Un cambio de calzado tan simple puede terminar en la consulta del podólogo.
Cada año pasa lo mismo. Llegan los meses de verano, suben las temperaturas y muchos cambian las zapatillas por unas sandalias o chancletas sin mirar demasiado qué se ponen. Parece que, con tal de ir frescos, todo vale.
Pero el alivio rápido del pie al aire puede salir caro. Al final de la temporada, no son pocos los que llegan con molestias que no tenían en primavera. Lo que empieza con una rozadura acaba en consultas podológicas con diagnósticos bastante más serios.
A ese repunte estacional se refiere Idoia Pascalet Plaja, podóloga en la Clínica Iknos especialista en analítica biomecánica, cuando advierte a Saber Vivir que "una de las lesiones que más vemos después del verano es la fascitis plantar". Esa inflamación dolorosa en la planta del pie no es casualidad, sino consecuencia directa del calzado que muchas personas usan en esta época.
Detrás hay una falta de sujeción, materiales poco adecuados y pisadas alteradas que acaban sobrecargando músculos y tendones sin que uno se dé cuenta.
Cómo unas tiras mal puestas pueden fastidiarte el verano
No es necesario tropezar para hacerse daño. A veces basta con una sandalia mal diseñada. Las que no sujetan el talón, como las típicas chanclas planas, obligan al pie a agarrarse al suelo con los dedos. Eso cambia por completo la forma de andar.
Pascalet señala que "el pie acaba haciendo dedos en garra para sujetar las chanclas", lo que implica una fatiga constante que se acumula con cada paso.
Cada año se producen roces por culpa de sandalias.
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Además del esfuerzo muscular, hay consecuencias externas. Las tiras finas que rozan zonas sensibles provocan ampollas, callos y heridas que se repiten año tras año.
Asimismo, la experta alerta que si la suela es demasiado blanda o resbala con facilidad, el tobillo pierde estabilidad y aumenta el riesgo de esguinces. El pie no se apoya de forma segura, y eso termina afectando no solo al pie, sino también a la rodilla y la espalda.
Tus pies también tienen gustos: materiales que cuidan tu piel y los que no
Elegir bien el material marca la diferencia. Las sandalias fabricadas con cuero blando, tejidos naturales o acabados acolchados se adaptan mejor al pie y reducen el riesgo de lesiones.
Pascalet recomienda evitar "los plásticos rígidos o sintéticos", ya que impiden que el pie transpire y generan puntos de fricción que favorecen las heridas. Una buena elección en este aspecto permite caminar más cómodo y sin sobresaltos.
La clave está en cómo reaccionan esos materiales al contacto con la piel y al movimiento constante del pie. Cuando el calzado acompaña el gesto natural de la pisada y no lo limita, los roces disminuyen y el pie se mantiene más seco.
Para una tarde de paseo por el centro o una jornada de turismo suave, una sandalia de cuero flexible con plantilla mullida puede evitar muchas molestias.
¿Y si las vas a estrenar? Cómo preparar tus pies para la batalla
El estreno de unas sandalias nuevas puede convertirse en una tortura si no se prepara bien la piel. La primera medida es reducir la fricción desde el primer uso. Aplicar vaselina o sticks antifricción en las zonas más sensibles disminuye el roce y retrasa la aparición de ampollas.
Según Pascalet , conviene también hidratar bien los pies, porque "una piel seca se agrieta antes y sufre más con el contacto continuo".
Cuando se estrena sandalia, el pie necesita un pequeño periodo de adaptación.
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Hay quien va más allá y recurre a un truco que durante años se asoció con los turistas alemanes: llevar las sandalias nuevas con calcetines durante los primeros usos. Puede parecer poco estético, pero da margen a que el pie se acostumbre sin sufrir daños. Bastan unas horas en casa caminando así para ablandar las tiras y detectar posibles puntos conflictivos.
Mimos diarios para pies felices: cuidados básicos que marcan la diferencia
El cuidado de los pies empieza en casa. Lavarlos bien, secarlos con atención entre los dedos y aplicar crema hidratante específica ayuda a mantener la piel en buen estado durante el verano. También conviene cortar las uñas rectas y revisarlas con frecuencia para detectar cualquier molestia a tiempo.
Otro detalle que suele olvidarse es la protección solar. El dorso del pie queda expuesto muchas horas bajo el sol y, al no recibir crema como otras partes del cuerpo, sufre quemaduras que duelen y dificultan hasta ponerse un zapato cerrado: "Nos olvidamos mucho de ellos cuando vamos a la playa y créeme, es muy doloroso quemarse los pies", explica.
Elegir sandalias tiene más ciencia de la que parece
Una sandalia mal diseñada puede alterar el modo de caminar, sobrecargar músculos que no deberían trabajar tanto y arrastrar problemas semanas después de guardarlas. Por eso conviene mirar más allá del color o la forma, y fijarse en cómo se adapta al pie, en qué materiales usa y en si tiene suficiente sujeción. Es cuestión de bienestar.