¿Tienes el síndrome de la chica buena? Estos son los rasgos que lo definen

Recibir constantes alabanzas por ser la "chica perfecta" en casa y en el trabajo, podría no ser tan bueno como parece. Dar un golpe sobre la mesa, de vez en cuando, viene bien a tu salud mental.

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MUJER RUBIA CARA DE BUENA SERIA

Priorizar siempre los deseos ajenos a lo propios es un rasgo del Síndrome de la chica buena.

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Eva Carnero

Periodista especializada en nutrición y bienestar

Si en tu infancia era habitual escuchar frases del tipo "¡qué niña tan buena!", ¡qué calladita!", ¡qué formal!", "no molesta nada"; es muy probable que desde entonces haya calado en ti, poco a poco, un mensaje muy negativo acerca de cómo deberías comportante y de cuál debería ser la relación más sana contigo y con los demás. 

Si te hicieron entender desde pequeña que lo bueno es ser complaciente con los deseos de los demás o que la aceptación pasa por la sumisión al entorno, ya fuera la familia, los compañeros de clase o los amigos, seguramente, hayas llegado a la vida adulta con una clara actitud de complacencia y sacrificio. Entendiendo éste como la anteposición de cualquier necesidad ajena por delante de la tuya.

¿Sueles colocar tus deseos en un segundo o tercer plano? Si es así, quizá deberías pararte unos instantes a pensar si te estás cuidando tanto como deberías. 

Y es que, tal y como nos explica Beatriz González, psicóloga y directora de Somos Psicología y Formación, "priorizar las necesidades de otros antes que las nuestras" podría ser un indicativo de que tienes el síndrome de la chica buena. 

Poner a los demás siempre por delante

El síndrome de la chica buena, es un término que creó la psicoterapeuta estadounidense Beverly Engel en su libro Nice Girl Syndrome y que afecta mayoritariamente a la población femenina, aunque también se da en hombres. 

Un término que Beatriz González define como aquel que afecta a "las mujeres que priorizan primero el bienestar de otras personas antes que el suyo, y que siempre están disponibles para cumplir expectativas ajenas, aunque esto les genere un elevado coste tanto físico como emocional". 

Son personas a las que les cuesta muchísimo poner límites. Además, "les resulta imposible decir “no” a cualquier petición, lo que hace que se olviden de sí mismas en favor de los demás", remarca la psicóloga.

límites parar marcar tu espacio

Además de priorizar los deseos ajenos, la experta señala otros dos rasgos que ayudan a dibujar el perfil de una persona con este síndrome:

  • No saber poner límites. Son personas a las que les cuesta mucho poner barreras. Sin embargo, poner límites es necesario. No es una actitud egoísta, es una actitud saludable.
  • Tener una autoestima baja. Esta falta de valoración hacia uno mismo, conduce a la búsqueda constante de la aprobación por parte de los demás para sentirse queridas. Esta actitud, junto a la necesidad de estar a la altura de las expectativas de los demás conlleva un elevado coste emocional.

Priorizar tus deseos No es ser mala persona

El mensaje que llega desde la sociedad al individuo es que poner límites, o dicho de otro modo, priorizar lo que cada uno quiere o necesita y dejar los deseos de los demás en un segundo nivel, se identifica con ser mala persona. Sin embargo, tal y como explica la psicóloga Marta Martínez Novoa en su libro El síndrome de la chica buena: deja de complacer a todo el mundo y empieza a pensar en ti (Zenith Editorial), poner límites no es malo, es ser natural, es ser quien necesitas ser en ese momento. 

Cómo dejar atrás a la "chica" buena

Hasta aquí hemos visto cuáles son los rasgos principales que definen el síndrome, veamos ahora qué dice la experta acerca de cómo revertir esta actitud y el comportamiento asociado. "El primer trabajo terapéutico que propondría -explica González- sería que antes de dar una respuesta al otro, la paciente se preguntará a sí misma, si lo hace porque le apetece o le gusta, o si lo hace para agradar al otro o por miedo a ser rechazada".

Ese diálogo interior es muy importante ya que "ser consciente de esto es clave". Una vez se ha establecido esta conexión con uno mismo, es el momento de "salir poco a poco de su zona de confort. Para ello, "ha de ir priorizando sus necesidades frente a las de los demás", añade.

En esta misma línea, la psicóloga Martínez Novoa recomienda en su libro, tener momentos de reflexión para preguntarse a sí mismo preguntas como ¿Me gusta mi día a día? ¿Me gusta hacia dónde está yendo mi vida? ¿Controlo mi vida o la vida me controla a mí? ¿Estoy satisfecha? ¿Qué me falta? ¿Cómo me siento con las personas con las que paso mucho tiempo? 

Aprender a decir "NO" a los demás

Dos amigas hablando en serio

iStock

Junto a este diálogo interior, otra de las vías para reconducir esa bondad mal entendida y recuperar el equilibrio emocional, es aprender a decir "no". O dicho de otro modo, aprender a decirse a uno mismo "sí".

Con este giro de 180 grados, lo que estamos haciendo es aprender a escucharnos, a valorarnos y a tenernos en cuenta a la hora de tomar decisiones. Algo que muchas veces pasamos por alto sin darnos cuenta. 

De hecho, ¿cuántas veces has descartado tu propia opinión justificándolo con frases del tipo "total, no es tan importante"? Sin embargo, esas pequeñas renuncias son como granitos de arena que se van amontonando y que, poco a poco, forman una gran montaña difícil de ignorar.

Por todo ello, es importante marcar barreras. Y es que, construir esos parapetos no significa que no demos valor a los demás y a sus intereses. Lo que en realidad estamos haciendo es delimitar el espacio propio que queremos que se respete. Esa es la manera de reforzar nuestra salud mental y, en última instancia, acercarnos un poquito más a la felicidad.

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