Qué son las crisis de lactancia

Conocer la existencia de las crisis de lactancia, períodos en los que los lactante reclaman más porque están "haciendo un estirón" y no porque la madre se esté quedando sin leche, nos tranquiliza. Así sabemos que está creciendo y que pidiendo más pecho consigue toda la leche que necesita.

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¿Será una crisis de lactancia?
Dr. Luis Ruiz
Dr. Luis Ruiz

Pediatra

La preocupación por si tendrán suficiente leche o no para criar a su bebé es muy frecuente en las madres, sobre todo en las primerizas.

Esta actitud insegura ya la percibimos muchos médicos durante los meses de embarazo. Se diría que hay una especie de complejo de inferioridad femenino que se refleja cuando preguntamos a la mujer gestante si va a dar el pecho a sus hijos.

Las respuestas que oímos se repiten frecuentemente: “Si tengo bastante”, “si puedo”, “lo intentaré”...

La inseguridad de si podremos amamantar

La falta de confianza es también una constante en las dudas que expresan las madres recientes en las maternidades, en las consultas de los sanitarios o en los grupos de apoyo: “Creo que no tengo suficiente leche”, “¿cómo puedo saber que con lo que le doy tiene bastante?, ¿puede ser que se quede con hambre?, ¿si no sube de peso debe ser que mi leche no es buena, no?”.

Todas estas preocupaciones tienen aún más importancia cuando nos damos cuenta de que a muchas de esas mujeres se les han marcado unas pautas de lactancia, y que hasta entonces creían que dar el pecho implica un horario fijo.

Existe una tradición cultural, errónea, de que las mujeres de hoy no tienen suficiente leche. Esta falsa creencia tiene su origen en los años 70, cuando las madres no recibieron el apoyo necesario de los sanitarios, que en muchas ocasiones aconsejaban administrar leche artificial a los bebés porque ellas parecían no tener cantidad suficiente.

En realidad, lo que ocurría es que el bebé estaba pasando una situación natural: pedía mamar más a menudo porque estaba creciendo y así conseguía que el pecho materno produjera más cantidad.

Desoír pistas falsas

También hay que tener en cuenta que estamos en una sociedad obsesionada con los números. Queremos saber la cantidad exacta de leche que toma el bebé en cada momento. Y no es necesario saber cuánta leche ingiere el bebé, sino reconocer que está tomando la suficiente.

Los signos que hacen pensar a las madres en una falta de leche son múltiples:

  • El bebé demanda el pecho con mucha frecuencia.
  • Vuelve a pedir después de una hora de haber mamado.
  • Presenta un cambio brusco en la forma de mamar, y lo hace durante más tiempo de lo acostumbrado.
  • Está menos rato en cada pecho.
  • El bebé está más irritable y llorón.
  • La madre nota que sus pechos están blandos y no gotean.
  • Algunas mujeres achacan este supuesto problema a que no han notado la subida de leche.
  • Otras están convencidas de que no tienen leche porque su bebé se toma un biberón entero después de haber estado un rato al pecho.
  • O porque al intentar extraerse leche con un extractor o manualmente no han conseguido sacar ni una gota.

Cada una de estas situaciones tiene una valoración diferente y hay que aplicar el tratamiento adecuado a cada caso. Pero todas tienen un objetivo común: hay que conseguir que la confianza materna aumente y que la posición sea la adecuada.

En cualquier caso, un hecho simple nos debe dar tranquilidad: si el bebé hace varios pipís al día y sus cacas son blandas, todo va bien.

crisis de crecimiento: Un proceso natural

El caso que nos ocupa son las crisis de crecimiento, unos cambios bruscos de la frecuencia de la demanda y de la duración de las tomas que ocurren en determinadas épocas y que se asocian a episodios de crecimiento rápido de los bebés. También se vinculan a períodos más largos sin dormir, y lloros continuados y fuera de lo común.

Cuando una de estas crisis aparece, las madres se sorprenden porque hasta entonces todo había ido más o menos bien. No entienden lo que ocurre y algunas incluso temen estar haciendo algo mal. Conforme va pasando el día, con el bebé enganchado al pecho largos períodos de tiempo, empiezan a convencerse de que se están quedando sin leche.

Si no se sabe de la existencia de estas fases que forman parte del proceso natural de crecimiento y la relación entre la oferta y la demanda durante la lactancia –el organismo produce más leche cuanto más estímulo recibe–, las madres pueden sufrir mucha angustia.

Para superarla, a veces recurren a un biberón de prueba que les “confirma” la hipótesis, completamente falsa, de que no tienen suficiente leche o que ésta, directamente, es de mala calidad.

Caer en el desánimo

Las crisis de lactancia se suelen producir alrededor de:

  • La segunda semana de vida del bebé
  • Hacia el mes y medio
  • Y a los tres meses.

La de la segunda semana puede pasar desapercibida. Es un momento en que las madres están en plena fase de adaptación a su nueva vida, con un bebé en brazos al que “conocer”, y es muy posible que no puedan identificar esta situación de forma tan clara como lo harían a las seis semanas.

Habitualmente, la madre inicia un período de tranquilidad justo cuando termina la cuarentena. Las cosas parecen que empiezan a ir bien. El bebé ya mama relajadamente y se queda tranquilo cuando acaba, el número de visitas de amigos y parientes ha disminuido y puede estar tranquila y a solas con su hijo.

La hinchazón de los pechos de los primeros días ha bajado y no nota molestias en el pezón porque ya ha conseguido la postura adecuada. Comienza, por fin, a conocer a su bebé: sabe que llora porque tiene el pañal muy sucio o que está inquieto porque ya tiene hambre. En resumen, está empezando a disfrutar de su maternidad.

En estas crisis de lactancia se dan cambios bruscos de la frecuencia de la demanda y de la duración de las tomas

Un día, de forma brusca, el bebé empieza a aumentar la frecuencia de las tomas: pide antes de que haya transcurrido una hora de la tetada anterior, y en vez de mamar el rato que acostumbra parece que no dejaría nunca el pecho. Con el paso de los días, si se sigue comportando de la misma manera, la madre empieza a angustiarse.

Si, además, nota que los pechos están considerablemente más blandos y en el entorno han habido experiencias similares – “yo también me quedé sin leche al mes y medio, dale un biberón y no te compliques la vida”, “al final vas a terminar agotada y, total, para que gane menos peso”–, el riesgo de abandonar la lactancia materna, sin un motivo real, aumenta considerablemente.

Posiblemente esta crisis del mes y medio es una de las causas de abandono de la lactancia más frecuentes. Pero la naturaleza lo tiene previsto: cuanto más succione y más leche extraiga el bebé, más cantidad habrá. Así pues, en realidad se trata de tener un poco de paciencia durante unos días.

Más tiempo para el bebé

Para resolver el conflicto, y proseguir con una lactancia satisfactoria para ambos, es fundamental un conocimiento previo de la existencia de las crisis. Una vez sabemos qué se puede esperar, hay que poner en marcha las medidas que lo solucionarán.

En primer lugar, durante unos días conviene organizar las cosas para poder pasar más tiempo con el bebé, buscando una compañía que nos ayude en la realización de todas las otras tareas que no sean amamantar.

Alejar la tentación de dar biberones es primordial, porque pueden confundir todavía más al pequeño, que tendrá que succionar de un modo completamente distinto para obtener la leche. Además, al dejar de hacer algunas tetadas, el bebé deja de estimular el pecho y la producción de leche disminuye.

Así pues, no estará de más elegir un buen libro o película y sentarse cómodamente con el bebé para darle todo el pecho que quiera. De este modo la producción de leche se regulará por sí sola y en dos o tres días podrá volver a los hábitos que tenía antes de las crisis.

También será de ayuda que la madre procure que su hijo vacíe bien al menos uno de los dos pechos y usar un sacaleches mientras el bebé duerme para incrementar el estímulo.

Un cambio espectacular

El crecimiento de los niños es muy rápido. Al cumplir un año tu hijo puede haber triplicado el peso del nacimiento. De hecho, durante estos primeros meses, su crecimiento es mayor que en cualquier otro período de su vida.

Estas crisis duran entre dos y siete días, y suelen ocurrir a los 10 días, a las tres semanas, a las seis semanas, a los tres meses y a los seis

Los investigadores no han encontrado datos comunes y referenciables sobre las crisis de crecimiento. Algunas fuentes afirman que duran entre dos y siete días, y que suelen ocurrir a los 10 días, a las tres semanas, a las seis semanas, a los tres meses y a los seis.

Aun así, existen brotes de crecimiento durante toda la infancia, ¿por qué entonces sólo se “notan” en los primeros meses? Una de las respuestas es que los lactantes suelen iniciar la alimentación complementaria hacia los siete meses y entonces, aunque se han descrito crisis de lactancia en esta edad, la inclusión progresiva en su dieta de otros alimentos distintos a la leche materna hacen innecesarias estas crisis de succión.

Posiblemente las crisis de crecimiento se repiten cuando los lactantes mayorcitos están enfermos. Es el caso típico de un niño que ha pasado un proceso vírico con fiebre y ha dado un estirón. No es extraño oír la frase: “Desde que se ha recuperado de la fiebre come mucho más”. Estos estirones podrían estar relacionados con la mayor acción de la hormona del crecimiento cuando la temperatura es alta y durante los períodos nocturnos.

Actuar con convencimiento

En los niños alimentados con biberón las crisis pueden identificarse cuando una madre nos comenta: “Se lo ha comido todo y parece que se queda con hambre. ¿Le doy más?”. Los sanitarios le respondemos que le ofrezca más, pero sin forzarle.

Si un bebé estaba mamando bien y de pronto parece insatisfecho, en primer lugar hay que descartar un problema de salud. Después, lo más importante es intentar relajarse, ganar confianza y procurar pasar unos días muy cerca de él para que la lactancia vuelva a ser tan satisfactoria como hasta entonces.

  • Si llevas pocos días de lactancia, comprueba la posición del bebé.
  • La crianza es una época exigente: descansa tanto como puedas.
  • Mantenlo cerca de ti. El malestar puede deberse a poco contacto.
  • Pide ayuda para que puedas dedicarte unos días exclusivamente al bebé. * Si tu hijo es dormilón, despiértale para darle el pecho. Solo estos días.
  • No creas que tienes menos leche por la cesárea. No tiene nada que ver. * Tendrás más leche si el bebé mama más: olvídate de otros remedios.
  • Si crees que el bebé tiene sed, dale el pecho, no agua.
  • ¿Tomas anticonceptivos? Usa los que sean compatibles con la lactancia. * Visita al médico para descartar, por ejemplo, un caso de hipotiroidismo.
  • Sé optimista. En dos o tres días la situación se normalizará.

Otras dificultades

Detrás de unas tetadas súbitamente complicadas pueden esconderse varias razones:

  • El bebé es más experto, vacía el pecho con mayor rapidez y, por eso, reclama más a menudo.
  • Está enfermo tiene dolor de oído, un resfriado..., le cansa succionar o está desganado.
  • Ha empezado con la alimentación complementaria. Hay bebés que cuando prueban alimentos nuevos tienden a rechazar la leche porque prefieren la novedad.
  • Se ha acostumbrado a tomar la leche en biberón porque así se la han dado últimamente.
  • Está viviendo una huelga de lactancia: percibe tensión en la madre y está nervioso, la madre ha vuelto al trabajo y el bebé la reclama más porque quiere ternerla cerca, le va a salir un diente y está más inquieto...

Saber que todo va bien

Para superar el miedo y las dudas sobre la capacidad de alimentar al bebé no hay como fijarse en los datos objetivos:

  • El bebé hace pipí unas seis veces al día, y las cacas, independientemente de su frecuencia, son blandas.
  • Un bebé que tiene un buen color de piel y que durante el día juega y se relaciona con los demás activamente está bien alimentado.
  • En las visitas rutinarias comprobáis que va creciendo y aumentando de peso. No importa tanto la cantidad de gramos o centímetros sino la subida sostenida.
  • Si ha estado mamando bien durante tres meses, es imposible que se trate de un problema de “calidad” de la leche.