El final del embarazo suele estar marcado por la impaciencia. Familia y amigos repiten con frecuencia las mismas preguntas: “¿Cuándo sales de cuentas?”, “¿Notas algo ya?”, “¿Qué dice el médico?”, “¿Todavía no te has puesto de parto?”.
Tanto es así que esto puede convertirse en una fuente añadida de estrés. Si a esto le sumamos que se ha superado la fecha probable de parto y que los días van pasando, la impaciencia suele dar paso al nerviosismo, a las presiones, e incluso puede dar lugar a inducciones o intervenciones innecesarias para desencadenar el proceso.
Pasear, hacer el amor y tomar chocolate negro o aceite de ricino son algunos de los muchos consejos y remedios que se dan a las mujeres para provocar el parto de forma más o menos natural, cuando se piensa que el bebé “ya no tiene nada que hacer” en el vientre materno.
una fecha aproximada
Pero, realmente, ¿qué es la famosa fecha probable de parto, también conocida como FPP? ¿Cuán exacta o fiable es? Porque... ¿el embarazo dura nueve meses o cuarenta semanas? La respuesta es clara: depende de quién la calcula y de cómo lo hace.
Tradicionalmente, a la fecha de la última regla se le añadían 280 días que daban como resultado 40 semanas justas, pero después se introdujo el cálculo a partir de la fecha de ovulación y el embarazo se reducía a 38 semanas. Aplicando este segundo método, que suele requerir hacerse una ecografía para saber los días exactos en los que se produce, solo se suman 266 días.
El mayor problema que suponen estos cálculos es que ninguno tiene en cuenta la variabilidad del embarazo humano, tal y como ha demostrado una investigación estadounidense publicado el año pasado en la revista Human Reproduction.
Estos cálculos no tienen en cuenta la variabilidad del embarazo humano
En este trabajo se analizaron los datos de 125 embarazos de mujeres sanas de las que se conocía exactamente la fecha de la ovulación, porque se hizo un seguimiento de la implantación y de sus niveles hormonales. Cuando dieron a luz de forma espontánea habían pasado una media de 268 días (38 semanas y dos días), pero este periodo había llegado a variar hasta en 37 días de unas mujeres a otras.
Esta oscilación tiene su lógica. Se observó que los embarazos en los que el embrión tardaba más en implantarse en el útero (lo hacían en las dos primeras semanas tras la fecundación) también se prolongaban más, y lo mismo se apreció con los niveles de progesterona.
Siempre que estos subían rápido, las gestaciones se prolongaban una media de 12 días, en comparación con aquellas en las que los niveles aumentaban más lentamente.
Gestaciones más o menos largas
Por otro lado, las mujeres que tenían embarazos más largos solían haber vivido gestaciones prolongadas con anterioridad –se dieron cuenta de que todos los embarazos de una misma mujer solían durar más o menos el mismo tiempo–, ser mayores y pesar más.
Un bebé puede estar listo para nacer en la semana 38 y otro necesitar un mes más
Sin embargo, no se encontró ninguna relación entre la duración de esta etapa y otros factores que se consideraban relevantes, como el índice de masa corporal, la ingesta de alcohol, el número de partos previos o el sexo del bebé.
Todas estas razones llevaron a los autores del estudio a concluir que el embarazo humano es muy variable, incluso partiendo de una medida exacta como es la ovulación.
Un bebé puede estar listo para nacer en la semana 38 y otro necesitar un mes más dentro del útero materno, de manera que es imposible conocer con antelación cuándo nacerá cada uno, pero sí se sabe que los riesgos que suponen provocar el parto, incluso por medios “naturales”, son importantes, ya que es mucho más probable que el proceso se complique o que termine en cesárea y que el bebé nazca en peores condiciones.
La inducción del parto
Por desgracia, en muchos lugaresaún se induce el parto sin el consentimiento informado de la mujer. Por ejemplo, a muchas gestantes, durante una exploración al final del embarazo, el obstetra les pasa el dedo por el borde del cuello del útero separando las membranas del saco amniótico (maniobra de Hamilton), lo que puede llegar a desencadenar, es decir, a inducir, el parto.
Esta práctica se realiza por conveniencia del médico o de la clínica y no deja de ser un delito, si previamente no se ha informado correctamente a la mujer y se ha obtenido su consentimiento.
Antes de someterse a una exploración vaginal, se recomienda asegurarse del por qué se necesita y de sus riesgos
De ahí que, antes de someterse a una exploración vaginal, se recomiende asegurarse por qué se necesita, así como cuáles son sus riesgos y sus beneficios, sobre todo si no hay una causa médica para recomendar la finalización del embarazo.
Proteger el futuro del bebé
El cerebro, responsable de enviar la señal al resto del cuerpo para desencadenar el parto cuando el bebé está listo para nacer, es el órgano que más crece y madura en las últimas semanas de embarazo.
Por lo tanto, hacerlo llegar a este mundo antes de tiempo va a significar menos capacidad de autorregularse, más irritabilidad en las primeras semanas de vida y, a la larga, posibles dificultades para aprender.
Hacer llegar a un bebé antes de tiempo puede significar, a la larga, posibles dificultades para aprender
Así pues, sabiendo que las consecuencias adversas de inducir un parto pueden tardar años en manifestarse –con lo difícil que resulta entonces recordar que al niño le faltaron dos, tres o cuatro semanas de gestación en el vientre materno–, es importante respetar el ritmo del cuerpo, siempre y cuando no haya una razón médica que justifique la intervención en el proceso.
Periodos más cortos
Pese a todos estos datos, hoy en día es difícil llegar al final del embarazo y que el parto se desencadene por él mismo, así que no digamos ya pasar de las 40 semanas.
Entre 1992 y 2002, la duración media de las gestaciones en Estados Unidos con parto de inicio espontáneo pasó de 40 a 39 semanas, es decir, disminuyeron considerablemente los partos de más de 40 semanas de embarazo, al mismo tiempo que aumentaron los que se producían entre las semanas 34 y 39.
Tanto es así que los propios autores del estudio llegaron a preguntarse si este acortamiento de los embarazos no sería un efecto negativo del exceso de cuidados médicos.
En España, la tasa actual de partos inducidos es del 19,4%, pero a esta cifra se le habría de añadir el número de cesáreas programadas antes de tiempo que se practican sin motivo médico, el cual es especialmente elevado en los centros privados.
Resistir la presión
Algunas matronas sabias recomiendan no decir ni pensar siquiera en la famosa fecha probable de parto, y en vez de ello optar por decir un mes (noviembre, febrero...) o incluso una estación (“Nacerá en invierno”, “Llegará en verano”...) a todas aquellas personas que pregunten sobre el día previsto para el nacimiento del bebé.
Así es más probable asegurar el disfrute y bienestar de la madre en las últimas semanas de la gestación, al mismo tiempo que se le permite al bebé prepararse y madurar. La espera significa respeto y confianza tanto en el propio cuerpo como en el bebé que va a llegar al mundo cuando esté preparado.