Los psiquiatras y psicólogos insisten mucho contra los pensamientos rumiantes. Son estas ideas, normalmente sobre algo que hemos vivido o hemos hecho, y que no nos podemos quitar de la cabeza. Le damos vueltas y vueltas.
El problema que suelen estos pensamientos es que no nos aportan nada nuevo y resultan perjudiciales. Invertimos mucho tiempo y energía. Recuerda que el cerebro es el órgano que más energía consume. Nos agotan. Y lo habitual es que sean sucesos sobre los que ya no tenemos control porque ya han pasado y no podemos volver atrás.
Otras veces simplemente no tenemos respuestas. Nos lo tomamos muy a pecho sin que la otra persona esté presente para aclararnos por qué hizo lo que hizo. “Duele cuando no te saludan, cuando no te agradecen, cuando no te felicitan o cuando te responden con desgana”, admite el doctor Alejandro Martínez Rico. Pues todo ese dolor tiene una solución fácil.
Hay una forma sencilla de dejar de dar vueltas a los motivos por los que nos han dicho o hecho algo.
iStock
Cómo restarle importancia a los problemas
Este psiquiatra, muy popular en redes sociales, con miles de seguidores, ha explicado que cuando vivimos una de estas situaciones en que nos sorprende una reacción, es fácil entrar en un bucle de pensamientos rumiantes.
“Estas situaciones duelen porque sientes que la otra persona ha actuado de manera fría, distante, injusta”, explica. “Y lo peor es que una parte de ti empieza a pensar: ‘¿Qué hice mal yo?’”
En un vídeo que ha compartido, el doctor Martínez Rico, nos aporta un consejo muy sencillo y que puede ayudarnos a ver las cosas con otros ojos. Quita el pronombre personal “me” de cualquiera de esas frases que te dices:
De esta manera, el “no me saludó”, se convierte en “no saludó”. “No me ayudó”, en “no ayudó”. “No me felicitó”, en “No felicitó”.
Así de simple.
Desplazas la culpa y te quitas un peso
Cuando haces este ejercicio, “te das cuenta de que, probablemente, no era contra ti”, señala el psiquiatra. Planteas otras posibles situaciones en las que tú no estás directamente implicado.
Quitar el “me” de la frase nos devuelve perspectiva y nos libera de muchas cargas que no son nuestras.
“Tal vez esa persona está en su mundo, lidiando con su estrés, su tristeza, su rutina o su propia batalla interior”, apunta. En todo caso, es él o ella quien tiene que lidiar con la situación. Tú solo estabas ahí cuando eso ocurrió.
Esas dudas que nos surgen es porque hemos personalizado la situación. Y la experiencia muestra que no es personal. “La mayoría de las veces, los actos de los demás no son una respuesta directa a lo que tú vales o mereces, sino un reflejo de lo que ellos llevan dentro”, aclara el doctor.
Desplazar el problema no significa callar
El que desplaces el centro de la frase al sujeto, es decir, a la otra persona, “no significa que tengas que aguantarlo todo, ni callarte si algo te duele”, aclara el especialista. En cualquier relación, ya sea de amistad, familiar o de pareja, es bueno que las cosas se hablen. Se eviten malentendidos y se aclaren.
La estrategia del “me” te invita a soltar un poco de presión, a vivir con menos carga y, como indica el doctor Martínez Rico, “a no arrastrar dolores que no te pertenecen”. Porque cuando elimina el “me”, dejas espacio para la calma.
“Y para entender que muchas cosas que parecían heridas, en realidad no eran más que proyecciones del otro. Eso da una paz enorme”, añade. No todo lo que nos rodea va sobre nosotros… y entenderlo es un alivio.
“Esta técnica es una forma sencilla, pero muy poderosa, de entrenar la empatía y proteger nuestra salud mental”, dice.
Qué le puedes decir a la otra persona
Insistimos. Recuerda que comprender no significa permitir. Puedes entender que alguien pase por un mal momento. Sin embargo, “eso no te obliga a convertirte en su saco de boxeo emocional”, recalca.
En lugar de dar vueltas a lo que ha pasado, plantéale directamente la situación. “Dile: ‘Maneja tus frustraciones con otro, no conmigo’”, pone el doctor como ejemplo. “Es una frase firme, clara y totalmente válida.”
Porque cuidar la salud mental también es saber decir: aquí no. Poner límites no te hace malo, te hace sano. Si a la otra persona le importas y te quiere, lo entenderá.