El hombre desde siempre ha tenido curiosidad por las cosquillas. Sócrates ya se planteaba qué hace que unas personas sean más sensibles que otras a las cosquillas. Charles Darwin también lo estudió en su interés por la evolución humana y de otras especies.
Puede parecer un interés trivial. No lo es. La neurociencia cree que hay que tomarlas más en serio. Más allá de una fuente de risa, suponen una gran complejidad sensorial, emocional y psicológica.
Se sigue dándole vueltas a la reacción a las cosquillas. A partir del hecho de que uno no puede hacerse cosquillas a sí mismo ha intentado aportar algunas hipótesis. Aunque te adelantamos que sigue sin haber una respuesta definitiva. Los últimos en aportar ideas han sido unos investigadores de la Universidad de Radboud, en Países Bajos.
Las cosquillas fortalecen los vínculos afectivos entre las personas.
iStock
Qué beneficios aportan las cosquillas
Las cosquillas desempeñan un papel significativo en la interacción social, el desarrollo infantil y el bienestar emocional. Crean vínculos afectivos muy fuertes.
“Pueden fortalecer el vínculo entre padres e hijos, por ejemplo; solemos hacerles cosquillas a nuestros bebés e hijos”, recuerda la neurocientífica Konstantina Kilteni, autora de este último estudio. También promueven la sociabilidad entre las personas.
Asimismo, es una forma de reducir el estrés y mejorar el estado de ánimo. La risa que provocan las cosquillas puede ser liberadora, aumenta las endorfinas y la dopamina, dos de las hormonas del placer y la felicidad.
Otros informes psicológicos atribuyen a las cosquillas de los niños beneficios en su crecimiento. Les estimula y ayuda a madurar su red nerviosa. También ayudan a que tengan más conciencia de su propio cuerpo.
Cómo se crean las cosquillas
No hay consenso entre la comunidad científica respecto a qué es el cosquilleo. El hecho de que no puedes hacértelas a ti mismo nos da una pista: “Como sabemos cuándo y dónde nos vamos a hacer cosquillas, el cerebro puede desactivar el reflejo de cosquillas de antemano. Pero no sabemos qué sucede exactamente en nuestro cerebro cuando nos hacen cosquillas", ha explicado la investigadora Kilteni.
En su laboratorio de Radboud, esta científica tiene una máquina de hacer cosquillas y está experimentando. Analiza con electrodos cómo reacciona el cerebro de la gente. Señala que hay diferencias entre las cosquillas de las axilas hechas con las manos a, por ejemplo, las cosquillas de la espalda provocadas con una pluma.
En las axilas y los pies tenemos más cosquillas. Y la respuesta no es que sean más sensibles al tacto. No son zonas donde tengamos más receptores cutáneos. Otra opción sería que son zonas más vulnerables ante una pelea, aunque sin mucha base, porque hay también zonas vulnerables que tienen menos cosquillas.
También sabemos que las personas del espectro autista perciben las caricias con más cosquillas. Es otra pista de cómo puede influir la configuración cerebral en la percepción de las cosquillas.
Pero también algunos animales, desde los gorilas y los bonobos a algunas ratas perciben las cosquillas. ¿Qué propósito tienen entonces en la evolución? No hay todavía respuesta.
Por qué a unos les gustan y a otros no
Como tampoco hay respuesta al porqué algunos las acepten mejor que otros. Unos investigadores previos quisieron responderlo. ¿Por qué nos reímos incluso si nos molestan esas cosquillas? Esta investigación estadounidense con 84 voluntarios obtuvo resultados similares: un tercio se ría de placer, otro tercio no les hizo caso a las cosquillas y otro tercio se reía pero no le gustaban.
“Como comportamiento social, la risa puede comunicar emociones distintas y tener funciones distintas, desde alegría y felicidad hasta ser una señal de vergüenza o incitar a la agresión”, ha recordado la investigadora Kilteni.
En cuanto a las diferentes actitudes frente a las cosquillas, hay debate sobre si tiene que ver más con la personalidad o con aspectos físiológicos, diferente sensibilidad de la piel.
A fin de cuentas, las cosquillas, como el dolor o el placer de un orgasmo, son percepciones totalmente subjetivas. Podemos describirlas, compararlas con otras cosas y no dejarán de ser algo muy nuestro que no sabemos hasta qué punto es exactamente igual al de las otras personas.
Los dos tipos de cosquillas
“Si sabemos cómo funcionan las cosquillas a nivel cerebral, podría proporcionar mucha información sobre otros temas de la neurociencia”, asegura Konstantina Kilteni. Por eso, y pese a que ella no se reconoce fan de las cosquillas, sí está obsesionada con descubrir sus secretos.
Se han distinguido dos tipos de cosquillas:
- Knismesis: la sensación leve, como la que provoca un insecto, y que no nos hace reír.
- Gargalesis: la sensación más intensa que sí genera risa involuntaria y movimientos reflejos.