Lo primero de todo, es importante destacar que hay que hacer uso de los medicamentos solo cuando sea realmente necesario, ya que si se abusa de ellos dejan de ser eficaces o incluso pueden provocar efectos contrarios a los deseados.
Por eso, un fármaco siempre se debe dar por prescripción médica, en la dosis correcta y después de haber comprobado que está en buen estado. Es fundamental comprobar su fecha de caducidad y, sobre todo, mantenerlo fuera del alcance de los niños.
Antes, durante el proceso y después, la lactancia materna y los mimos serán de mucha ayuda para ayudar un estado de bienestar para el niño (y para la madre).
La seguridad siempre es un asunto prioritario
Como decíamos, es fundamental administrar los medicamentos solo cuando sea necesario. Si el niño está enfermo, el pediatra le recetará el fármaco idóneo para su patología, adaptado a su edad y peso. Nunca debe darse sin consejo médico.
Si el niño muestra recelo, es importante explicarle que el medicamento lo ayudará a sentirse bien.
Si tratamos de convencerle diciéndole que está muy bueno o que sabe como una “chuche”, se sentirá engañado y no confiará en nosotros. Además, si el sabor acaba gustándole, nos arriesgamos a tener algún susto si lo toma por su cuenta.
El pediatra debe recetar el fármaco idóneo para su patología, adaptado a su edad y peso
Las vías de administración pueden ser varias: oral, tópica (por la piel), inhalada (a través de la nariz o la boca), rectal, oftálmica y ótica (por el oído). Si debe administrarse vía intramuscular o intravenosa, el médico o un sanitario se encargarán de hacerlo.
Cómo administrarle los Jarabes
Utilizar la jeringa o la cuchara graduada que incluye el envase asegura la dosis exacta: no conviene intercambiarlas con las de otros medicamentos.
El principal conflicto puede aparecer cuando el niño nota que el medicamento no tiene buen sabor. Una opción es preguntar al farmacéutico o mirar en el prospecto si se puede mezclar con algún alimento líquido que el niño suela tomar, para intentar enmascarar el mal sabor. Si le disgusta, puede mezclarse con un poco de zumo, agua o leche, si el medicamento es compatible.
Si no tiene buen sabor, podemos dirigir la jeringa hacia detrás de la lengua, así se evitarán las papilas gustativas
Si vamos a usar una jeringa, podemos intentar dirigirla hacia el fondo del interior de la mejilla y hacia detrás de la lengua, así se evitarán las papilas gustativas.
Si el sabor es agradable, será fácil dárselo directamente en la boca con una jeringa o un cuentagotas. Refrigerar un poco el jarabe puede ser otra solución; fresquito se lo suelen tomar mejor.
- Se desaconseja mezclar la dosis con el contenido (ni de nuestra leche ni de leche de fórmula) en el biberón, ya que si no se lo termina, no sabremos la cantidad real que ha tomado.
Hay que tener muy claro cuál es la dosis y la forma correcta de administración, puesto que algunos es mejor tomarlos con el estómago lleno y otros, antes de las comidas.
Si nos olvidamos de una no daremos el doble de cantidad, sino la que corresponda.
Cómo ponerle un Supositorio
Desde su aparición, y por muchos años, se aconsejó introducirlos por la parte puntiaguda (de hecho, por eso tenían esa forma).
Sin embargo, algunos autores empezaron a recomendar su inserción por el lado plano, ya que así se facilita que el recto no expulse el supositorio hacia el exterior. Y permanezca más tiempo en el ano, pues así el reflejo del ano impulsará al supositorio hacia adentro.
Es importante aguantar el esfínter anal con los dedos unos minutos
En cualquier caso, es importante aguantar el esfínter anal con los dedos unos minutos, así como que el niño esté tranquilo y relajado. Por ello, es un buen momento para dar pequeños masajes en la espalda.
- Es importante lavarse las manos antes y después del procedimiento.
- El supositorio debe abrirse justo antes de administrarlo, ya que si lo manipulamos con antelación se irá deshaciendo y será más difícil ponerlo.
- Para facilitar su introducción, es recomendable que el niño esté apoyado sobre el lado izquierdo con las piernas ligeramente flexionadas.
- Una vez introducido, el niño debe de permanecer en reposo para favorecer el mantenimiento de la medicación en el recto y disminuir el reflejo de expulsión.
- Los supositirios están preparados para que, una vez introducidos en el recto, se vayan disolviendo y liberando el medicamento, que se reabsorbe en el intestino y pasa a la circulación de la sangre.
Por lo general, los supositorios han de preservarse de la luz y el calor; incluso muchas veces es aconsejable guardarlos en el frigorífico. Si hemos conservado el supositorio en un lugar fresco, la operación será más fácil.
Si hay que partirlo por la mitad porque la dosis es excesiva, siempre conviene hacer un corte longitudinal y no transversal.
No se recomienda su uso si el niño tiene diarreas o problemas abdominales agudos.
aplicar Gotas en el oído
Es importante templarlas antes con las manos. Con el niño de lado, tiraremos suavemente el pabellón auricular hacia atrás y colocaremos la gota en la cara interna del conducto auditivo.
Para que la gota permanezca en el conducto, es conveniente que el niño se quede unos minutos en esa postura. Un suave masaje en el cartílago externo lo relajará.
No es aconsejable taparlo con una bola de algodón, ya puede dejar hilos en el conducto auditivo y, además, molestar al niño, que podría intentar manipularla y autolesionarse.
Las gotas no deben usarse para limpiar los oídos: de éstos sólo se limpia la parte externa –la oreja y la zona visible del conducto– con agua y la punta de una toalla.
cómo poner Colirio en los ojos
Si tenemos que administrar un colirio en los ojos, es mejor buscar la ayuda de otra persona. Realizarlo mientras esté mamando puede ser una buena opción.
En caso de que ni así lo consigamos, podemos dejar caer las gotas sobre el lagrimal para que penetren en el ojo cuando parpadee, aunque esta es una acción menos precisa.
- Debemos tener las manos limpias antes de manipularlos.
- Antes de administrar las gotas se deberían limpiar los ojos con dos gasas estériles mojadas con suero fisiológico o agua hervida con manzanilla o tomillo.
- Para ponerlos, bajaremos el párpado inferior y dejaremos caer las gotas en el saco conjuntival, procurando que el recipiente no roce el ojo.
Algunos es necesario reconstituirlos; si es así hay que comprobar si se tienen que conservar en la nevera y su fecha de caducidad, que suele ser a la semana. El resto suele caducar al mes.
Dudas muy habituales
Si nos equivocamos de dosis, no debemos añadir ni dejar pasar tomas para compensar. Ante una duda concreta, lo más conveniente es contactar con el servicio de pediatría para saber qué hay que hacer, o llamar al 112, donde responderán con toda seguridad.
Si nos equivocamos de dosis, no debemos añadir ni dejar pasar tomas para compensar
- Si el niño vomita el medicamento inmediatamente después de tomarlo, se lo podemos volver a dar; si han pasado unos quince minutos, ya no será necesario.
Por otra parte, para facilitar las cosas podemos adecuar el horario a las actividades del niño: antes o después de las comidas, de irse a la cama, al levantarse...
Ajustar la dosis y tomarla en su momento
Identificar los medicamentos y tener clara la utilidad de cada uno de ellos resulta imprescindible, así como conocer las dosis recomendadas, la frecuencia con que deben tomarse y el tiempo de tratamiento.
Así se evitan tanto sobredosis, que pueden llegar a ser perjudiciales, como dosis insuficientes, cuyo efecto no sería el deseado.
No está de más hablar con el pediatra sobre las precauciones que hemos de tomar antes de dar un medicamento a nuestro hijo: si se puede administrar con las comidas o hay que tomarlo antes, si se puede mezclar con leche o zumo, o si puede interaccionar con otro que ya esté tomando.
Conservarlos bien para mantener la eficacia
Para asegurar su efectividad, es necesario verificar la fecha de caducidad del medicamento y las condiciones de conservación correctas: lejos de la luz solar, en seco o en frío.
Si tenemos que reconstituir un medicamento (añadiéndole agua), debemos de cerciorarnos de cuándo habrá que desecharlo (al cabo de una semana, diez días, un mes...), ya que su actividad puede disminuir o sus propiedades, quedar anuladas.