Hace un tiempo, una mujer a la que iba a acompañar en su parto me comentó: “Me ha dicho mi ginecólogo privado que al final del embarazo mirará por ecografía si el bebé tiene una circular de cordón en el cuello”. Al escuchar estas palabras me quedé espantada y recordé el concepto “efecto nocebo” (opuesto al “efecto placebo”), con el que el Dr. Michel Odent se refiere al efecto negativo que las malas noticias que constantemente reciben las mujeres durante el control del embarazo ejercen sobre ellas y sus bebés. Malas noticias sobre patologías o riesgos que, en la mayoría de los casos, tienen escasas posibilidades de hacerse realidad. Uno de los temas que asustan más es el del cordón umbilical.
Personalmente, creo que cuando no se sabe a quién echarle la culpa, se le echa al cordón.
Es cierto que hay problemas que pueden deberse a alguna incidencia con el cordón umbilical, pero no siempre es este quién ha provocado el problema. De hecho, hay ocasiones en que partos sin la menor incidencia presentan ese tipo de patologías umbilicales a las que a veces culpamos de los daños.
De entrada, conviene saber que el bebé puede moverse en el útero y, de un día para otro, tener o dejar de tener una circular.
Además, aunque no la tenga, puede comprimir el cordón umbilical con su cuerpo, o con una mano o un pie, y disminuir el aporte de oxígeno que recibe, algo que sucede habitualmente.
Elástico y poderoso
En su vida intrauterina, los bebés no respiran por los pulmones, que están colapsados y se “bañan” en líquido amniótico cada vez que el bebé tiene hipo para favorecer su maduración. El aporte de oxígeno y alimento, y la evacuación de las sustancias de deshecho, se realiza a través de la placenta y del cordón umbilical que une al bebé a ella.
El cordón umbilical tiene tres vasos: dos arterias que conducen la sangre arterial y una vena que conduce la sangre venosa. Además de estos vasos sanguíneos, que son bastante elásticos, el cordón está “retorcido” (como una manguera que se enrollara sobre sí misma) y recubierto de una sustancia gelatinosa, denominada gelatina de Wharton. Esta gelatina le da una consistencia menos rígida, de tal manera que puede aplastarse, retorcerse y estirarse hasta cierto límite, sin que eso conlleve complicaciones para el bebé.
Cuando se produce algún tipo de problema con el cordón umbilical, como una circular de cordón en el cuello, la falta de oxígeno del bebé no se produce por “ahorcamiento”, como mucha gente podría pensar, sino porque los vasos umbilicales se colapsan por el excesivo estiramiento e interrumpen el flujo de sangre –y, por lo tanto, de oxígeno– al bebé. Suele ser algo intermitente, ya que estos apretamientos del cordón pueden estar relacionados con las contracciones o con el bebé, que al sentir la falta de oxígeno, se mueve o suelta el cordón, liberando la zona que estaba comprimiendo.
Otra cuestión importante es la forma en que el cordón se inserta en la placenta. Si la inserción es central y completa, proporciona un mejor agarre; si es lateral, marginal o el cordón se “introduce” en las membranas y se une a la placenta mediante vasos sueltos (que no están protegidos por esa gelatina), puede desgarrarse al romperse la bolsa. Es importante remarcar que en la mayoría de los casos, las inserciones son centrales.
Otro factor importante es la longitud del cordón, que suele ser de unos 50 cm, pero puede ser más corto (menos del 5% mide menos de 30 cm) o más largo (menos del 5% mide más de 80 cm).
Algunas complicaciones
Vamos a ver las patologías más frecuentes, su incidencia y, si es posible, de qué manera pueden evitarse.
1. Circulares de cordón
Durante la vida intrauterina, el bebé puede girarse sobre sí mismo y retorcerse, de manera que en algún momento se enrede con el cordón y ya no pueda desplazarse. En torno al 40% de los bebés nace con una o más circulares de cordón (yo he visto hasta cuatro circulares de cordón en bebés que han tenido nacimientos completamente normales). Que puedan dar problemas o no depende de diversos factores: la longitud del cordón, que la bolsa esté íntegra o no, la frecuencia e intensidad de las contracciones...
En la mayoría de las ocasiones, las circulares suelen ser flojas –gracias a la gelatina de Wharton y a la longitud y consistencia del cordón–, y al salir la cabeza del bebé se pueden pasar por delante o por detrás de ella sin que eso implique mayores problemas. En algunos casos están más apretadas y hay que cortarlas.
Las circulares de cordón son bastante frecuentes y la mayoría de las veces no tienen repercusiones para el bebé.
Cuando la circular está apretada o tiene el cordón demasiado corto, lo que dificulta la llegada de oxígeno, el bebé tiene una manera de hacerlo saber: su frecuencia cardiaca disminuye por debajo de 100 lpm (latidos por minuto), de forma temporal y mientras dura la compresión, que en el parto puede ser durante las contracciones. Pero también se han visto estos patrones de frecuencia cardiaca fuera del parto en bebés que estaban comprimiendo el cordón.
Las circulares muy apretadas o con un cordón muy corto pueden dificultar el parto vaginal seguro para el bebé, pero, como hemos visto, este avisa con tiempo. Además, hay maneras de facilitar que un bebé con circulares no presente estos patrones anormales de la frecuencia cardiaca y de disminuir el riesgo de que comprima el cordón umbilical:
- que la madre tenga libertad de movimientos
- no romper de forma artificial las membranas
- evitar el uso de oxitocina sintética...
2. Nudos de cordón
Hay varios tipos de nudos de cordón. Los verdaderos son aquellos en los que el bebé en algún momento se ha enredado con el cordón y ha acabado haciendo un nudo real. A pesar de lo que pueda parecer, no suelen tener importancia y se detectan de forma casual tras el parto –la gelatina de Wharton evita que el nudo se apriete–. Los nudos falsos son formas asimétricas del cordón y la gelatina, que pueden simular un nudo que en realidad no existe. No presentan ningún tipo de problema.
3. Vasas previas o roturas del cordón
El cordón difícilmente se rompe si el proceso es normal. Como todos los tejidos, se vuelve más sensible y se rompe con mayor facilidad si hay algún tipo de infección (coroamnionitis). Sin embargo, sí hay una urgencia grave, pero que aparece muy raramente: la rotura de un vaso del cordón cuando la inserción no es central, sino que se inserta en las membranas con vasos que se prolongan sobre ellas hasta llegar a la placenta. Este tipo de placenta es muy infrecuente, y a menudo el hallazgo es fortuito una vez que el parto ya ha tenido lugar sin complicaciones.
Si se rompe un vaso del cordón, aparecerá una hemorragia muy intensa que requiere una cesárea urgente. No obstante, una manera muy sencilla de evitar esta complicación es no realizar amniotomías (rotura artificial de membranas), ya que al romper la bolsa corremos el riesgo de desgarrar un vaso, mientras que si se rompe de manera fisiológica, en condiciones normales la ruptura seguirá el “hilo” de la membrana, dejando el vaso (igual que cuando desgarramos una tela).
4. Prolapso de cordón y procidencia de cordón
Durante el parto, la cabeza o las nalgas del bebé se encajan en la pelvis de la madre y descienden a través de ella. El cordón debe permanecer por detrás para evitar que cualquiera de estas partes del cuerpo del bebé compriman el cordón sobre la pelvis ósea de la madre, dificultando la llegada de oxígeno al bebé.
En muy raras ocasiones el cordón umbilical puede deslizarse por la vagina y aparecer antes que el bebé (prolapso, requiere cesárea urgente) o llegar “pegado” a la presentación (procidencia), y provocar reducciones en el aporte de oxígeno.
De nuevo, una manera de evitar que esto ocurra es no realizar la rotura artificial de membranas.
Los prolapsos de cordón se asocian a mujeres que tienen un volumen muy importante de líquido amniótico (polihidramnios: asociado a bebés muy grandes o a algunas patologías renales y/o digestivas del bebé, igualmente poco habituales) o bebés no encajados en la pelvis (madres multíparas, bebés en una posición anómala, etc.).
Son problemas muy poco frecuentes, y si se espera a que el parto se haya instaurado y que las contracciones uterinas vayan encajando la cabeza del bebé en la pelvis, el riesgo de que se produzca un prolapso o una procidencia de cordón es más bajo.
La mayoría de hallazgos “raros” sobre el cordón que he visto en mi carrera profesional se han detectado después de un parto normal y sin complicaciones. Pero un patrón anómalo de la frecuencia cardiaca puede hablarnos de bebés que no toleran el parto porque tienen un cordón umbilical muy corto o una o varias circulares de cordón muy apretadas, una procidencia de cordón o, en ocasiones muy excepcionales, un prolapso de cordón o una rotura de un vaso umbilical.
El efecto nocebo: Buscar problemas donde no los hay
Según Michel Odent, el control del embarazo, positivo en principio, pierde su sentido cuando se somete a las mujeres –y, consecuentemente, a sus bebés– a altos y perjudiciales niveles de estrés por posibles problemas que, al final, casi nunca aparecen.
A los numerosos “problemas” con los que se preocupa a las mujeres durante la gestación (glucemias altas, hierro bajo, si el bebé crece poco, si tiene la cabeza grande, si hay mucho líquido...), ahora empieza a añadirse otra: buscar mediante ecografía si el bebé tiene circulares de cordón.
Esta prueba expone a la mujer a un estrés que no conduce a nada, ya que en la mayoría de las ocasiones (el 90%, según la Organización Mundial de la Salud) el embarazo es normal.
Aparentemente es una buena idea. Detectar si el bebé tiene circulares del cordón alrededor del cuello podría hacer que se tomara la decisión de practicar una cesárea antes de que se produjera un problema importante con el bebé, o decidir controles más exhaustivos hasta el final de la gestación... Pero lo cierto es que entre el 40 y el 50% de los bebés que nacen presentan algún tipo de circular, brevedad de cordón o nudo (falso o verdadero) que no tienen, en la mayoría de las ocasiones, ninguna significación patológica.
Respetar el ritmo de cada parto
Para evitar los problemas de cordón, sería aconsejable tener en cuenta una serie de pautas:
- Es mejor que el inicio y mantenimiento del parto sean espontáneos. Las contracciones uterinas fisiológicas y naturales siempre serán mejor soportadas por el bebé. Para la mujer, el mismo parto puede ser bien tolerado a un ritmo suave, y no serlo si las contracciones están forzadas.
- Conviene que la bolsa de aguas se rompa de forma espontánea, o que no se rompa y el bebé nazca con las membranas intactas. En el momento en que se produce la amniorrexis (rotura de aguas), la falta de líquido hace que aparezcan patrones de compresión umbilical que de otro modo no aparecerían. Además, el riesgo de prolapso es mayor.
- La libertad y el cambio de movimientos facilita que el bebé se mueva y que libere compresiones de cordón que de otra manera no podría llevar a cabo.
- No sirve de nada preocuparse de antemano, puesto que estos hallazgos en muchas ocasiones no implican problemas para el bebé. Sin embargo, el hecho de que la madre esté preocupada puede bloquear el mecanismo que desencadena, mantiene y finaliza el parto normal. Me parece muy importante que las mujeres vivan el embarazo de la forma más positiva y feliz que puedan. Preocuparnos en exceso por situaciones que escapan a nuestro control no nos ayuda. Sinceramente, pienso que puede ser un factor de riesgo para el embarazo y el parto.