Ed Diener, psicólogo y autoridad mundial en felicidad: “Todo el mundo tiene problemas, y lo que uno debe entender es que esas decepciones no te definen, y que puedes seguir adelante con una actitud positiva”

Aceptar que los problemas forman parte de la vida permite no quedar atrapado en ellos; lo determinante no es evitarlos, sino aprender a seguir adelante sin dejar que dicten el tono de todo lo que viene después.

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Héctor Farrés

Redactor especializado en salud y bienestar

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Edward Diener

Edward Diener

University of Utah

Todo el mundo tiene problemas. No se libran ni los que parecen tener la vida resuelta. Hay quien tiene dinero, salud y vacaciones en la playa, y aun así arrastra la sombra de un enfado viejo o de una tristeza que no termina de marcharse. Eso no lo cuentan, pero está ahí. Y no hay fórmula que lo evite. Porque el problema no es tener problemas. El asunto es qué haces cuando aparecen.

Es entonces cuando empieza la diferencia entre aguantar el chaparrón o quedarse en la tormenta para siempre. El psicólogo Ed Diener, uno de los mayores expertos mundiales en bienestar, lo dejó bastante claro: “Todo el mundo tiene problemas, incluso los más afortunados”.

Según la perspectiva del experto, que falleció en 2021, no hay que buscar vidas sin tropiezos, porque no existen. Lo importante es aprender a vivir sin que los días difíciles dicten lo que viene después. "El truco para ser feliz es saber que esas decepciones y problemas no te definen. Y que sigues adelante y mantienes una actitud positiva, y sabes que la vida aún puede estar llena de alegrías y cosas divertidas a pesar de esos problemas", aseguró en una entrevista con la Universidad de Baylor en 2010

LAS RELACIONES VALIOSAS sostienen

Si hay algo que repiten los estudios de Diener es que la felicidad no se construye solo desde dentro. Se levanta con compañía. Da igual si es tu pareja, tu hermano o ese amigo con el que siempre puedes contar para tomar algo aunque no digáis nada especial.

Según afirmaba Diener en su intervención en la universidad, “las personas felices siempre tienen a alguien en quien confiar”. Es decir, no es necesario tener una red enorme, sino un vínculo que aguante incluso cuando vienen mal dadas.

Y no, no se trata solo de estar casado. De hecho, él mismo explicó que el matrimonio puede ser importante para muchas personas, pero no es obligatorio para tener una vida plena. Lo que de verdad cuenta es la calidad de los lazos. Estar rodeado de gente que te quiere y a la que quieres. Esa red emocional es el colchón cuando la vida tropieza. Porque tener a alguien al otro lado del teléfono marca más que cualquier logro profesional.

Que el trabajo no te apague es más importante que cuánto cobras a fin de mes

A veces no es el sueldo. Es levantarte con ganas porque hay algo que te impulsa. Diener insistía en que lo esencial no es si cobras o no, sino si haces algo que te gusta. Ya sea vender seguros, cuidar niños o restaurar muebles antiguos. “Otra cosa que encontramos que es realmente importante para la felicidad a largo plazo es tener una actividad que te encante”, explicaba. Y esa actividad no siempre viene con remuneración económica: cuidar un pequeño huertecillo, organizar fiestas del barrio o pintar acuarelas también valen.

Mujer feliz en el trabajo

Diener decía que hay que ser feliz con lo que se hace, también en el trabajo.

iStock

El riesgo está en la desconexión. En dejar de hacer cosas que te entusiasmen. Jubilados, personas sin empleo o quienes se quedan mucho en casa pueden acabar aislados si no encuentran algo que les motive.

Y eso es como apagar la chispa de la vida. Sin entusiasmo, los días pierden forma. Por eso, mantenerse activo no es un consejo de autoayuda, sino una necesidad para mantener el ánimo a flote.

Lo que haces con tu tiempo libre dice mucho

No es lo mismo pasar la tarde viendo vídeos en bucle que salir a dar un paseo, aunque sea sin rumbo. El ocio también tiene grados, y Diener señalaba que quienes dedican tiempo a actividades físicas y sociales suelen estar más satisfechos con su vida. “Las personas que ven la televisión doce horas al día no serán tan felices”, apuntaba en su intervención universitaria.

Aquí entra en juego la curiosidad. Apuntarse a un curso, aprender algo nuevo o simplemente salir a hacer fotos a cosas o gente desconocida. Lo importante es moverse en cuerpo o en cabeza.

Las personas activas tienden a estar más contentas porque no se estancan. Y lo curioso es que cuanto más felices se sienten, más se atreven a hacer cosas nuevas. Es un círculo vicioso que funciona en positivo.

Conectar con algo más grande

Tampoco es obligatorio creer en nada en concreto, pero sí mirar más allá del propio ombligo. Eso que algunos llaman espiritualidad, Diener lo entendía como una serie de emociones que conectan con lo que nos supera: la gratitud, la admiración, el amor.

El 27% de los abuelos dedica más de 10 horas a la semana a cuidar de sus nietos

Hacer cosas sin esperar nada a cambio, como cuidar a los nietos, es alimento para el alma.

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Señalaba que “las emociones espirituales son universales, tanto si se es religioso como si no”. Y ese tipo de sentimientos ayudan a equilibrar los días duros, porque dan perspectiva.

Tener metas también entra en esa categoría. No solo metas personales, sino aquellas que afectan a otros, que trascienden lo individual. Ayudar a un vecino, participar en un proyecto colectivo, cuidar a alguien sin esperar nada a cambio. Esa entrega hacia fuera refuerza el sentido de lo que hacemos, aunque no dé beneficios inmediatos. Y eso, según Diener, es fundamental.

El entorno en el que vives puede cambiar tu estado de ánimo

Vivir rodeado de asfalto o en una casa que apenas ves por pasar el día fuera también tiene consecuencias. Diener hablaba del entorno como una pieza más en el puzle del bienestar. “Las personas que tienen más zonas verdes alrededor son más felices”, afirmaba en su charla en en Baylor.

La naturaleza, aunque no se note a primera vista, alivia y equilibra. Y no es solo cuestión de árboles: también importa el tiempo que se pierde en desplazamientos o la contaminación que se respira.

Aunque cambiar un piso en el centro por un chalé en las afueras, como destacó el experto, no siempre compensa si eso implica pasar dos horas al día en un atasco. Porque ese tiempo se resta a las cosas que de verdad aportan algo: hablar, descansar, compartir. Al final, vivir bien no es una suma de lujos, sino un equilibrio entre lo que se hace, con quién se está y dónde se habita.

Nada de esto garantiza una vida sin sobresaltos, pero sí ayuda a que cuando lleguen —porque llegarán— uno no se hunda. Y eso, al menos para Diener, ya es bastante.