El período del posparto es uno de los más olvidados del proceso que experimenta una mujer cuando decide tener un bebé. Sangrar durante semanas es algo sobre lo que prácticamente no se habla, aunque a casi todas las mujeres le produce dudas en algún momento.
Tras nacer, el bebé se mantiene unido a la madre a través del cordón umbilical, que va hasta la placenta. Esta continúa adherida a la pared interior del útero hasta el alumbramiento. Poco a poco, conforme el bebé inicia la aventura de respirar desplegando sus pulmones por primera vez, la circulación de la sangre cambia de dirección en su interior, y los vasos del cordón umbilical se colapsan: es el momento en que el cordón deja de latir. Eso produce un aumento de presión hacia al útero y provoca el desprendimiento de la placenta, hasta ese momento adherida a la cara interna del útero.
El papel de la oxitocina
Justo después del parto, cuando este tiene lugar sin interferencias externas de ningún tipo, y si la mujer tiene la oportunidad de estar con su bebé en la intimidad y sin distracciones, se produce un pico en el nivel de oxitocina, el mayor que va a experimentar en toda su vida.
La oxitocina es la “hormona del amor”, que en el posparto posibilita la creación de intensos lazos afectivos entre la madre y el bebé. Pero además de esta influencia sobre el comportamiento, la oxitocina tiene el efecto de controlar el sangrado del útero, ya que contrae fuertemente las fibras uterinas y colapsa las arterias, evitando que sangren. Así se produce el llamado “globo de seguridad”: el útero ve así reducido su tamaño muchísimo respecto al momento previo al parto.
Permitir que la mujer pueda producir el máximo pico de oxitocina es muy importante para prevenir un sangrado posparto excesivo. La mejor forma de favorecerlo es dejando al recién nacido piel con piel encima de la madre, sobre su pecho desnudo, permitiendo que explore, toque, repte haciendo fuerza con sus piernas encogidas, encuentre el pezón –mucho más oscuro para que pueda distinguirlo–, se agarre a él sin ayuda y empiece a succionar espontáneamente.
Es necesario que la madre esté tranquila, que no se le hable ni se la distraiga, que el entorno sea confortable, con luces de baja intensidad y en un ambiente caldeado (es importantísimo que no tenga frío). De este modo se evita que secrete adrenalina, una hormona del estrés que inhibe la producción de oxitocina.
La presencia de estos niveles de oxitocina tras el parto es un recurso de la naturaleza perfecto para producir una potente contracción que expulse bien la placenta y todos los restos de membranas del útero.
Cuando se separa al bebé de su madre, a veces el útero no se contrae con la misma eficacia. En este caso, es posible que haya un mayor riesgo de sangrado y, por lo tanto, sea necesario administrar la versión sintética de esta hormona en un gotero. Estas dificultades también se pueden dar si no se facilita a la mujer un entorno íntimo y tranquilo, o si siente miedo, frío, preocupación o estrés en el período de alumbramiento de la placenta.
Pasados esos primeros momentos de contracción uterina, y con la cavidad del útero ya coagulada, empieza un proceso en el que se va eliminando poco a poco esa capa interna, que es parte del embarazo, y que el útero ha de desechar por completo. Son los loquios.
Un aspecto cambiante
La duración de este proceso es variable. En los libros médicos clásicos se dice que son 40 días –la famosa cuarentena–, y que primero son loquios rojos y luego loquios blancos. Al principio se elimina la capa llamada decidua, que tiene tejido fibroso y muchos vasos sanguíneos; es roja, mezclada con la sangre que estaba en esos vasos y una parte que aún rezuma por las paredes del útero. Es como una regla moderada, cuya cantidad va disminuyendo poco a poco.
Tras el parto, la matrona o las enfermeras suelen vigilar que en esas primeras horas la cantidad sea normal. Si sangra mucho, es importante que la mujer o sus acompañantes avisen cuanto antes a la matrona o el médico.
El cambio de color –del rojo al blanco– de los loquios es debido a que en la segunda o tercera semana después del parto ya solo se expulsa tejido y no sangre.
Una parte proviene del tejido que se “fabricó” para sostener al bebé dentro de la cavidad uterina; otra, del que ha cicatrizado en el interior del útero tras la separación de la placenta. Al principio desprenden un olor parecido al olor del parto. Conforme van pasando los días, va adquiriendo una cualidad más fuerte, inconveniente que se resuelve con una buena higiene y cambiando a menudo la compresa.
Algunas mujeres ya no sangran cuando ha transcurrido un mes, mientras que otras continúan eliminando loquios, aunque escasos, más allá de los 40 días.
Signos de alerta
- ¿Qué cantidad es normal? Cada mujer interpreta a su manera la cantidad del sangrado. Si tiene dudas cuando ya estás en casa, siempre es mejor consultar a la matrona o al médico. En caso de hemorragia importante, o si de repente aumenta el sangrado, conviene acudir de inmediato a urgencias.
- Existe algún problema si van acompañados de fiebre, tienen mal olor, un color extraño o aspecto de pus. Otro síntoma a tener en cuenta es el dolor en la parte baja del vientre, diferente del típico de los entuertos.
- ¿Y si hay coágulos? Si son muy abundantes es necesario comprobar la adecuada contracción del útero y hacer una ecografía para ver si hay restos de placenta retenidos.
En caso de un parto por cesárea
Algunas mujeres que tienen a su bebé por cesárea sangran menos si la placenta se ha sacado de forma artificial desprendiéndola con la mano y luego raspando con una gasa, como se hacía antes.
Sin embargo, la propia cesárea puede provocar que el útero se contraiga peor, y se pierda más sangre después. Además, hay que ir con cuidado en las primeras horas tras el parto: si a la madre se le han administrado sedantes, debe estar acompañada o vigilada con frecuencia por si sangra y no lo percibe. En los siguientes días y semanas, los loquios se van expulsando igual que tras un parto vaginal.
Una vigilancia muy especial
El olor y el aspecto de los loquios puede indicar problemas en el posparto.
- Al principio es suave. El olor de los loquios es especial, y las mujeres, siguiendo su instinto, tienden a saber qué es normal o a detectar cambios. El de los primeros días es más suave y recuerda al de los fluidos del parto. Conforme pasan los días, se hace más intenso.
- Si el olor cambia mucho, o si directamente huele mal, podría ser un síntoma de infección o de algo menos frecuente: el paso del contenido del intestino a la vagina. Eso puede ocurrir si se ha producido un desgarro o un corte importante, y existe una fístula o comunicación entre el recto y la vagina. En este caso, los loquios tienen un color más marrón o lo van adquiriendo poco a poco.
- Hay motivo para preocuparse si la simple ducha e higiene diaria y el cambio frecuente de compresas no hace que el olor desaparezca. En ese caso, habría que consultar de inmediato con la matrona o el médico.
El cuerpo se recupera
Si famosa es la cuarentena, no lo son menos los entuertos: la molestia, presión o dolor que produce la contracción intermitente del útero en las primeras semanas tras el parto. Esas contracciones tienen como objeto ir devolviendo el útero a su tamaño anterior al embarazo.
Suelen ser más molestos, o se perciben más, en la segunda gestación y posteriores
Se notan especialmente en los momentos en que se producen picos altos de oxitocina en la sangre, sobre todo al principio de las tomas de pecho, pero también cuando la madre oye, ve o huele a su bebé, o cuando hay excitación sexual.
Cuidados en la cuarentena
Es un período de descanso y recuperación tras el gran esfuerzo del parto, un tiempo para permitir la máxima intimidad y contacto con el bebé para asegurar un vínculo y lactancia sin problemas. No es el momento de empezar a hacer vida normal, deporte o trabajar, salvo que la madre lo desee, siempre con progresividad y atendiendo a las necesidades de descanso.
Mientras persistan los loquios, es aconsejable no usar tampones, ya que podrían favorecer una infección. En este momento, el cuello del útero aún continúa algo abierto y en contacto con el interior del organismo de la mujer. Por otra parte, para tomar baños calientes o sumergirse en agua es mejor esperar a que el sangrado desaparezca totalmente; así se evita que pueda entrar líquido al útero. La ducha, con el agua a la temperatura que la madre desee, siempre es adecuada.
Retomar la vida de pareja
Tradicionalmente, se ha considerado la cuarentena como un tiempo en el que se debían evitar totalmente las relaciones sexuales. Pero si consideramos la sexualidad como algo más amplio que una penetración, no existe una limitación antes de poder reanudar un contacto afectivo íntimo, salvo las necesidades de la madre y el bebé, y el estado y necesidades afectivas y físicas de la pareja.
Hay que tener en cuenta que en el puerperio la mujer está bajo el influjo de un estado hormonal que disminuye notablemente sus apetencias sexuales. Por ello, esta etapa puede ser un buen momento para redescubrir una sexualidad más tranquila y afectiva, no tan centrada en el coito. Las relaciones sexuales coitales se pueden iniciar, si ambos miembros de la pareja lo desean, cuando ya no hay expulsión de loquios, y siempre con protección ante un posible embarazo, ya que, sobre todo si la lactancia no es exclusiva, la ovulación va a ocurrir antes de la primera regla.