Cerca del 30% de la población tiene algún tipo de alergia. Las estadísticas, así como la cantidad de consultas a los expertos en alergias, los alergólogos, muestran claramente que ese número está aumentando con rapidez.
El primer paso es conocer qué la desencadena. Qué pólenes hacen que tu cuerpo reaccione, cómo te influye un día de calima y temperaturas altas, cómo lo hace que haya llovido o que haya viento… Conocer todos esos datos te permitirá armar un plan para que, siempre con el consejo de tu médico, tu día a día no se vea tan afectado por la alergia.
Una primavera complicada
En los días de lluvia las personas alérgicas se encuentran mucho mejor porque hay menos polen en el ambiente. Sin embargo, las lluvias –y este invierno ha sido especialmente lluvioso– no mejoran la situación a la larga porque las plantas florecen más y puede haber una mayor concentración de polen.
“Hay personas que pueden tener síntomas durante todos los meses del año porque hay plantas que aparecen en diferentes estaciones”, apunta la Dra. Ana Pérez Montero, jefa del Servicio de Alergología del Hospital QuirónSalud de Madrid. Y añade: “Si además tienen alergia a algo más que a los pólenes, lo pueden pasar realmente mal”.
Por qué el cuerpo responde así
“La alergia es una reacción anómala del sistema inmunológico que actúa frente a sustancias provenientes del exterior que no son dañinas; a esas las llamamos alérgenos”, explica la doctora Pérez. “Hay muchos tipos, pero en la estacional esa sobreexcitación del sistema inmunológico ocurre al entrar en contacto con plantas, árboles y malezas”, precisa la experta.
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Puede haber una predisposición genética. Si los padres son alérgicos, los hijos tienen más predisposición a desarrollarla.
¿Cómo empieza esa reacción de las defensas? Cuando ciertas células presentes en la piel y las vías respiratorias (como los mastocitos y los basófilos) detectan unos determinados alérgenos, liberan una molécula llamada histamina. Y eso es lo que desencadena la respuesta del sistema inmunitario.
La contaminación también interviene
Una de las razones del aumento de la alergia estacional parece ser la contaminación ambiental.
Las partículas tóxicas que desprenden los vehículos y las fábricas acaban rodeando y envolviendo el polen de las plantas. Estas tratan de defenderse de esa agresión produciendo más moléculas y proteínas (los alérgenos que luego nos provocarán la alergia a nosotros). Precisamente, que esas proteínas sean más abundantes y más agresivas es lo que justifica que hoy en día, al entrar en contacto con ellas, tengamos unas alergias más fuertes y que esté aumentando tanto el número de afectados.
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El cambio climático juega un importante papel. El hecho de que el calor quede atrapado cerca de la superficie de la Tierra (por la acumulación de gases de efecto invernadero) ocasiona que el polen permanezca más tiempo en la atmósfera. En la página web www.polenes.com, de la Sociedad Española de Alergología e Inmunología, puedes ir comprobando los niveles diarios.
Otra explicación nos la da la teoría de la higiene. Según esta, nuestro sistema inmunológico reacciona de forma exagerada ante los alérgenos porque, por lo general, estamos rodeados de un entorno demasiado limpio y aséptico.
Todas esas circunstancias hacen que, sobre todo en primavera, muchas personas tengan que soportar un molesto picor de ojos, goteo nasal persistente (rinitis alérgica) o piel reactiva, con picores, rojeces e hinchazón (dermatitis).
Aliviar el picor de ojos
Sucede porque la histamina que libera el organismo tiene un efecto inflamatorio. Además, nuestros ojos –intentando eliminar el alérgeno– producen más lágrimas.
- Puedes colocar una compresa fresca sobre los ojos y dejarla allí durante 15-20 minutos hasta que se entibie. O, si lo prefieres, puedes introducirla previamente en el congelador y aplicarla envuelta en un paño fino. El frío reduce la inflamación, pero también comprime los vasos sanguíneos de la zona, reduciendo la llegada de histamina
- Recurre a las lágrimas artificiales, pero que sean lo más naturales posible (y que no contengan medicamentos, salvo que te las haya recetado tu médico). El beneficio de estos colirios es que ayudan a lubricar los ojos, algo que también proporciona alivio rápido.
- No te pongas lentillas si sueles llevarlas. Al inflamarse el párpado, es posible que se acumule polen y, con la inflamación, aumentarán los síntomas. Es preferible que esos días utilices tus gafas graduadas. Y que también lleves gafas (esas mismas o de sol) los días en que haga mucho viento.
- Es importante que no te frotes los ojos, aunque te resulte difícil de evitar. Hacerlo proporciona alivio momentáneo pero, a medio plazo, aumenta la probabilidad de que se dañe la córnea, especialmente por la inflamación. Esto puede hacer que esa “lente” del ojo se adelgace y se abombe hacia fuera, dando lugar a un trastorno llamado queratocono. La visión borrosa y la dificultad para ver si hay luces brillantes son los primeros síntomas, pero puede llegar a producir incluso ceguera.
Menos goteo nasal
Del mismo modo que los ojos generan lágrima para expulsar el alérgeno, la nariz produce moco con el mismo fin. Pero el resultado es un goteo nasal que parece no detenerse y da sensación de estar tapado.
- Ten una mascarilla siempre a mano. Una mascarilla N95 o FFP2 puede filtrar de manera eficaz partículas extremadamente pequeñas, de tan solo 0,04 micrómetros. El polen suele tener un tamaño de entre 10 y 100 micrómetros, así que será una buena protección. Lleva siempre una mascarilla sin usar en el bolso o en el bolsillo de la chaqueta. No dudes en ponértela si prevés que el polen circulante te provocará síntomas. Quizá sea preferible usar una nueva en cada salida, pero si no es así, cámbiala al menos cada 3 días. Y asegúrate de que al guardarla, la parte externa, donde puede haber partículas de polen, no contacta con la parte que cubre la boca y la nariz.
- Prueba las irrigaciones nasales salinas. Lavar las fosas con agua y sal ayuda a eliminar alérgenos, moco y partículas irritantes. Puedes hacerlo con un espray que viene ya preparado con ese fin.
- También puedes hacer vahos. Hierve agua y viértela en un recipiente resistente, añade 2-3 gotas de aceite esencial de menta o eucalipto. Cubre tu cabeza con una toalla y respira el vapor durante unos 10 minutos (sin que la cara esté demasiado cerca del agua). La rinitis puede mejorar mucho combinando estos vahos con las irrigaciones, pero si tu caso es severo, deberás consultar a un médico especialista.
Si te ha afectado también a la piel
Además de la rinitis alérgica, los alérgenos estacionales, como son los pólenes y ciertas moléculas que liberan las hierbas al ser cortadas, pueden irritar la piel. Es lo que se conoce como dermatitis por contacto.
- Notarás la zona afectada enrojecida y caliente, además de que puede aparecer un sarpullido. Aunque el picor sea intenso, no te rasques; el rascado aumenta la inflamación y puede causar heridas. Es preferible que pases las yemas de los dedos suavemente por la zona.
- En algunos casos, tapar la piel con una compresa empapada en agua ayuda a rebajar la inflamación localizada y el picor. De todos modos, no lo hagas si tienes la piel atópica porque se podría irritar. La piel atópica necesita hidratación, baños cortos y tratamiento tópico con corticoides en los brotes.
- En la calle, la ropa puede atrapar el polen y que este esté en contacto con tu piel todo el día. Quítate las prendas nada más llegar a casa y lávalas. Si comienzas a notar síntomas, dúchate y lávate el pelo, para eliminar las partículas de polen.
- Si puedes, date un baño con avena coloidal. Al salir, no te frotes con la toalla. Esta avena, que rebaja la inflamación sin deshidratar la piel, se vende en forma de polvo y puedes encontrarla en las farmacias. También puedes aplicarla con una compresa: disuelve media cucharada en un vaso de agua tibia.
Cómo evitar que el polen entre en casa
Eliminar el polvo con un paño húmedo y aspirar a diario, así como propiciar una buena ventilación, es fundamental para renovar el aire del hogar.
- En zonas urbanas es aconsejable ventilar abriendo las ventanas entre las 10 de la mañana y las 7 de la tarde, cuando el polen se ha estabilizado en la atmósfera. De todos modos, observa tu entorno para identificar el mejor horario en tu caso.
- Usa purificadores de aire en las habitaciones y salas de estar para reducir el polen y otros alérgenos. Asegúrate de que tengan filtros HEPA porque están diseñados para capturar esas diminutas partículas. Fíjate en los metros cuadrados que abarca para asegurarte de que el modelo es útil y eficaz.
- Evita tender ropa (también la de cama) al aire libre en días con viento, ya que el polen puede adherirse. Lo más adecuado parece ser usar una secadora, donde el calor y los filtros ayudan a minimizar estos alérgenos, aunque no los eliminan por completo.
Hacer un buen uso de los antihistamínicos
Como hemos visto, los alérgenos necesitan que el cuerpo libere mucha histamina para irritar al sistema inmunológico. La función de los fármacos antihistamínicos, que las personas con alergia suelen usar habitualmente, es bloquear esa carga de histamina.
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Los primeros que aparecieron tenían el gran inconveniente de que producían sueño y eso hacía que muchas personas los evitaran. Las nuevas formulaciones han podido mejorar ese efecto secundario e incluso especializarse en el tipo de alergia.
Muchos de estos medicamentos se venden sin receta médica, pero no es recomendable automedicarse porque no abordan la causa última, que siempre debe ser analizada y estudiada con un especialista.
Los especialistas advierten también de que pueden usarse puntualmente si los episodios de alergia se producen en una época concreta del año, pero no debería ser el tratamiento de elección si la alergia es permanente. En estas circunstancias habría que valorar un tratamiento con inmunoterapia después de estudiar el caso.
El tratamiento con inmunoterapia
Para la doctora Ana Pérez Montero, “la única cura que existe hoy en día es la inmunoterapia”.
- Este tratamiento consiste en inyectar gradualmente el alérgeno para que el sistema inmunológico se acostumbre a él y disminuya la reacción alérgica. Los alérgenos se identifican mediante una prueba cutánea: se raspa levemente la piel con diferentes sustancias y, en unos 15 minutos, se observa en qué zonas aparece la erupción, lo que permite confeccionar esta “vacuna” a medida. En muchos casos, en la primera consulta ya se conoce el alérgeno, que luego se confirma con una analítica.
- La inmunoterapia se administra con dosis mensuales, generalmente. También se puede hacer mediante gotas o pastillas (inmunoterapia sublingual). Con el paso del tiempo, el ataque alérgico se atenúa, ya que el organismo se adapta y responde de forma menos intensa.
- Estas inyecciones deben aplicarse durante un periodo que va de los 3 a los 5 años, pero las personas alérgicas ya pueden encontrarse mejor tras unas cuantas dosis de inmunoterapia.