Hay menos riesgo de depresión en barrios donde los vecinos pueden relacionarse.
Las comunidades de vecinos son un posible foco de conflictos. No es fácil adaptarse y convivir en el mismo espacio con personas que pueden ser muy diferentes de nosotros y tener hábitos y opiniones distintas sobre cualquier aspecto de la vida.
Sin embargo, más allá del tópico, lo cierto es que hay mucha más gente que sabe convivir y adaptarse que la que no. Prueba de ellos es que vivir en barrios de casas aisladas, como pueden ser los barrios residenciales de las grandes ciudades, acaba perjudicando nuestra salud mental más que los que viven con vecinos próximos.
Cómo afectan los vecinos a la salud mental
La relación entre salud mental y el contacto con los vecinos es una de las principales conclusiones a las que ha llegado un interesante estudio científico que se ha llevado a cabo en Dinamarca y que ha analizado a miles de personas con depresión y su lugar de residencia.
“No es de extrañar que la depresión sea menos habitual en el campo que en las ciudades: el estrés, la polución, el ruido, la falta de luz solar en las plantas bajas de los edificios altos son algunos de los factores a los que se enfrentan los urbanitas”, ha explicado el profesor Stephan Barthel, investigador de la Universidad de Estocolmo y uno de los autores del estudio.
Eso explica que haya un 39% más de riesgo de depresión en las zonas urbanas que en las zonas rurales tanto de Europa como de Estados Unidos. Son estadísticas que ya se conocían.
Lo que los investigadores ponen en evidencia es que las ciudades no son un todo homogéneo. Algunos barrios son mejores que otros y esta es la novedad del estudio. En concreto, han encontrado que hay un riesgo de depresión más bajo en las personas que viven en entornos urbanos donde sí hay más opciones de interacción entre los vecinos. Este menor riesgo se observa tanto en entornos urbanos rurales como en grandes ciudades.
La depresión es menor en el centro de la ciudad
El estudio analiza diferentes factores urbanísticos que influyen en la salud mental. Y han comprobado que hay un mayor riesgo de depresión cuando se viven en un barrio residencial de casas unifamiliares en comparación con la vida en el centro de la ciudad.
Los barrios residenciales de las afueras suelen tener un tipo de edificación que favorece el aislamiento de los habitantes. No solo porque hay poco contacto unos con otros, sino porque tampoco ayuda el urbanismo:
No suele haber espacios pensados para que se reúnan e interrelacionen como bancos públicos, plazas o paradas de transporte o tiendas de proximidad, como una panadería.
Como hay mucha más densidad de población en los centros urbanos, hay más casos de totales de depresión. Pero cuando observaban la proporción de casos respecto al total de población, las cifras eran mucho más altas en los barrios residenciales.
Qué tipo de vecindario tiene más riesgo
“El prototipo de barrio con mayores riesgos de salud mental es el que no tiene suficiente densidad de población para que haya locales comerciales (de restauración y tiendas), hay pocos espacios públicos, exige largos trayectos en transporte público y sus habitantes tienen bajo poder adquisitivo”, enumera el profesor Barthel.
En el norte de Europa, donde se ha hecho el estudio, es más habitual encontrar viviendas unifamiliares también en zonas empobrecidas. En los países mediterráneos las casas unifamiliares las relacionamos mayoritariamente con viviendas de clase alta.
Pero aunque el peso económico cuenta, por supuesto, hay zonas de extrarradio con niveles altos de vida y también se ha comprobado que tienen más casos de depresión que el centro urbano.
Los autores admiten que no podemos limitarnos a juzgar un solo factor. En la depresión influyen muchos aspectos. “Hay potenciales beneficios al vivir en el extrarradio. Algunas personas pueden de hecho preferir la privacidad, la tranquilidad y el tener su propio jardín”, admiten los investigadores.
Cómo deben crecer la ciudades
Esta investigación podría ser una buena lección para que pongamos las bases de una mejor planificación urbanística. Así lo creen sus autores. Si queremos ayudar a la salud mental y luchar contra el cambio climático, los responsables de urbanismo de las ciudades deberían:
- Dejar de incentivar la expansión de las urbes a zonas muy dependientes de los coches particulares.
- Limitar las áreas de casas unifamiliares.
- Incentivar los parques donde interaccionar con otros vecinos.
“Ha de haber un nivel de densidad de población. No aglomeraciones, sino que permita crear vida comunitaria. En Copenhague la gente coge una bebida y un bocadillo junto al canal y se reúne con amigos. Son zonas sociales y naturales al mismo tiempo”, ejemplifica Barthel.