La costumbre olvidada en España que aumenta las hormonas de las felicidad según la ciencia

Los españoles cada vez nos tocamos menos. Se extienden las costumbres nórdicas que marcan mucho más las distancias. Es importante respetar los espacios, pero hay ocasiones en que el contacto físico no solo es bueno sino importante, porque mejora el bienestar físico y mental. Un macroestudio científico aclara cuándo es bueno tocarnos y por quién.

Pablo Cubí
Pablo Cubí del Amo

Periodista

Actualizado a

Hombre con niñoa pequeño en brazos actitud cariñosa

El contacto físico libera hormonas que aumentan el bienestar.

Una de las cosas que más sorprende a la gente que visita Japón es el poco contacto físico que existe entre ellos. Incluso familiares cercanos que hace tiempo que no se ven, se saludan con reverencias en lugar de abrazos. Menos radicales, nuestros vecinos europeos del norte son algo más efusivos, aunque siempre han mantenido un invisible circulo personal a su alrededor y no les gusta que se traspase.

Los españoles, y los habitantes mediterráneos en general, hemos tenido siempre la fama de ser mucho más tocones. Aunque en este siglo vivimos un momento social complicado. Las críticas a los gestos machistas y la lucha de las mujeres por hacer valer sus derechos han provocado una situación de cierta prevención en la sociedad. Los besos y abrazos se han reducido cuando la relación no es muy estrecha.

Esa actitud, cuando el contacto no es deseado, es lo correcto. A nadie le gusta que invadan su espacio si no le apetece. Sin embargo, puede que debamos replantearnos esa frialdad en el trato. Ahora la ciencia dice que nuestros hábitos eran los correctos y los nórdicos y nipones están equivocados.

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La importancia del contacto físico

Quien nos ha abierto los ojos es un macroestudio llevado a cabo por investigadores alemanes y holandeses y que señala que el contacto cuando es de mutuo acuerdo es muy beneficioso para la salud tanto física como psicológica en cualquier etapa de la vida.

El estudio se ha llevado a cabo después de observar que el contacto de sanitarios había sido tan beneficioso para los pacientes durante la pandemia. Muchos de los supervivientes, que permanecían ingresados y aislados, explicaban lo agradecidos que estaban a esos momentos de contacto, que casi siempre se limitaba a coger una mano.

Los investigadores ya tenían información sobre los beneficios del contacto físico. Quisieron ir un paso más allá. Saber qué tipo de contacto es más útil, si es igual de importante a cualquier edad, por parte de cualquier persona o con qué frecuencia nos hemos de tocar.

Para dar respuesta a todas estas otras preguntas, analizaron más de 200 estudios previos que habían investigado el contacto como medio terapéutico. Los resultados, que pueden sorprender, se han publicado ahora en la revista Nature Human Behaviour.

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Cuándo es más importante tocarse

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El estudio confirma conclusiones anteriores de estudios empíricos más pequeños -ha explicado el profesor de Psicología Sebastian Ocklenburg, de la Medical School de Hamburgo-. Confirma que los contactos táctiles son beneficiosos para la salud física y mental.

Respecto a los beneficios, los investigadores concluyen que los abrazos, caricias y masajes ayudan a mitigar el dolor, reducen la ansiedadyriesgo de depresión. Eso es así porque el contacto personal aumenta la producción de las hormonas de la felicidad; en especial la serotonina que es un analgésico natural.

Respecto a qué edad es más beneficioso, los resultados muestran que en cualquier etapa de la vida se producen estos beneficios en las personas enfermas. También se dan en personas sanas, pero su grado depende de las circunstancias personales en las que se encuentre uno. En el caso de los recién nacidos, contribuyen a que ganen peso y se sientan más seguros (regulan los niveles de cortisol, la hormona del estrés).

¿Quién debe ofrecer el contacto? Esta es una de las respuestas más sorprendentes. En los beneficios no influye ni el tipo de contacto (tocar, acariciar o masajear) ni quién lo aplica. Es decir, es igual de beneficioso que sea un familiar o un personal sanitario. La excepción son los bebés, que reaccionan mejor al contacto materno.

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Con qué frecuencia hay que tocarse

Dado que no importa ni el tipo de contacto ni la persona, los investigadores quisieron estudiar si hay una frecuencia mínima necesaria para que estas muestras de contacto sean beneficiosas. Y lo que han visto es que no hay diferencias sustanciales si el roce de la piel con piel se produce durante un periodo corto de tiempo o es más largo.

Lo que sí varía es con que asiduidad se produce este contacto. Si la persona recibe estas muestras de acercamiento más a menudo los beneficios se incrementan. Es decir, es mejor ir acercando la mano con más frecuencia y no es necesario cogerla constantemente.

Si bien no hay diferencia entre una caricia o un apretón o un abrazo, la zona del cuerpo que tiene el contacto sí es importante: las caricias y masajes en la cara y el pelo son las zonas donde más se consigue impulsar la producción de serotonina. Más que dando la mano o tocando otras partes del cuerpo.

Las máquinas no son un buen sustituto

Los casos vividos y analizados en la pandemia también han permitido comprobar que la utilización de robots para intentar suplir ese contacto por culpa del aislamiento o la utilización de mantas pesadas ofrecía ciertos beneficios, pero solo a nivel físico. Con esos sustitutos, nunca se conseguía un bienestar mental equiparable al contacto humano.

Los investigadores subrayan que sus resultados muestran que en casos de extrema necesidad los robots se pueden usar como sustitutos con buenos resultados, aunque no se pueden equiparar al contacto humano, al menos de momento.

Respecto a las limitaciones del estudio, al tratarse de una investigación sobre otros estudios ya hechos, los autores reconocen que falta un equilibrio, puesto que en una gran mayoría de estudios los pacientes eran mujeres o no se diferenciaba por sexos.

Y aunque la comunidad científica relaciona los beneficios del contacto físico con la serotonina, la respuesta no está completa. “El estudio tampoco permite extraer conclusiones sobre por qué el contacto tiene tantos beneficios para la salud física y mental”, puntualiza el profesor Ocklenburg, en declaraciones a la agencia SMC.