En ocasiones tener que guardar un secreto provoca ansiedad y malestar.
Todos podemos tener más o menos secretos. Un secreto no es una cosa que no sabe nadie. Es una información que decides no explicar a determinadas personas, aunque otros puedan saberla. Lo callas por proteger una reputación, sentimientos o conseguir una meta profesional, por ejemplo.
No todos los secretos son iguales. Algunos pueden ser una carga psicológica y que acaban afectándonos, porque son pensamientos a los que regresamos con cierta frecuencia o incluso con obsesión.
Extrañamente, el tema de los secretos no era algo que se hubiera estudiado en profundidad hasta hace poco.
Cuáles son los secretos que más guardamos
Esa falta de investigación es lo que descubrió el psicólogo Michel Slepian, profesor de la Universidad de Columbia (Nueva York). Había mucho análisis teórico y poco práctico. Eso le llevó a iniciar un macroestudio, en el que han acabado participando cerca de 50.000 personas de 26 países.
Algunos secretos provocan ansiedad y malestar porque es muy común encontrarte pensando en ellos y dándole vueltas
Lo que hizo fue pedir a unas dos mil personas iniciales que le escribieran un secreto que guardaran. Así pudo crear una lista con 38 variades de secretos. Luego amplio la encuesta y confirmó que más del 90% de secretos se encuadraban en estas categorías.
En todo el mundo, los secretos más comunes son sobre: mentiras que hemos dicho, relaciones amorosas, problemas económicos, problemas mentales y adicciones. En esa lista hay de lo más nimio, como una afición oculta o una sorpresa para otra persona, a actos delictivos, como robos o tráfico de drogas.
Qué tipo de secreto puede hacernos daño
“Lo que llamo secretos positivos no perjudican la salud ni nuestro bienestar; al contrario, pueden mejorarlos -ha explicado el profesor Slepian-. Nos provocan excitación y emoción.” Son esos secretos momentáneos, como la noticia de un embarazo o un próximo matrimonio. Cosas que hacen feliz.
Sin embargo, comprobó que otros secretos provocan ansiedad y malestar. Porque “es muy común encontrarte pensando en tu secreto y dándole vueltas”, advierte. Y si esos secretos pesan, acaban pasándonos factura.
Una vez eliminados de la lista los secretos livianos que no eran perjudiciales, el grupo de psicólogos investigadores que dirigía el profesor Slepian se puso a analizar de qué manera podían hacer daño. Así vieron posibles razones por las que pensar en determinados secretos era perjudicial.
Las tres formas en las que los secretos nos dañan
En concreto, hay tres formas en que nos daña el secreto:
- Nos avergüenza. Es el caso de un secreto moral; por ejemplo, saber de un hecho delictivo, nos puede dar remordimientos por no ayudar a hacer justicia. Especialmente si es algo que hicimos nosotros.
- Nos aísla. Un secreto que implique a otras personas y que no podamos compartir puede afectarnos. Somos seres sociables.
- Nos hace sentir inseguros o indecisos. “Los temas relacionados con nuestras propias metas o aspiraciones y que nos guardamos para nosotros mismos”, ejemplifica el psicólogo.
La parte positiva que comprobó Slepian es que el 95% de las personas encuestadas dijeron sentirse mejor desde el momento en que admitían que había un secreto que les afectaba.
Cómo aligerar el peso de un secreto
No es la única manera de conseguir quitarnos parte del peso de guardar uno de estos secretos dañinos. Por supuesto, está lo obvio, que es contarlo y que deje de ser un secreto. Pero puede liberarte a ti pero hacer daño a otros. O ponerte en evidencia. No tener ningún secreto tampoco es una estrategia válida.
Sin embargo, como pasó en la encuesta, los investigadores comprobaron que admitir el secreto o contarlo a un tercero es efectivo: “El problema de no hablar de un secreto con nadie es que es muy fácil que aparezcan formas dañinas de pensar en él”, explicaba el profesor Slepian, en declaraciones a la BBC.
La clave es encontrar a ese confidente de confianza. Un tópico es el camarero del bar o el cura en el confesionario. ¿Quién es el confidente ideal? El psicólogo apunta que además de discreto debe tener otro rasgos:
- Ser empático. Saber ponerse en la situación tuya y de la persona afectada por el secreto si es otra.
- Compasivo ante los problemas ajenos.
- Que tenga un sentido de la moral parecido al tuyo. Si se va a escandalizar, poco te ayudará.
También debe ser alguien ajeno a lo que vas a explicar o a la persona de la que vas a hablar. De lo contrario, vas a poner a ese confidente en la misma situación potencialmente dañina que vives tú.
Qué te puedes decir para aliviar un secreto
"Encontrar a alguien con quien hablar de tu secreto y elegir a la persona adecuada puede marcar la diferencia", asegura el profesor Slepian. No obstante, si no confías en nadie ni quieres que el secreto salga de tu boca, no todo está perdido.
Hay otras estrategias para suavizar el peso del secreto, según el tipo de daño que puede crear de los tres que explicábamos más arriba.
- Si te sientes avergonzado, comprender por ejemplo que errores del pasado no reflejan quién eres ahora y que todos nos equivocamos, puede ayudar a perdonarte.
- Si sientes aislamiento, autoconvéncete de que no lo explicas porque puedes hacer daño a terceros.
- Si crea inseguridades, ponlo por escrito. Ten un diario. Explicártelo a ti mismo, puede ser una manera de razonarlo y de decirlo sin decir.