
El psicólogo Ángel Rull plantea además otros aspectos más específicos para los casos de fobia al trabajo:
- La ansiedad y el miedo crecen el domingo. Vive una sensación de tristeza ante la semana que empieza.
- Cansancio excesivo al inicio de semana. “La persona dedica el fin de semana a dormir y aislarse”, especifica este psicólogo en un artículo en El Periódico.
- Hacer pagar la frustración a subordinados o clientes. La irritabilidad de la fobia puede dirigirse no a nuestro entorno social, sino a las personas con las que estamos en contacto en el trabajo.
- Uso excesivo de las redes sociales. “Como escape o distracción, se usan continuamente durante la jornada laboral o se consulta internet con actividades no relacionadas con el trabajo”, añade el psicólogo.