La mayoría de las personas quieren vivir más tiempo… si tienen buena salud. En este sentido, los científicos no deberíamos querer lograr récords de longevidad si al mismo tiempo no evitamos enfermedades incapacitantes a los individuos. Pero la naturaleza, muy de vez en cuando, produce seres humanos con una resistencia excepcional. Son los denominados supercentenarios.
Los supercentenarios se definen por tener más de 110 años y un estado médico mucho mejor del esperable. Recientemente, hemos tenido la oportunidad de estudiar a la que fue la persona más vieja del mundo, con más de 117 años.
Se llamaba Maria Branyas y, como verán enseguida, su organismo gozaba de una serie de ventajas metabólicas y genéticas que le ayudaron a encabezar la lista mundial de personas supercentenarias.
Los supercentenarios se definen por tener más de 110 años y un estado médico mucho mejor del esperable
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lo que hemos descubierto
Les resumo lo que hemos aprendido estudiando a esta extraordinaria mujer que mantuvo su ingenio, buen ánimo y lucidez hasta los últimos días de su existencia (falleció en agosto del 2024).
Hemos aprendido que, para ser un supercentenario, es mejor ser mujer, vivir en un clima sin temperaturas extremas, caminar, comer frugalmente, tener un buen círculo de amistades y familiares que te quieren, no beber alcohol y no fumar.
Esto es lo que reflejan los datos de las entrevistas que mantuvimos con Maria y la historia clínica que completamos a partir de esas charlas sobre su vida, sus hábitos y su manera de ser.
¿Y qué nos dicen los resultados del laboratorio?
Nos sugieren, por primera vez, que los mecanismos celulares asociados al envejecimiento no son necesariamente los mismos que los que están ligados a las enfermedades de la vejez.
Pongo un ejemplo: nuestra supercentenaria presentaba unos extremos de los cromosomas (esa especie de cordones o capuchones denominados telómeros que funcionan como una protección) muy acortados, como lápices sin punta que ya habían escrito muchas páginas de vida.
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En los últimos años hemos relacionado unos telómeros más cortos con una vida más corta. Sin embargo, eso no se cumplió en Maria Branyas.
Fue una mujer de 117 años relativamente saludable. Es decir, en su caso los telómeros eran un marcador del paso de los años, pero no necesariamente de las enfermedades asociadas a la edad avanzada. No tenía dolencias muy graves pese a que los “capuchones” de sus cromosomas estaban acortados.
los escudos de protección
¿A qué se puede achacar esa resistencia frente a patologías que sí nos achacan al resto de mortales con el paso de los años? Nuestra supercentenaria presentaba varios escudos de protección contra esas dolencias de la edad.
Genes magníficos
Para empezar, había heredado de sus padres unos genes magníficos. Algunas de estas variantes de ADN observadas en ella no se han visto en ninguna otra persona de Europa.
Esta genética la protegía de la rotura de cromosomas, le daba una ventaja energética, le confería una barrera para el desarrollo de enfermedades cardiovasculares, neurodegenerativas como el alzhéimer, o metabólicas como la diabetes.
Los análisis más exhaustivos de su sangre donde se analizaron centenares de biomoléculas, incluyendo proteínas complejas, demostraban un nivel de salud que, les aseguro, ahora mismo todos firmaríamos tener.
SALUD DIGESTIVA
Además, su tracto digestivo estaba enriquecido con bacterias antiinflamatorias, algunas adquiridas por el consumo de yogures, lo que le proporcionaba otra ventaja antienvejecimiento.
EDAD BIOLÓGICA
Y finalmente su edad biológica, medida por “relojes epigenéticos” (miden las marcas químicas que nuestros actos dejan en el ADN), era mucho menor que su edad cronológica. Sus células se “sentían” como si tuvieran 10 años menos.
Sin duda, los supercentenarios tienen mucho que enseñarnos.