Antoni Figueredo, podólogo: “Las chanclas de dedo pueden resultar cómodas en un inicio pero de buenas no tienen nada. Haces un gesto de garra que provoca todo tipo de dolores"

El calzado más habitual del verano puede no ser una buena solución, por muy de moda que esté o fácil de llevar que sea. Un podólogo nos recuerda las tres peores opciones que podemos elegir. Y las chanclas son la peor elección.

Pablo Cubí
Pablo Cubí del Amo

Periodista

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Antoni Figueredo, podólogo

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Con la llegada del verano, las chanclas se vuelven en el calzado indispensable. No es para menos. Son ligeras, si se mojan se secan rápido y las podemos utilizar en la playa sin problema de que el calzado se llene de arena. Además, hay modelos para todos los gustos. Desde las más sencillas a otras que pueden resultar muy elegantes.

Motivos para comprarlas no faltan. Ahora bien, puede resultar el tipo de compra más cara que hagas, pese a lo baratas que puedan ser. Porque lo puedes pagar con la salud de tus pies y no solo los pies.

“Las chanclas son uno de los peores calzados que existen desde todos los puntos de vista”, nos advierte el podólogo Antoni Figueredo, un popular divulgador en redes sociales.

chanclas

Los podólogos no recomiendan las chanclas para andar más de cinco minutos.

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 El peor calzado para caminar

La mayor crítica que se le puede hacer a las chanclas de dedo es el gesto casi inconsciente que tenemos que hacer con el pie cada vez que caminamos. Nos referimos a esa pequeña garra que hacen los dedos para mantenerse cogido a la chancla.

“Al principio puede parecer inocuo, pero cuando lo mantenemos continuamente y seguido en el tiempo lo que vamos a conseguir es aumentar la carga muscular, entre otros músculos, de los gemelos y la fascia (el tejido de la planta del pie)”, explica Figueredo. El resultado son:

  • Dolores musculares. Se fatigan más todos los músculos, especialmente los de la zona metatarsiana (la parte delantera del pie)
  • Fascitis plantar. La inflamación del tejido de la planta del pie. Provoca un dolor puntiagudo al caminar.
  • Dolores en el tendón de Aquiles. Al efecto garra se suma la falta de amortiguación de la suela plana de la chancla. Eso obliga a trabajar más al tendón para estabilizar el pie.

Otros problemas de las chanclas

Otro riesgo que representan las chanclas es que no tienen ningún tipo de sujeción. El pie queda libre por el talón y eso no solo afecta al tendón de Aquiles. Hace que cambie completamente nuestra manera de caminar.

“Altera los pasos, el impulso y sobre todo los impactos sobre el talón; en general cambia toda la biomecánica del pie”, enumera el podólogo. Estos cambios van a tener repercusiones que pueden afectar no solo al pie, también a las rodillas e incluso a la espalda.

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Además, al ser un calzado tan débil y desprotegido corremos el riesgo de que se nos escape o la suela se vaya para un lado y nos hagamos daño. Esto es especialmente cierto cuando se trata de terrenos irregulares.

 Seguro que te ha pasado caminando por la playa o al ir por un terreno rocoso. Corres más riesgo de clavarte algo, una piedra puntiaguda, por ejemplo. O que te roces el lado del pie con una planta con púas.

Al meterte en el agua con ellas, si hay rocas, no protegen bien. "Es mejor unas cangrejeras de toda la vida", recuerda el podólogo.

Uso de chanclas en el verano

Otro riesgo que representan las chanclas es que no tienen ningún tipo de sujeción

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¿No se pueden usar nunca?

Todas estas advertencias no significa que no podamos usar nunca las chanclas. Es un calzado útil, aunque solo en determinados contextos y para un uso puntual. Por ejemplo, el experto señala que puedes llevarlas para estar por casa, para la ducha del gimnasio o la piscina.

Es un calzado que se limpia con facilidad. Nos ayuda a evitar hongos y otras posibles infecciones que se contagian con facilidad en las duchas públicas.

Por lo tanto, “no hay problema en utilizarlas siempre que no vayas a estar más de cinco minutos caminando”, añade Figueredo.

Otros dos calzados que has de evitar

Además de las chanclas, hay otros dos calzados muy populares y con los que los podólogos se ponen las manos a la cabeza.

  • Las crocs: es un zapato demasiado flexible y moldeable. Tampoco aporta ninguna estabilidad al pie.  “Lo que vamos a conseguir es que el pie se vaya fatigando, tengamos sobrecargas musculares” y repitamos algunos de los problemas que ya planteaban las chanclas.
  • Las sneakinas: es un calzado que se ha puesto de moda y que combina el estilo de las bailarinas con unas zapatillas. El problema es que no proporciona un soporte adecuado y puede generar molestias e inestabilidad.

“Las sneakinas es un calzado tremendamente plano, sin ningún tipo de sujeción a nivel del arco del pie, del medio pie o del talón; en definitiva, horrible”, zanja Figueredo en otra de sus intervenciones en redes.