Edward Slingerland, catedrático de Filosofía: "Alguien que se esfuerza demasiado por ser encantador no es encantador, más bien, parece no auténtico. Habla cuando tengas algo que decir"

Aunque se intente parecer relajado, el lenguaje corporal revela si hay esfuerzo detrás de la simpatía aparente, y eso genera una desconfianza difícil de neutralizar con palabras o sonrisas. El filósofo nos explica el arte de gustar sin esfuerzo y cómo el cuerpo revela lo que la mente quiere ocultar.

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Héctor Farrés

Redactor especializado en salud y bienestar

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Edward Slingerland, catedrático en Filosofía

Edward Slingerland, filósofo y catedrático 

edwardslingerland.com

Quien se esfuerza por resultar simpático suele obtener justo lo contrario. Esa rigidez, disfrazada de amabilidad, genera desconfianza. Lo saben bien deportistas, actores y músicos, que rinden mejor cuando se sienten cómodos, no cuando se obsesionan con el resultado. En esos momentos no buscan gustar: se limitan a fluir con lo que hacen, sin imposturas.

El filósofo y catedrático, Edward Slingerland lo vivió en sus carnes cuando trató de ser alguien deseable desde el escaparate de una cafetería de San Francisco. Según recuerda en su artículo para Experience Life, se sentaba junto a libros antiguos en chino clásico con el casco de moto bien visible, intentando transmitir sin palabras su supuesta personalidad.

Según afirma, "mis intentos desesperados por parecer deseable me mantuvieron en celibato". Y es que el resultado fue justo el contrario del buscado: era tan obvio que buscaba aparentar que nadie se detuvo a hablar con él.

La paradoja del encanto: relajarse funciona mejor que intentarlo

El juego Mindball, habitual en museos de ciencia, resume el dilema. Dos personas intentan empujar una bola con la mente. Cuanto más relajadas estén, más avanza la bola. En cuanto aparece el pensamiento consciente de “voy ganando”, todo se bloquea.

Según explica Slingerland en una charla TED, "cuando pensé que estaba ganando, la bola se detuvo". Es decir, pensar en el resultado activa justo lo que bloquea el éxito. Por lo tanto, el especialista aconseja no estar pendiente de si se consigue o no el objetivo.

Este tipo de contradicciones son constantes. En los deportes, los bloqueos mentales arruinan gestos que se dominan de sobra. En los exámenes, aparecen los nervios que sabotean lo estudiado. Y en las citas, cuanto más interés se pone en caer bien, menos natural resulta la conversación.

El motivo es que el cuerpo delata el esfuerzo. La tensión en la voz, los gestos forzados o la sonrisa mantenida se perciben, aunque no se detecten de forma consciente.

Wu-wei: el arte antiguo de gustar sin esfuerzo

Los pensadores chinos clásicos tenían una palabra para describir ese estado de eficacia natural: wu-wei. Según explica Slingerland en Experience Life, consiste en “perder la sensación de uno mismo como agente y estar completamente absorbido en lo que se está haciendo”. En esa disposición, la persona actúa de forma espontánea, sin control consciente, y todo fluye con una facilidad sorprendente.

grupo amigos felices

Fingir interés o simpatía no es solo inútil sino contraproducente.

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Este concepto puede parecer similar al estado de flow descrito por Csikszentmihalyi, pero hay una diferencia importante. El flow aparece en situaciones que exigen retos constantes, mientras que wu-wei surge al conectar con algo valioso, aunque sea simple.

Según el propio autor, "sentarse en el suelo a tomar el té con peluches no es complejo", pero el vínculo con un niño convierte la experiencia en absorbente.

Cuando el cuerpo revela lo que la mente quiere ocultar

El lenguaje no verbal suele reflejar con exactitud si alguien actúa desde el esfuerzo o desde la espontaneidad. De ahí que fingir interés o simpatía resulte tan poco efectivo.

Como señala Slingerland en su TED Talk, el cuerpo revela si se está fingiendo. "Sabemos que es difícil parecer relajado a propósito", y eso convierte lanaturalidad en una señal de autenticidad difícil de falsear.

En contextos sociales, esta percepción inconsciente funciona como un detector de sinceridad. Las personas que se muestran naturales generan confianza porque lo que dicen coincide con su actitud. "Alguien que se esfuerza demasiado por ser encantador no es encantador; más bien, parece no auténtico", asegura. Esa coherencia entre expresión y emoción crea un magnetismo que atrae a quienes les rodean, sin necesidad de impostar simpatía o buscar la aprobación.

Microactos de autenticidad: detalles que sí favorecen el carisma

Actuar sin presión no implica desentenderse. Existen gestos cotidianos que facilitan ese estado sin forzarlo. Escuchar de verdad, dejar momentos de silencio sin apurarse o sonreír cuando algo hace gracia de forma espontánea son maneras reales de mostrarse accesible.

 reir ganar vida

Recuperar la naturalidad social pasa por reducir estímulos, permitir el aburrimiento y evitar el control constante de cada experiencia.

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Tal como se recoge en Experience Life, lo eficaz no es forzar sonrisas, sino "hablar cuando se tiene algo que decir y callar cuando no". Estos pequeños gestos abren espacio para que surja una conexión sincera

La clave está en dejar de centrarse en la imagen que se quiere proyectar y prestar atención a lo que ocurre. Así, la simpatía deja de ser una estrategia y se convierte en una consecuencia.

Si no tienes espacio mental, el encanto se escondE

Las relaciones espontáneas se ven obstaculizadas por un entorno que exige estar siempre disponible, atento y perfecto. Entre redes, notificaciones y planes organizados al milímetro, cada gesto social corre el riesgo de convertirse en una actuación

Según apunta Slingerland en Experience Life, incluso pasear se ha transformado: “Ya no exploramos un sitio a pie, leemos reseñas infinitas y tratamos de exprimir cada experiencia”.

Este exceso de control bloquea justo aquello que permite que la simpatía fluya con naturalidad. Recuperar el wu-wei en la vida diaria implica crear condiciones reales para que esa espontaneidad tenga espacio. Decidir no mirar el móvil en el autobús y hablar un momento con la persona que tienes al lado, dejar que los niños se aburran o pasear sin rumbo son gestos pequeños que abren ese hueco. “Incluso la cama ha dejado de ser un refugio, muchos caen dormidos apretando el móvil”, lamenta el autor en su charla TED.

Aceptar que el encanto no se fabrica y que solo aparece cuando se deja de buscarlo ayuda a que ocurra. No hay fórmula exacta, pero sí maneras de facilitarlo. Como recoge el tratado Laozi en uno de sus pasajes, "sé wu-wei y nada quedará sin hacer".