A lo largo de los siglos, muchos pueblos han tenido costumbres y creencias muy concretas acerca del cuidado que se debe brindar a una mujer embarazada y lo que esta debe o no debe hacer, todo ello con el objetivo de preservar su salud y la de su bebé y asegurar un buen parto.
Es posible que muchos de estos preceptos nos parezcan supersticiones o costumbres absurdas, pero lo importante es lo que subyace en todas ellas, esto es, la creencia de que las emociones, pensamientos y vivencias de la mujer embarazada influyen sobre el bebé y sobre su salud. Y en eso, tienen razón.
Con la ciencia en la mano
El prestigioso doctor Michel Odent asegura que, a la vista del conocimiento científico, las tres primeras recomendaciones médicas para una embarazada deberían ser: ser feliz, cantar y comer sardinas (y otros pescados azules).
La primera de estas tres recomendaciones es la menos prescrita por los médicos y, sin embargo, en la mente de todos nosotros, el amor maternal es algo intrínsecamente asociado a la alegría.
En realidad, tampoco se trata de que los médicos recomienden a las madres estar alegres; bastaría con que el hecho de ir al médico no convirtiera su alegría en tensión y preocupación por la posible aparición de problemas no siempre reales.
La maternidad siempre es un motivo de alegría. Es algo que, en cuanto se sabe, quiere compartirse con los demás. Cuando una mujer está embarazada, tiene ganas de transmitir su alegría a todo el mundo. Es un estado emocional altamente contagioso.
Los médicos deben vigilar de no convertir la alegría de la embarazada en tensión y preocupación
Los médicos y psicólogos, cuando abordan un tema, tienden a comenzar por lo más negativo, es decir, por aquello que es enfermedad, que es para lo que se han formado en sus carreras.
Quizás por ello, la ciencia de la psicología sabe poco sobre la alegría como estado emocional; se sabe mucho más sobre la ansiedad, el estrés, la depresión y el miedo.
Así, para extraer conclusiones científicas sobre lo que significa un estado emocional de alegría en el embarazo no tenemos más remedio que mirar los estudios científicos sobre sus opuestos. Y los opuestos de la alegría son la tristeza, la ansiedad, la depresión, y el estrés.
El peso de las emociones
Hay una sustancia que se segrega cuando se padece cualquiera de estos estados de sufrimiento emocional: el cortisol. El cortisol es una hormona corticoide.Todos hemos oído hablar de los corticoides: son las hormonas que se segregan en la corteza (de ahí corticoide) de las glándulas suprarrenales.
El cortisol es la hormona del estrés mantenido por excelencia. Existe otra hormona de estrés muy importante, la adrenalina, que es la hormona del estrés agudo.
- El cortisol es la hormona del estrés de horas, días, semanas, meses o años.
- La adrenalina es la hormona del estrés que dura segundos o minutos.
Uno puede estar alegre y tener prisa (estrés agudo) o estar alegre y sentir emoción al ver a alguien, o estar alegre y tener un susto. La adrenalina puede coexistir con la alegría. Pero el cortisol no.
El cortisol es la hormona del sufrimiento psicológicos, representa la infelicidad
La alegría se opone a todos los estados psicológicos mediados por el cortisol. Podríamos decir que el cortisol es la hormona del sufrimiento psicológico, la hormona que representa todos aquellos estados psicológicos en los que no hay alegría. Podríamos decir que el cortisol es la hormona que representa la infelicidad en cualquiera de sus caras.
Un freno al crecimiento
¿Qué sabemos de la función del cortisol en el embarazo? Sabemos que es necesario para el bebé durante las horas o días previos al parto. El bebé segrega esta hormona para prepararse para el esfuerzo del nacimiento.
En los hospitales, incluso se administra a las madres un corticoide parecido al cortisol cuando saben que un bebé va a nacer prematuramente: el corticoide fuerza la maduración pulmonar y la maduración intestinal para que el recién nacido no tenga problemas aunque sea prematuro.
Pero son efectos a corto plazo. Todas las hormonas del estrés tienen esa cualidad: son buenas en períodos de corta duración, pero son pésimas si se mantienen en el tiempo.
Si la acción del cortisol sobre un bebé intrauterino se mantiene en el tiempo, sabemos que inhibe su crecimiento y, especialmente, disminuye el crecimiento del cerebro.
Efectos a largo plazo
Pero no solo es una cuestión de peso al nacer. Existen estudios sobre problemas psicológicos de niños a consecuencia del estado emocional de sus madres en el embarazo. Una gran investigación de la Universidad de Bristol (Reino Unido), el Estudio Longitudinal Avon de Padres e Hijos, realizó un seguimiento a una muestra de 7.144 mujeres que parieron entre 1991 y 1992.
- La ansiedad materna mostró ser un factor independiente en la predicción de problemas emocionales cuando los niños tenían cuatro años.
En otro estudio, psiquiatras finlandeses estudiaron este efecto tras el duelo de una embarazada por la muerte de alguien muy cercano.
El duelo, dentro de los estados emocionales de sufrimiento, es fácil de identificar y de recoger en estadísticas. Los psiquiatras identificaron a 167 niños cuyo padre había muerto antes de nacer y 168 niños cuyo padre había muerto antes de que ellos cumplieran un año, todos en la II Guerra Mundial.
Los dos grupos tenían similares características en cuanto a la edad de sus padres y la clase social a la que pertenecían. Los psiquiatras siguieron su historia médica durante 35 años.
- Todos los niños tenían en común el hecho de que crecieron sin padre. La principal conclusión fue que solo los que habían perdido a su padre estando aún en el útero materno tenían un riesgo aumentado de criminalidad, alcoholismo y enfermedades mentales.
Los resultados de este estudio demuestran que el estado emocional de la embarazada en los nueve meses de gestación tiene efectos a largo plazo, un impacto más contundente que el estado emocional de la madre durante el primer año de vida de su hijo.
Otro estudio finlandés siguió la evolución de 12.059 niños nacidos en 1966 hasta que cumplieron unos 33 años de edad. Este estudio mostró que el índice de criminalidad entre estos hombres y mujeres era apreciablemente mayor cuando la madre había sufrido depresión en el embarazo.
Cuando las madres sufren de forma mantenida, los niños tienen peores calificaciones escolares a los nueve años
Hay investigaciones que indican que cuando las madres sufren de forma mantenida, los niños tienen peores calificaciones escolares a los nueve años –y no porque tengan peor coeficiente intelectual–, y más trastornos psiquiátricos, incluyendo esquizofrenia, a edades adultas.
Se ha comprobado en estudios escandinavos sobre embarazos no deseados, otra variable de sufrimiento fácil de identificar.
Descargar de ansiedad
Las implicaciones prácticas de todo esta información son múltiples. La primera es que todo médico, matrona o enfermera que trate profesionalmente con embarazadas tiene el deber de proteger su estado emocional.
Los médicos y enfermeras tenemos que priorizar este hecho y evitar que cada visita se convierta en un examen o en una amenaza sobre los peligros asociados a la gestación.
Los profesionales del embarazo tenemos el reto de conciliar el seguimiento del desarrollo de ese bebé con la necesidad de transmitir alegría y quitar ansiedad a las mujeres embarazadas.
Poner énfasis en la normalidad
El seguimiento del embarazo actual pone el énfasis en las patologías, y se fija poco en la fisiología. Así pues, muchas mujeres son calificadas de anémicas, hipertensas, diabéticas, o de haber subido demasiado de peso, incluso en los casos que están dentro de la fisiología normal del embarazo (aunque no de una persona “normal”).
Estas “malas noticias” sumergen a la mujer embarazada en un estado de ansiedad y preocupación perjudicial tanto para ella como para su bebé. El estrés emocional es muy pernicioso para el cerebro del bebé en formación. Es lo que el Dr. Michel Odent llama “el efecto nocebo del cuidado perinatal”.
Según Odent, las madres embarazadas necesitan un tipo de cuidado que ponga el énfasis en la salud y la normalidad, así como la compañía de otras mujeres embarazadas o puérperas, y la realización de actividades cotidianas que le proporcionen placer y bienestar.
Una época para disfrutar y compartir
Las actitudes de los profesionales de la salud pueden tener una gran influencia en el estado emocional de la mujer que espera un hijo. Todo profesional debería proponerse conseguir que todas ellas salieran de la consulta igual o más contentas que cuando entraron o, al menos, con un menor grado de ansiedad.
La pareja y familiares de la embarazada pueden colaborar para que exista una atmósfera de alegría entorno a ella
El embarazo es algo social –a diferencia del parto, que requiere intimidad–. El embarazo es celebración y es bueno que todas las personas que rodean a la mujer vivan su embarazo con ese espíritu.
Mantener la alegría durante la gestación también está en manos de la embarazada:
- Puedes dejar de lado problemas laborales.
- Dormir más horas o hacer cada tarde una pequeña siesta.
- Practicar deportes suaves que te reporten placer y satisfacción.
- Nadar si te gusta.
- Darte el capricho de un delicioso baño de vez en cuando.
- Caminar por el campo o el parque.
- Disfrutar del aire libre.
- Cultivar las amistades.
- Disfrutar del amor y del sexo, tanto en pareja como sola.
- Darte todos aquellos caprichos que te vengan a la mente como sinónimos de vivir con alegría y placer.
No dejes de buscar la compañía y la complicidad de otras mujeres embarazadas para compartir con ellas no solo dudas o preocupaciones, sino también la alegría de estar en ese mismo estado especial. Acude (aunque aún estés embarazada) a reuniones de grupos de crianza o apoyo a la lactancia.