Ellen Langer (78), psicóloga de Harvard: "La preocupación se basa en dos supuestos: que algo malo va a pasar y que, si pasa, será terrible; pero la mayoría de las veces lo que ocurre no es tan malo"

Más de la mitad de los españoles reconoce vivir con estrés habitual, una carga mental que no siempre viene de grandes problemas, sino de pequeñas tensiones acumuladas que desgastan tanto como una emergencia real.

hector
Héctor Farrés

Redactor especializado en salud y bienestar

Actualizado a

ellen langer
Harvard Gazette

Hay días en los que basta con que el móvil suene una vez más para notar que el cuerpo se tensa. El trabajo se acumula y no hay tiempo para ponerle remedio, las noticias que van saliendo generan malestar y el cerebro se pone a imaginar todo lo que puede salir mal. Dormir cuesta. Concentrarse, más todavía. Asimismo, la preocupación se instala, y cuando uno quiere darse cuenta, ya lleva días empujando desde dentro.

No hace falta vivir una catástrofe para sentirse al límite. A veces basta una reunión atrasada, una conversación pendiente con alguien importante o una factura sin pagar. El 59 % de los españoles reconoce sufrir estrés, y un 63 % admite que no logra relajarse bien, según el Estudio Internacional de Salud Mental del Grupo AXA. Y no es solo cosa de adultos: el Estudio HBSC 2022 apunta que el 38,5 % de los adolescentes también arrastra malestar emocional.

La trampa mental de la preocupación

La psicóloga Ellen Langer, una de las voces más reconocidas en el campo de la atención plena en Estados Unidos por su trabajo en Harvard, lo resume con una claridad demoledora: "La preocupación se basa en dos supuestos: que algo malo va a pasar y que, si pasa, será terrible". Es decir, pensar que lo peor está por venir… y que no habrá manera de sobrellevarlo. Pero ninguno de esos pensamientos suele acertar.

En su conversación con el divulgador Lewis Howes, Langer señala que esa anticipación angustiada es casi siempre una ilusión. Explica que "si reflexionas sobre la última vez que te preocupaste por algo, verás que probablemente no pasó nada o que lo manejaste mejor de lo que esperabas". Por lo tanto, lo que a veces parece un gran desastre, al final se desinfla como un globo, aunque eso ya generó un disgusto innecesario.

¿Tragedia o simple molestia? La pregunta que Lo cambia todo

Antes de que el pensamiento se descontrole, Langer recomienda lanzar una sola pregunta: ¿esto es una tragedia o solo una molestia? Porque la mayoría de las cosas que consumen tiempo mental ni siquiera son graves.

Ella misma afirma que "la mayoría de las cosas que preocupan a la gente no son tragedias, son molestias". Y es precisamente esa distinción lo que ayuda a rebajar la tensión.

Hacer este ejercicio puede parecer una tontería, pero cambia el enfoque radicalmente. Ante un problema, etiquetarlo correctamente permite saber si requiere acción inmediata o solo una pausa. Apuntar durante una semana cada preocupación y revisarla después es una buena manera de adquirir cierta perspectiva: en la mayoría de los casos, esas angustias se habrán quedado en nada.

Cuando preocuparse no sirve, toca moverse o callar la mente

Langer es tajante al respecto: "Decirte constantemente que el mundo se está desmoronando, que todo va a ir mal, no te sirve de nada". Si algo inquieta de verdad, sugiere actuar. Pero darle vueltas sin hacer nada solo alimenta la ansiedad. "Eso no te aporta nada positivo", garantiza.

Esa diferencia entre pensar y hacer es fundamental. Ocuparse es tomar el control. Preocuparse, en cambio, es quedarse atrapado en un ciclo sin salida. Y si no hay nada que hacer, insistir con el mismo pensamiento solo desgasta.

trabajadora angustiada

Uno de los errores más comunes es creer que pensar mucho en un problema lo resolverá.

iStock

En esos casos, centrarse en lo que ocurre ahora, en lo tangible, ayuda a poner freno a las proyecciones mentales. "No puede predecir lo que pasará y eso es complicado de aceptar", advierte sobre como el pensamiento se autosabotea.

Cambiar la historia que uno se cuenta a sí mismo

El estrés no siempre viene de lo que pasa, sino de cómo se interpreta. Langer propone reformular el enfoque: si algo sale mal, preguntarse si puede tener algún lado útil. Como ella apunta, "buscar razones por las que un evento negativo podría tener algún beneficio cambia tu manera de vivirlo y reduce la ansiedad".

Cómo manejar la incertidumbre y la ansiedad durante los tiempos de espera en un proceso de reproducción asistida

Langer apunta que "el modo de enfrentarse al estrés es dejar de intentar controlar lo que no se puede controlar".

iStock by Getty Images

El modo en que se narran las situaciones en la cabeza marca una diferencia enorme. No se trata de edulcorar la realidad, sino de asumir que casi todo tiene más de una lectura.

El control absoluto no existe, pero sí se puede elegir cómo mirar lo que ocurre: "El modo de enfrentarse al estrés es dejar de intentar controlar lo que no se puede controlar". Y esa forma de afrontar los problemas, sean muy grandes o muy pequeños, puede ser la diferencia entre agotarse o avanzar con algo más de calma.

Cerrar el grifo antes de que reviente

Langer insiste en que todo ese gasto de energía mental rara vez tiene sentido: "Preocuparse es una pérdida de tiempo". No hace falta "comerse la cabeza por todo", aunque ese es uno de los grandes males de la sociedad actual.

En lugar de anticipar un supuesto desastre, propone prestar atención a lo que sí está pasando, sin alimentar la máquina de suposiciones fatales. Porque cuando la mente se queda enganchada en el futuro, pierde el presente. Aprender a distinguir entre lo que merece atención y lo que solo agota ayuda a bajar el volumen del ruido interior. Y, a veces, con eso basta.