Dr. Luis Rojas Marcos: “Cuando tu mente negativa te sumerja en pensamientos oscuros, recuerda que podemos vivir sin comer un mes, sin agua una semana… pero sin esperanza no se puede vivir”

Pensar en positivo es una magnífica herramienta en la vida: nos da fuerza para superar las adversidades. El Dr. Luis Rojas Marcos, psiquiatra e investigador, nos explica cómo podemos cambiar el prisma de nuestra mirada y nos demuestra el porqué pensar en positivo sale a cuenta.

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Dr. Luis Rojas Marcos

El psiquiatra e investigador Luis Rojas Marcos.

Yo he dedicado los últimos años de mi carrera como psiquiatra, entre otras cosas, a estudiar y difundir “la Ciencia del optimismo”. Porque creo firmemente en que las personas pueden mejorar su satisfacción con la vida. Déjenme explicarles una anécdota de hace ya algunos años, pero que ilustra muy bien esa percepción.

Una de mis pacientes llegó a mi consulta y me dijo: “Doctor, yo querría ser más optimista”. Y yo, que no la veía especialmente contrariada por nada, le contesté que ya la veía contenta. Su respuesta me gustó especialmente en aquel momento, pero bien podría servir para cualquier situación y para cualquier persona hoy en día.

La mujer concluyó: “Sí, estoy contenta, pero quiero ser más positiva porque he leído que el optimismo ayuda a superar un infarto”. No solo me agradó su optimismo (con esa respuesta la mujer reconocía su propia valía para cambiar una situación que podía ser grave), sino su actitud anticipatoria. 

optimismo mujer

Aprender a ser más optimistas y alejarnos de  los pensamientos negativos está en nuestras manos

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Cuando nos imaginamos algo que está por suceder y que nos genera preocupación, solemos hacerlo desde la negatividad. Seguramente sea la forma que encontramos entonces para prepararnos mentalmente y que lo que ocurra, si se confirma que es un mal desenlace, no nos duela tanto. Pero la postura de aquella paciente era idónea porque partía de la idea de poder reaccionar –pasara lo que pasara– con decisión y confianza en lugar de esperar a ver qué ocurría (una actitud pasiva que suele dejarnos más bien desarmados).

La felicidad es algo genético y todo el mundo tiene la capacidad de desarrollarla. Todos podemos tener una visión similar a la de aquella paciente. Porque la felicidad está programada en nuestro ADN, en nuestros genes. De lo contrario, la especie humana no hubiera superado muchas situaciones complicadas ni hubiera podido sobrevivir.

Cambiar el prisma de nuestra mirada es posible

Antes de adentrarnos más en el tema, me gustaría aclarar algo: la persona optimista no es una persona cándida o poco realista, más bien al contrario. Siempre evalúa lo positivo pero también lo negativo, lo que pasa es que le da más importancia a lo primero. 

Quienes son pesimistas, en cambio, se encallan en lo negativo y son incapaces de ver los puntos a favor. Ven solo las amenazas, pero no las oportunidades. Tienen, por lo tanto, una visión más fragmentada. Dicho esto, me gustaría que hicieras un ejercicio bien sencillo: Enumera, o anota si lo prefieres, 20 recuerdos de tu vida. Casi con toda seguridad recordarás cosas positivas antes que situaciones dolorosas.

La mayoría de las personas (no todos) tenemos muchos más recuerdos positivos que negativos. Esto se explica por dos motivos: en primer lugar, porque nuestra memoria modifica los recuerdos, de manera que tendemos a considerarlos mejor de lo que fueron.

mujer optimista

La mayoría de las personas (no todos) tenemos muchos más recuerdos positivos que negativos.

Por otro lado, el cerebro humano tiende a guardar lo positivo con más frecuencia que lo negativo (eso está y programado en nuestro ADN, como avancé antes). Debido a nuestro gran instinto de supervivencia, al recordar momentos del pasado, o retos que pudimos superar, incrementamos nuestro nivel de esperanza y disponemos de argumentos para tomar el control, programarnos y salir airosos de cualquier situación.

La mente juega a nuestro favor 

Pero hay que dar un paso al frente y hacer lo propio con el futuro. Si somos capaces de embellecer el pasado, ¿por qué no acostumbrarnos a hacer lo mismo con lo que está por suceder? Como vemos, en realidad la mente está programada inicialmente para jugar a nuestro favor.

Además, el optimismo activo y eficaz actual poco tiene que ver con el optimismo pasivo que tenían generaciones anteriores, quizá mucho más ingenuas. Hoy en día somos optimistas porque tenemos mayor autoconfianza, creemos más en nuestras posibilidades y en la capacidad de establecer y alcanzar metas personales. 

1. EL DIÁLOGO INTERNO ES CLAVE

Para potenciar nuestro optimismo, conviene practicar el diálogo interno. Hablarnos a nosotros mismos de una forma asertiva y amable ha sido desde siempre una de las más motivadoras herramientas. No solo para lograr un mayor autoconocimiento sino también para aumentar, precisamente, esa autoestima y bienestar emocional que nos facilitará el desechar los mensajes negativos que en ocasiones la mente se empeña en mostrarnos una y otra vez. 

Esa comunicabilidad con uno mismo ayuda a darnos ánimo y buen consejo a la hora de tomar decisiones. Y con eso ya hemos abierto un poco más la puerta de la positividad.

2. COMUNÍCATE CON LOS DEMÁS 

También conviene comunicarse bien con los demás, porque el simple hecho de compartir con alguien cercano lo que nos preocupa tiene un efecto liberador. Ese desahogo nos facilita, casi de inmediato, poder buscar soluciones. Es decir, esa conversación (nuestro interlocutor o interlocutora también debería tener cierto carácter positivo, resolutivo y resiliente) puede llevarnos a ver el vaso medio lleno y no medio vacío. 

De esa relación con otras personas destaco otro aspecto que personalmente me interesa mucho: comunicarnos aumenta nuestra capacidad de ayudar a otros. Expresar solidaridad, que puede materializarse simplemente escuchando o empatizando con alguien, es tremendamente útil. Y no solo para quien es ayudado, sino también para uno mismo.

La explicación es que, al poner la atención en otro u otros, evitamos que nuestros problemas nos paralicen. Me van a permitir que, en este punto, recuerde a mi abuelo materno, Miguel, que era médico rural en Liendo, un pequeño y maravilloso valle de Cantabria. No llegué a conocerlo, pero mi madre me contaba que, al visitar a sus pacientes, solía dejar unas pesetas bajo la almohada a los más necesitados. No sé quién obtenía más satisfacción y cambiaba su perspectiva de la vida, si ellos o mi abuelo. 

En conexión con el punto anterior está la soledad. Estar o sentirse solo o sola puede afectar negativamente a nuestra salud mental y a nuestro estado físico. Si no es una soledad buscada y aceptada, hay muchas probabilidades de que nos vaya sumiendo en un estado de suspicacia y de desconfianza. Con el tiempo, la soledad nos conmociona y alimenta sentimientos que van desde el rencor a la tristeza, la nostalgia y la vergüenza, y se convierten en un circuito interminable de amargura. 

3. Pensar en positivo sale a cuenta

Dar prioridad a los pensamientos positivos nos hace sin duda más felices a medio y largo plazo. Es decir, tiene una importante función reparadora. Pero ser optimista tiene otro beneficio que puede ser muy útil para desarrollarnos en sociedad.

Las personas optimistas son más perseverantes, intentan más veces las cosas para conseguir el objetivo que se marcaron. Por esa razón, pueden llegar más lejos. Los pesimistas, en cambio, tienden a adoptar una actitud pasiva de indefensión. Al final, les sale mal (tal y como habían previsto).

Fomentar la idea de que "Lo que quiero, lo voy a conseguir" es positivo. No es magia, es creer en ti y en tus capacidades ejecutivas. Entrena a tu mente para que, en lugar de recrearse en la negatividad, genere mensajes positivos. De esos que te ayudan a tomar el timón, avanzar y lograr las metas que te propones.  

Nunca es tarde para volverse optimista

Tener una vida activa te puede hacer más optimista, además de que la actividad física es beneficiosa para la mente y el cuerpo a cualquier edad. 

  • Yo comencé a correr maratones a los 50 años. A mi ritmo, unas veces más rápido y otras más lento, pero siempre proponiéndome llegar y dándome ánimos con ese lenguaje interno del que hablaba antes. Ese hábito ha sido fundamental en mi vida y sin duda me ha ayudado mucho a formar parte del club de los optimistas. ¡Si podía con eso…, podía con otras muchas situaciones!
  • Tener aficiones diferentes, ampliar tu círculo de amigos, buscar aspectos o detalles gratificantes de tu trabajo y tus aficiones, estrechar lazos con los componentes preferidos de tu familia y amistades… Todo ello será tu colchón o tu tabla de salvación cuando algo falle. Y te dará ánimos para seguir adelante.

  • Otra grandísima herramienta es el sentido del humor. No siempre es fácil sacarlo a relucir ni hay por qué hacerlo si nos enfrentamos a algo serio. Pero sí podemos echar mano del humor una vez pasada esa situación. Y no solo porque eso nos hace bien, sino porque nos ayudará a afrontar la siguiente contienda con más fuerza y positividad. Lógicamente, también podemos recurrir al humor cuando el problema no sea tal y solo sea nuestra mente, mostrándonos hipótesis calamitosas que no tienen por qué suceder. En ese momento, reírnos un poco de nosotros mismos y de nuestra mente tremendista puede hacernos mucho bien.
  • En todo caso, cuando tu mente negativa vaya muy deprisa y te sumerja en pensamientos oscuros, recuerda esto: podemos vivir sin comer un mes; podemos vivir sin beber agua una semana; podemos vivir sin respirar 6 minutos… Pero sin esperanza no se puede vivir. Me lo decía continuamente uno de mis profesores y le doy toda la razón. Y, como añadido a esa inteligente reflexión, te doy un apunte final: recuérdate a ti mismo que, siendo una persona pesimista, no ganas nada.