Cassie Holmes, profesora y experta mundial en felicidad: "Si llenas tu semana solo con actividades urgentes o triviales, puede que estés ocupado, pero no te sentirás realizado"

Muchas veces es mejor parar que apretar el caso nos lo explica la profesora de la Universidad de California. Tanto la falta como la sobreabundancia de tiempo libre reducen el bienestar, y la clave está en encontrar ese punto medio donde la libertad y el propósito puedan convivir con naturalidad.

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Héctor Farrés

Redactor especializado en salud y bienestar

Actualizado a

Cassie Holmes
www.cassiemholmes.com

Durante años se ha hablado del tiempo como si fuera un enemigo que nunca está del todo de nuestro lado. Se le culpa de los retrasos, del cansancio acumulado y de la falta de atención a lo que de verdad importa.

Muchos días terminan con la sensación de haber corrido sin llegar a ningún sitio. Esa presión constante por aprovecharlo más genera una especie de agobio. Sin embargo, hay formas de usarlo que pueden cambiar por completo la experiencia diaria.

El problema no es cuánto tiempo hay, sino cómo se distribuye. La idea de que cada minuto debe rendir como si fuera oro puro ha convertido la agenda de las personas en una carrera de obstáculos. Al final, la calidad de lo que se hace importa más que la cantidad.

De esta manera, dedicar energía a lo que de verdad aporta sentido permite una sensación distinta, más calmada. Las decisiones sobre el uso del tiempo se pueden tomar de forma más consciente. De ahí surge una gestión que no solo organiza, sino que aporta bienestar.

Mujer feliz tomando café

La calidad de lo que se hace importa más que la cantidad

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Cuando parar es más útil que apretar el paso

Cassie Holmes, profesora de la Universidad de California en Los Ángeles y una de las voces más autorizadas sobre felicidad, explicó en un pódcast con James Brackin IV que su relación con el tiempo cambió por completo durante un trayecto de tren.

Después de una jornada agotadora en Nueva York, se quedó mirando por la ventana y pensó: “No puedo seguir así. Es demasiado. Tengo demasiado poco tiempo”. A partir de esa experiencia empezó a investigar cómo influye la gestión del tiempo en la sensación de alegría o de agotamiento.

Una de las ideas que desarrolla con más claridad es que llenar los días de tareas urgentes no garantiza una sensación de progreso. Según afirma, “el problema es que hacer más no significa que vayas a obtener el resultado que deseas”. Esta reflexión desmonta la creencia de que productividad y plenitud son lo mismo.

Muchas veces se llenan los huecos del día con compromisos, sin pararse a decidir qué merece de verdad ese espacio. Holmes lo resume así: “Lo que hay que hacer es identificar antes qué es importante para ti. Si no lo haces, simplemente vas reaccionando a lo que te llega, sin dirección”.

Esta visión no solo ordena la agenda, sino que permite conectar cada acción con un propósito más personal. Así, incluso las jornadas más ocupadas dejan una sensación de sentido, porque están alineadas con lo que se valora.

Ni con tanto tiempo libre ni con tan poco

Uno de los hallazgos más curiosos de sus investigaciones es que tanto la escasez como el exceso de tiempo libre reducen la satisfacción personal. En su estudio, encontraron que “tener muy poco tiempo te hace infeliz, pero también que tener demasiado tiempo libre puede hacer que la gente se sienta menos realizada”. La explicación está en que parte de la alegría cotidiana se genera a través de la acción con intención.

Felicidad

Hay que encontrar el equilibrio entre estar ocupado y no tener nada que hacer.

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El equilibrio, según los datos que menciona, está en disponer de entre dos y cinco horas diarias de tiempo discrecional. Por debajo de ese mínimo, la vida se siente demasiado encorsetada. Por encima, muchas personas dejan de experimentar motivación. Esto no significa marcar horas con cronómetro, sino identificar franjas del día donde haya libertad para decidir y disfrutar. Esas horas no tienen por qué ser seguidas, sino que se pueden repartir.

En su experiencia personal, Holmes suma pequeños fragmentos diarios que, juntos, alcanzan ese umbral. “En mis propios días más frenéticos, si sumo 15 minutos de abrazos por la mañana con mi bebé, 30 minutos de cena tranquila con mi pareja, 25 minutos de conversación con mi mejor amiga en el trayecto al trabajo y 20 minutos de canción antes de dormir, ya estoy cerca de esas dos horas”. No es una cuestión de tener huecos enormes, sino de prestar atención a los que ya existen.

La diferencia entre estar ocupado y sentirse realizado

Una trampa común es confundir actividad con avance. Se puede estar ocupado todo el día y, sin embargo, terminar con la sensación de que nada ha tenido valor real. Holmes advierte que “si llenas tu semana solo con actividades urgentes o triviales, puede que estés ocupado, pero no te sentirás realizado”. Lo importante es reservar espacio para lo que conecta con lo que uno considera valioso.

Por ejemplo, proteger bloques de tiempo para esas actividades tiene un efecto directo en el ánimo. No es cuestión de eliminar tareas o de conseguir una agenda vacía, sino de que lo que hay en ella tenga sentido. Cuando eso ocurre, incluso el cansancio se vive de otra forma. Como comenta la experta, hay una diferencia clara entre el agotamiento que deja la dispersión y el que acompaña a lo que se vive con intención.

Esto se traduce en una práctica concreta: revisar la agenda semanal para detectar qué momentos han generado satisfacción. Basta con marcar mentalmente las acciones que, al final del día, dejan buena sensación. Pueden ser llamadas a seres queridos, pausas para no hacer nada, darle un poco más de actividad al perro o un paseo corto. Este pequeño ejercicio permite detectar patrones y empezar a priorizar de forma más personal.

El propósito como hilo conductor de cada decisión

Usar el tiempo como si fuera una brújula requiere saber hacia dónde se quiere ir. Para eso, hay que clarificar valores personales y usarlos como filtro a la hora de decidir. Holmes resume esta idea de esta manera: “La clave está en invertir tiempo en aquello que se alinea con tu propósito, con tus valores”. Esa alineación genera una sensación de avance que no depende de cuántas cosas se hagan.

SECRETO FELICIDAD FINLANDES

Holmes sostiene que a lo largo del día tiene que haber espacio para desconectar.

Aplicar esta perspectiva implica elegir. No todo cabe en una jornada. Por eso es útil hacerse preguntas prácticas como: ¿qué actividad me hace sentir bien incluso cuando estoy cansado? o ¿qué quiero seguir haciendo dentro de cinco años?. Esas preguntas ayudan a priorizar sin necesidad de cambiar toda la vida. Solo se trata de dar espacio a lo que refuerza una dirección propia.

Esta orientación también permite afrontar con más calma la presión externa. La cultura del estar ocupado se presenta muchas veces como una señal de éxito. Pero Holmes advierte que “cuando pasas todo el día sin nada que mostrar, eso puede minar el sentido de propósito y reducir la felicidad”. El tiempo dedicado a actividades que no se recuerdan ni se disfrutan acaba pasando factura.

Aprovechar lo que ya existe en lugar de buscar tiempo extra

Una idea sencilla y efectiva es reconocer el valor de lo que ya se hace. Holmes afirma que “tal vez no necesitas sacar dos horas nuevas de la nada. Puede que ya estés dedicando tiempo a cosas valiosas sin darte cuenta”. Esto permite cambiar el enfoque de acumulación por uno de atención. Lo esencial no es añadir más, sino observar mejor.

Este cambio se puede aplicar de inmediato. En lugar de pensar que hace falta un hueco nuevo para desconectar, basta con convertir una actividad ya existente en un momento más presente:

  • Cenar sin la tele puesta
  • Pasear sin móvil
  • Acompañar a alguien a hacer un recado y aprovechar para charlar

  • Escuchar música sin hacer nada más al mismo tiempo

  • Ordenar un cajón detenidamente

  • Hacer una pausa para estirarse

Un ejemplo muy directo, que cuenta con el aval personal de la experta, es el de caminar entre reuniones y sumar pasos diarios. Durante mucho tiempo, Holmes evitó hacerlo por pensar que perdía tiempo. Sin embargo, al probarlo, descubrió que “esos paseos de 20 minutos me revitalizaban y me ayudaban a rendir mejor en todo lo demás”. Este tipo de ajustes tan simples generan un efecto positivo que se extiende al resto de actividades.

Cambiar pequeños hábitos para transformar la relación con el tiempo

El sentido de estas microdecisiones está en que cada elección sencilla puede liberar espacios valiosos sin necesidad de cambios radicales. Esto funciona porque ayuda a evitar el agotamiento y a crear pausas necesarias para recobrar concentración.

Un modo de aplicarlo hoy es bloquear franjas para actividades que recarguen energías, como caminar o descansar, y aprender a decir no a compromisos prescindibles que solo quitan tiempo valioso sin sentido.