Tras un parto por cesárea, los cirujanos van cosiendo plano por plano la herida en el útero, en el vientre, en la piel... La cicatriz tardará poco en formarse, apenas unos días. Y una delgada línea rosa suele ser la única señal externa de la intervención.
Sin embargo, la cesárea deja a menudo otra herida mucho más difícil de curar y que ningún cirujano podrá coser: la "herida emocional".
Esta se produce conforme la mujer entra en el quirófano para la intervención y puede permanecer abierta durante muchos años después, o incluso toda una vida.
Este artículo está basado en el libro ¿Nacer por cesárea? de Ibone Olza y Enrique Lebrero (Ob Stare).
La herida emocional que deja una cesárea
En algunos casos puede ser una herida mínima, apenas un rasguño, en otros es posible que sea tan dolorosa que llegue a obstaculizar seriamente el bienestar afectivo de la madre o incluso de toda su familia.
Es también una herida cambiante y silente, que puede pasar desapercibida durante mucho tiempo y que, como todas, puede reabrirse y volver a sangrar cuando menos se espera.
Es, sobre todo, una herida difícil de curar, pues raramente se reconoce su existencia. En la mayoría de los tratados de obstetricia se detallan todas las complicaciones y repercusiones, pero rutinariamente se omiten las implicaciones psicológicas o afectivas.
Se suelen omitir las implicaciones afectivas o psicológicas que puede producir una cesárea
Tampoco los profesionales, cuando explican a la mujer los riesgos de la intervención, suelen mencionar este punto.
Una inquitud silenciosa
El mayor obstáculo para la curación de la herida emocional es precisamente el silencio que la envuelve, la minimización o incluso la negación de su existencia.
Algunas madres llegan a expresar sus sentimientos relacionados con la cesárea en las primeras semanas y es frecuente que encuentren como respuesta el típico "de qué te quejas si tienes un bebé sano" o hasta un "los bebés nacidos por cesárea sufren menos y salen más guapos".
Pero lo cierto es que la mayoría de las madres ni siquiera llegan a exteriorizar el dolor anímico que les ha producido la cesárea, bien porque se sienten culpables de sentirse mal ("debería estar feliz con mi hija") bien porque no llegan a identificar el origen de su malestar ("sabía que quería a mi hijo y a la vez sentía que no me importaba").
La mayoría de las madres no exteriorizan el dolor anímico que les ha producido
La herida emocional puede manifestarse con diferente intensidad a lo largo del tiempo. Muchas madres solo empiezan a reconocer el dolor que les produjo la cesárea anterior cuando, años más tarde, consideran un nuevo embarazo.
¿Cómo sanar esa herida emocional?
1. Aceptar tu dolor
El camino hacia la recuperación emocional de la cesárea puede parecer complicado o difícil, pero aceptar los sentimientos propios como válidos y utilizarlos como guía hacia la sanción suele ser el primer paso.
Deja que tu dolor te guíe. En la sociedad actual, el sufrimiento tiende a ser minimizado.
La primera norma cuando analizas tu malestar es que es válido. Y que no permite comparaciones. Debes respetarlo, honrarlo y aceptarlo, probablemente te acompañará hasta que sanes tus heridas.
2. Expresar tus sentimientos
Hablar de todos los sentimientos relativos a tu cesárea facilita la curación de la herida.
Es muy importante elegir el interlocutor adecuado: es más fácil que otras mujeres que han pasado por experiencias similares te puedan entender y ayudar:
- Los grupos de apoyo a la lactancia y a la crianza natural son espacios muy cálidos donde las madres pueden contar sus partos y sentirse escuchadas y comprendidas.
- Los foros en Internet también permiten contactar con madres que han pasado por partos traumáticos o cesáreas.
- La escritura es una de las formas más sencillas de terapia. Escribir la historia del parto suele ser un paso necesario y muy reparador. Algunas madres tardan meses o incluso años en ser capaces de redactar todo lo que vivieron en ese momento, pero al concluir el relato suelen sentirse bastante aliviadas.
Una vez conseguido, puedes comenzar un ejercicio: escribe el parto soñado, el que no pudo ser, el encuentro deseado, cómo te gustaría que hubiese sido el nacimiento...
Hazlo como una manera de recuperar esos sueños y reconocer la belleza que había en ellos, lo que te habría gustado ofrecer a tu bebé como llegada al mundo, y consérvalo como un regalo para ti o para tu bebé.
Puedes utilizar la historia del parto de distintas maneras. Algunas madres deciden compartirla con su pareja o con familiares para que puedan entender lo que ellas vivieron. Otras veces en los grupos de ayuda de Internet.
La tristeza inicial puede dar lugar a sentimientos de rabia,enfado o de culpa
Si consideras que el trato recibido por parte del personal sanitario no fue el correcto, puedes enviarles tu relato para que sepan cómo te sentiste y puedan reflexionar sobre cómo mejorar el trato a las parturientas.
El trabajo emocional es diferente en cada caso. Así, la tristeza inicial puede dar lugar a sentimientos de rabia o enfado, que se pueden traducir en celos o envidia de otras madres que consiguen un parto respetado con aparente poco esfuerzo.
Otras veces, la rabia da paso a la culpa, a sentir que una ha fallado al bebé o a sí misma...
3. Alejarte de culpas
Poco a poco hay que ir reconociendo todo el mérito que tienes, que hiciste siempre lo que pensabas que era mejor.
No se trata de culparse sino de ir haciendo las paces, celebrando que la maternidad muchas veces significa aceptar nuestros errores y que no por eso los hijos nos quieren menos.
Es más bien al revés: reconocer nuestros límites nos permitirá enseñarles a ellos a amarse a sí mismos.
Igual te suena extraño, pero intenta hacer una lista de diez cosas buenas que te aportó la cesárea. Es posible que solo encuentres una o dos, a lo mejor tardas un tiempo en completarla; no hay ninguna prisa.
Hasta en las experiencias más dolorosas hay detalles hermosos que nos ayudan a asimilarlas, permítete buscar todo lo bueno que la cesárea aportó a tu vida.
Algunas de estas cosas positivas que a veces comportan las cesáreas, incluso si son innecesarias, pueden ser:
- Volverse más consciente de la necesidad de escuchar al cuerpo.
- Seguir tu criterio incluso si no coincide con el dedo de los demás.
- Valorar la lactancia.
- Participar de manera activa y responsable en las decisiones que conciernen a la salud de tus hijos o la tuya propia.
- Descubrir otra forma de relacionarte con tu cuerpo...
4. Cuidar tu conexión cuerpo-mente
El trabajo con tu anatomía y tu mente puede ser de gran ayuda:
- Los masajes.
- La bioenergética y otras técnicas que fomentan la conexión con el cuerpo facilitan la reparación de la herida emocional y la recuperación de la confianza.
La relación con tu bebé
Si te permites a ti misma expresar tus emociones, verás cómo te resulta más fácil relacionarte con tu bebé. Puedes contarle cómo te encuentras; nuestros hijos nos escuchan y nos entienden mucho mejor de lo que pensamos.
Si te permites a ti misma expresar tus emociones, te resultará más fácil relacionarte con tu bebé
Dile que, aunque le quieres con toda tu alma, estás triste porque no le pudiste recibir como soñabas. Enséñale lo hermosa y contradictoria que es casi siempre la vida.
No temas las secuelas que le puedan quedar a tu hijo por la cesárea o la separación en las primeras horas, afortunadamente la capacidad de recuperación de los seres humanos es infinita. Si le ofreces amor y cariño, crecerá estupendamente.
saber más...
- Ibone Olza es psiquiatra infanto-juvenil y perinatal, profesora de la UAM y escritora.
- Enrique Lebrero es ginecólogo y cofundador del centro Maternidad Acuario de Alicante.