Todos hemos sentido ese golpe seco que deja una frase malintencionada o una actitud hiriente. El impacto se clava sin que nadie lo vea, pero realmente afecta. Hay veces que no es lo que dijeron, sino lo que nos hizo sentir.
Se nos revuelve algo dentro, como si nos hubieran tocado donde más molesta. Y sin embargo, cuando todo se calma, hay una pregunta que no deja de rondar: ¿y si no era para tanto y me lo tomé demasiado mal?
El doctor Daniel López Rosetti, especialista en estrés, planteó en una intervención en La Fórmula que quizás la autopercepción hace más mal que bien: "Uno se siente dolido cuando alguien te trata mal, pero la pregunta es: ¿qué me dolió del maltrato? A lo mejor fue mi ego".
Esa idea cambia el punto de vista. El foco ya no está en lo que hizo el otro, sino en cómo lo vivimos. Si identificamos que el golpe no va al cuerpo como tal, sino a la imagen que tenemos de nosotros mismos, podemos empezar a desactivarlo.
La filosofía también se receta para vivir mejor
El pensamiento estoico propone algo que parece simple pero cuesta aplicar. Se trata de distinguir lo que depende de uno y lo que no. En el Hospital de San Isidro de Buenos Aires, donde López Rosetti coordina el primer servicio público de Medicina del Estrés en Argentina, enseñan esto a los pacientes como una herramienta básica. No se trata de resignación, sino de enfoque.
Saber dónde poner la energía es una forma sencilla de reducir el sufrimiento. “Muchas veces no controlamos lo que nos pasa, pero sí controlamos lo que hacemos con lo que nos pasa. Ahí está la clave”, afirma López Rosetti en su intervención.
Esa distinción cambia muchas cosas. No impide el dolor, pero evita que crezca sin sentido. Si uno reconoce que hay situaciones que escapan por completo a su control —el carácter del otro, el clima, una reacción desmedida—, entonces deja de gastar energía en tratar de modificar lo imposible. Eso no elimina el impacto inicial, pero sí frena la cadena de pensamientos y emociones que suelen multiplicarlo.
Cuando la ira sube, conviene salir del incendio
La reacción puede ser inmediata, pero la salida también. Basta un gesto. Un paso atrás. Un cambio de aire. En palabras del propio Rosetti, "cuando estás en un ataque de ira, lo más inteligente es salir del incendio. Dar media vuelta y alejarte".
Esa acción, aunque parezca simple, tiene un efecto directo sobre el cuerpo. Caminar aleja el foco de tensión, reduce la producción de adrenalina y ayuda a que el sistema nervioso se estabilice. La temperatura emocional baja, y con ella se evita decir o hacer algo que luego se puede lamentar.
Reconocer el momento justo permite frenar antes de que todo estalle. El control, en ese punto, no consiste en dejar de sentir, sino en evitar que la emoción tome el mando. Y eso cambia por completo el desenlace de una posible discusión o la reacción tras una ofensa.
Un telescopio, un reloj y una bacteria
Esta es la receta que Rosetti propone en La Fórmula para reducir el ego. Cada objeto tiene su razón:
- El telescopio sirve para mirar al universo y aceptar lo pequeños que somos.
- El reloj nos recuerda que el tiempo avanza sin que nos demos cuenta y no lo podemos perder así como así
- La bacteria, imperceptible a simple vista, muestra lo vulnerables que somos, incluso ante lo más diminuto.
Estos elementos funcionan como antídotos. Rompen la idea de control absoluto. Duelen un poco, pero ayudan. Porque muchas veces el sufrimiento surge de creerse demasiado importante o eterno. Y no lo somos.
Aceptarlo no nos resta valor, nos da margen para vivir con menos exigencia y más humildad. Desde ahí, las relaciones con los demás también cambia.
Buscar serenidad, no euforia
Una de las ideas más extendidas sobre la felicidad es que tiene que ver con momentos intensos. Esa idea, según López Rosetti, confunde más de lo que ayuda. Lo esencial no es acumular momentos eufóricos, sino construir una base de serenidad estable. El médico lo resume así: “No se es feliz espontáneamente. Ser feliz, es decir, tener paz, serenidad y calma, requiere esfuerzo”.
Buscar serenidad en lugar de intensidad mejora la calidad de vida diaria, ya que permite sostener un equilibrio emocional más saludable.
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Esto implica trabajar activamente en el bienestar diario. No se trata de evitar todo lo negativo, sino de aprender a gestionarlo con más equilibrio. Buscar ratos de tranquilidad, cuidar la salud emocional y elegir mejor las batallas. Un paseo, una conversación sin apuros o simplemente desconectar del móvil a tiempo pueden ser pequeñas acciones que sostienen ese estado.
Tres preguntas para empezar a cambiar
No hace falta mucho para empezar a ver las cosas de otra manera. Solo constancia. Un diario puede ser una herramienta poderosa si se usa bien. No como una lista de actividades, sino como un espacio para revisar lo vivido.
Rosetti propone tres preguntas cada noche: "Qué hice mal hoy, qué hice bien hoy, qué hubiera hecho de modo diferente". Según explica el doctor, si "lo haces siete días, sacas conclusiones y es autoconocimiento".
Esta práctica sencilla ayuda a ver patrones, a corregir errores repetidos y a reforzar lo que sí funciona. Porque para cambiar, primero hay que observar con honestidad.
Cada mañana es una nueva oportunidad
Hay días en los que nada parece salir bien. Pero también hay algo que se mantiene constante. Las posibilidades siguen llegando. Rosetti lo resume así: "La vida comienza todas las mañanas".
El doctor entiende que "parece una tontería, pero es extraordinario" porque "no importa lo de hoy", ya que mañana habrá otra oportunidad. Volver a empezar, cada día, es quizás la forma más realista de construir una vida mejor.