¿Se puede cambiar la programación el cerebro en seis semanas? La respuesta es que sí. Se puede conseguir manejar el estrés y las situaciones complicadas con un poco de entrenamiento. Hasta el punto de que tu cerebro se reajusta a la nueva forma de pensar.
Lo ha demostrado el profesor de psicología clínica Thorsten Barnhofer, de la Universidad de Surrey (Inglaterra). Está analizando la capacidad del mindfulness y le propuso a una periodista hacer de conejillo de indias y confirmar en primera persona sus investigaciones.
Cómo cambió su percepción
La periodista que aceptó el reto fue Melissa Hogenboon, experta en temas científicos de la BBC. “Al alterar aspectos de mi vida, esperaba descubrir si era posible fortalecer conexiones del cerebro y mantener nuestra mente más saludable”, relataba Hogenboon. “Aprendí técnicas que todos podemos usar, con algunos resultados poderosos”.
Descubrió que podía mantener la mente más tranquila: podía ahuyentar mejor muchos pensamientos. También evitar que su mente divagara demasiado y no se centrara en lo importante.
"Por supuesto, la divagación mental es algo que puede ser útil en muchos sentidos", aclaraba el profesor Barnhofer. Nos ayuda a ser creativos. Pero también puede ser malo. Puede llevarnos al pensamiento repetitivo, la preocupación. “Y esos son los factores que aumentan el estrés una vez que éste surge", añade.
Qué técnica siguió esas semanas
La propuesta que le hizo Barnhofer seguía tres pautas:
- Que practicara meditación de atención plena durante treinta minutos diarios, ya fuera en una sesión o en dos sesiones de quince minutos. La periodista tenía que escuchar una grabación.
- Una vez por semana tenía que hacer también una sesión de meditación. Se pueden seguir cursos de mindfulness de forma gratuita por internet.
- El profesor también la animó a que fuera más consciente de las cosas que hacía en su vida normal. Por ejemplo, cuando cocinaba o hacia ejercicio. Que se concentrara en el momento. Así se dio cuenta de con qué frecuencia divagaba.
“Sentí que el primer o segundo minuto de la sesión eran fáciles. Me concentraba, según las instrucciones de la grabación. Pero en cualquier momento de silencio mi mente se embarcaba en viajes en el tiempo”, explicaba la periodista. Pensaba en mil cosas: una cita, un trabajo pendiente…
Así fue consciente de con qué facilidad divagamos y del funcionamiento de la mente. “Fue un primer paso crucial para dejar de lado parte de ese estar constantemente ocupado”, añadía.
Cómo cambió su cerebro
Un error habitual que se ha extendido durante décadas es que el cerebro solo puede transformarse en las infancia y juventud. Y no es cierto. El cerebro adulto sigue pudiendo adaptarse, aprender y cambiar. Es lo que se conoce como neuroplasticidad.
La periodista se sometió a un escáner cerebral antes y después de las seis semanas y comprobó que su cerebro había cambiado: “La mitad de mi amígdala (una estructura con forma de almendra importante para el procesamiento emocional) había reducido su volumen en el lado derecho”, relataba la periodista.
Esto concuerda con la literatura científica, que establece que la amígdala se reduce cuando no hay tantos niveles de estrés. Por el contrario, crece si nuestra vida se vuelve más estresante.
El otro cambio fue en una zona denominada RND (red neuronal por defecto), y que se activa cuando la mente divaga. Había aumentado ligeramente, indicativo de un mayor control de esa zona según los estudios médicos.
Cómo mantener esos cambios
No deja de ser un experimento individual. Lo que le ha pasado a esta periodista, aunque esté avalado por pruebas previas, no deja de ser el ejemplo de una sola persona. Se necesitan estudios con muchos más voluntarios para comprobar la eficacia del mindfulness en los cambios cerebrales.
Además, estos cambios no han de ser permanentes. La plasticidad del cerebro puede hacer que si no se continúa con la práctica se pierdan los efectos conseguidos. Igual que se puede perder musculatura si no se continua ejercitándola.
Como la misma periodista destacó, ha de seguir practicando. “¿Voy a continuar meditando todos los días? Me encantaría decir que sí”, admitía. La vorágine de la actividad diaria puede interponerse y acabar haciendo que toda la experiencia sea solo un recuerdo.