Los despertares infantiles son para muchos padres un verdadero problema. “¿Cuándo dormirá toda la noche?”, preguntan muy preocupados.
La respuesta es que todos, adultos y niños, tenemos pequeños despertares nocturnos a lo largo de toda nuestra vida, pero mientras los adultos en breves segundos nos volvemos a dormir como si nada hubiera pasado, los bebés a veces se desvelan.
Al final, que duerman como los adultos es sólo una cuestión de tiempo, y en eso cada niño evoluciona diferente; algunos van más rápido que otros.
Descartar trastornos del sueño
La culpa de la falta de descanso nocturno no la tienen los niños, ni tampoco los hábitos que les hayan inculcado los padres; muchas veces es simplemente desinformación sobre lo que es normal o no que hagan en cada momento.
No obstante, cuando hay dificultades persistentes con el sueño, conviene asegurarse de que no son causas médicas o psicológicas las que alteran el sueño de los niños más allá de lo que se consideraría normal para su edad.
Algunos de estos problemas pueden ser las apneas, ansiedad, terrores, pesadillas... En estos casos hay que hacer un buen diagnóstico antes de intervenir.
Apnea del sueño
Las apneas son pausas o paradas respiratorias que obligan a nuestro cerebro a “despertarse” para continuar respirando. En muchos casos se las reconoce fácilmente porque los niños que las padecen presentan alguna de estas características:
- Roncan suavemente o respiran de forma extraña.
- Adquieren posiciones raras para dormir.
- O bien se mueven mucho.
- Y tienen alteraciones diurnas, como cansancio o irritabilidad.
Parasomnias
Son las alteraciones de la conducta durante el sueño e incluyen los casos de niños sonámbulos, los que tienen pesadillas y aquellos que hablan en medio de la noche, gritan o lloran.
Su frecuencia es muy alta, de hecho más de la mitad de los niños van a sufrir alguno de estos episodios antes de los cinco años.
Niños con alteraciones horarias
Suelen identificarse porque tienen un rutinas más caóticas que lo esperable para su edad. Como mínimo varía en más de una o dos horas el momento de acostarse y de levantarse.
No hemos de confundirnos, porque hay personas a las que les gusta acostarse pronto, y a otras tarde, y gente a la que le gusta madrugar y gente a la que no. Cada uno tenemos nuestro ritmo. Nuestros hijos también, y por eso los hay que prefieren ir a la cama pronto, y otros mucho más tarde.
Estos niños tienen rutinas más caóticas e imponerle el mismo horario que a los demás no le beneficia
El problema radica en que como todavía no pueden hablar, les ponemos a dormir a la hora que nosotros consideramos más conveniente o a la que estadísticamente se suelen dormir los niños. Pero nuestro hijo es único y el hecho de imponerle el mismo horario que a los demás no le beneficia y puede provocar que se despierte por la noche.
En cualquier caso, si sospecháis que vuestro hijo puede tener alguna dificultad de este tipo, es conveniente buscar información y consultar con vuestro pediatra.
las causas más habituales
Pero la mayoría de los niños no suele padecer ni problemas médicos ni psicológicos. No obstante, puede que sufran pequeñas alteraciones que podemos eliminar o hacer que mejoren sustancialmente si en estos casos actuamos con anticipación:
- Temperatura. Comprobad que no esté muy abrigado. Los niños suelen notar menos el frío que sus padres, y a menudo los tapamos en exceso. Si además duerme con vosotros, que sois una fuente de calor, hay que abrigarlo muy poquito. También hay que tener en cuenta que el pañal puede dar mucho calor.
- Sed. Es muy frecuente en los bebés que ya han empezado a comer alimentos sólidos. Si se despierta, ofrécele el pecho; y si ya no lo toma, algo de líquido.
- Hambre. Los bebés regulan muy mal su apetito. Hay momentos del día en que tienen mucho y otros en que apenas comen. A eso hay que sumarle que muchos niños no están preparados todavía para pasar sin comer todas las horas que dura la noche. En cualquier caso, la solución es fácil: puedes ofrecerle el pecho o un biberón y si tiene hambre comerá y si no, no comerá.
- Malestar. Comprueba si está incubando algún resfriado, tiene mocos, le sale un diente o le ha hecho reacción una vacuna. Si le alivias, evidentemente, dormirá mejor.
- Estrés. Puede que esté pasando una mala época (inicio de guardería, el nacimiento de un hermanito...) y necesite más comprensión. Si está más nervioso se despertará más frecuentemente, como nos sucede a todos cuando tenemos problemas. Los niños también son muy sensibles a cualquier pequeño cambio al que nosotros no damos importancia, como estrenar una cuna nueva, que mamá hoy no esté, que le hayan cambiado de habitación...
- El ambiente. Los adultos estamos insensibilizados a ciertos ruidos, incluso hay gente que se acaba acostumbrando al despertador cuando suena, pero para los niños todo es nuevo y se asustan fácilmente. El ruido de la calle, un bocinazo, la lavadora... todo puede despertarles. Por eso a veces lo mejor es evitar el silencio absoluto y, todo lo contrario, acostumbrarles paulatinamente a dormir con los ruidos ambientales normales de la casa.
- Horario de sueño cambiado. Hay niños que duermen demasiado durante el día y luego por la noche se despiertan más. En general, a partir de los siete meses duermen dos siestas que sumadas no deberían superar las tres horas, siendo la de después de comer más larga que la de la mañana. A partir del año deberían hacer solo una siesta y no superior a dos horas. Normalmente dejan de hacerla hacia los tres o cuatro años.
Soluciones propias
Muchas mamás culpan a la lactancia materna de los despertares de sus bebés, cuando es al revés, ya que los niños amamantados suelen dormirse más rápidamente por la noche que los que toman biberón.
Los pequeños problemas de sueño no deberían ser, por tanto, un motivo para dejar la lactancia si todavía no deseas destetar a tu bebé. Hay que buscar las soluciones en otros lados:
- No os quedéis lamentando el cansancio, porque eso solo hará que os angustiéis más y que el problema se alargue.
- No hay una única forma de hacer bien una cosa. Elegid para vuestra familia la que sea más cómoda para todos y funcione mejor. Hay familias a las que el dormir juntos no les supone mayor problema, otras prefieren hacerlo separados. Las hay que se acuestan en horario infantil, las hay que más tarde...
- Pocurad ser optimistas: ¡todos los niños acaban durmiendo solos! De la misma manera que todos, salvo los que tienen alguna patología grave, terminan hablando, controlando sus esfínteres o caminando. Recordadlo siempre, dormir es un proceso evolutivo como lo es aprender a caminar.
- Y, por último, sed prácticos: descansad siempre que podáis y pedid ayuda en cuanto la necesitéis.
Cómo actuar paso a paso
- Haz que os sienta cerca. Dormir con ellos suele reducir los despertares nocturnos. Si no, intentad mecerlo, acariciarle la espalda, susurrarle... vuestra presencia le dará seguridad y volverá a cociliar el sueño más fácilmente.
Atiéndele cuanto llore o te reclame. Si no aumentará su ansiedad y le costará aún más dormir
- Atiéndele cuanto antes. Él solo no se calmará y dejarle llorar aumentará su ansiedad.
- Cubre sus necesidades. Por ejemplo, si tiene hambre, dale de comer. Si está molesto en este sentido, no se le pasará, se seguirá despertando.
- Minimiza la oscuridad. Cuando te levantes por la noche y salgas de la habitación donde colectáis, coloca un piloto luminoso o deja la puerta entreabierta. Si se despierta, quizá se vuelva a dormir tranquilo o, al menos, al reconocer el lugar no se asustará tanto por no saber dónde está.