Eric Kandel, pensador y Premio Nobel: "La vida es toda memoria, excepto por el momento presente que pasa tan rápido que apenas lo captas"

Dormir bien, mantener la mente activa con lectura y conversación, hacer ejercicio y sostener una vida social rica ayuda a preservar la memoria y evitar que el pensamiento se vuelva más lento o confuso con el paso del tiempo.

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Héctor Farrés

Redactor especializado en salud y bienestar

Actualizado a

Eric Kandel
CC BY-SA 2.0

Cada momento que vivimos ya se está convirtiendo en pasado mientras ocurre. Ese presente tan breve y frágil no se queda mucho rato con nosotros: apenas lo percibimos y ya ha volado. Lo que parecía un instante cualquiera se transforma enseguida en un recuerdo, aunque a veces no tengamos ni tiempo de darnos cuenta. Todo lo que somos, en realidad, se compone de esa sucesión constante de cosas que ya ocurrieron, y que solo existen porque las recordamos.

Eric Kandel, Premio Nobel de Medicina y experto en neurociencia, ha dedicado buena parte de su trabajo a explicar por qué esto es así. “¿Alguna vez te has dado cuenta de que la vida es toda memoria, excepto por el momento presente que pasa tan rápido que apenas lo captas?”, se pregunta en su obra En busca de la memoria (Ed. Katz Editores).

Según el autor, el ahora mismo, tal como lo experimentamos, es tan breve que casi no puede sostenerse. Eso significa que es el recuerdo de lo que ocurre lo que da sentido a nuestra experiencia, a lo que somos, a cómo pensamos.

La memoria: el pegamento de la mente

Kandel ha estudiado cómo la memoria permite conectar una vivencia con la siguiente, como si fueran fotogramas que necesitan estar bien unidos para formar una historia coherente. "Puedes recordar cuando quieras tu primer día de instituto, tu primera cita, tu primer amor", señala el autor.

DESPISTES O ALZHEIMER

El deterioro de la memoria hace que las personas dejen de recordar quiénes son.

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Si no recordáramos lo que vivimos hace un rato, todo sería confuso y cada segundo nos parecería aislado, sin conexión con el anterior ni con el siguiente. Lo expresa así en su obra The Disordered Mind (Ed. Robinson): “Sin la fuerza unificadora de la memoria, nuestra conciencia se fragmentaría en tantos fragmentos como segundos tiene el día”. Eso se ve claramente cuando la memoria empieza a fallar.

Según datos de la Sociedad Española de Neurología, en España se detectan alrededor de 40.000 nuevos casos de Alzheimer cada año, y la mayoría afecta a mujeres mayores de 65 años. Cuando la memoria se debilita, también lo hace la sensación de continuidad, la identidad personal y hasta la capacidad de comprender lo que ocurre alrededor. Así, lo que parecía una simple función mental es, en realidad, la base de todo lo que entendemos como yo.

3 formas de Cuidar la memoria desde hoy

La buena noticia es que existen formas de proteger ese engranaje mental y no se trata de hacer grandes esfuerzos, sino de mantener ciertos hábitos diarios que, con el tiempo, protegen nuestra salud mental. Kandel insiste en que lo que haces día a día influye en cómo recordarás tu vida. Sin duda, una afirmación respaldada por la ciencia.

1. Dormir bien es básico.

La Sociedad Española de Sueño estima que un 10% de la población tiene algún trastorno y que un 30% más se despierta sin sensación de descanso. Ese agotamiento también afecta a la memoria.

2. ESTIMULOS INTELECTUALES

Lo mismo ocurre con la falta de estímulo intelectual o la escasa vida social: cuanto menos usamos la mente, más se resiente. Leer, conversar, resolver problemas o simplemente mantener contacto habitual con otras personas obliga al cerebro a mantenerse activo.

Cuando esto falta, las conexiones neuronales se debilitan, y con el tiempo cuesta más retener información, organizar pensamientos o recordar hechos recientes. La mente, igual que el cuerpo, necesita movimiento para no atrofiarse.

3. ACTIVIDAD FÍSICA

A esto se suma la actividad física, que ayuda a mantener el cerebro en forma. Ejercitar el cuerpo también oxigena el pensamiento, mejora la concentración y facilita que los recuerdos se consoliden.

Dos amigos ríen

Tener una vida social activa protege el cerebro.

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Vivir lo que merece ser recordado

Si todo termina almacenado como recuerdo, lo que vivimos ahora construirá el relato que mañana llevaremos con nosotros. Por eso importa elegir bien en qué invertimos nuestro tiempo.

Cuando repetimos rutinas vacías, no solo perdemos energía; también llenamos la memoria de momentos grises que apenas dicen nada. En cambio, las experiencias con sentido, incluso las más pequeñas, son las que luego permanecen. Son las que moldean la forma en que nos recordaremos.

Según Eurostat, casi un 20% de la población española tiene dificultades para concentrarse o recordar cosas con claridad. Eso afecta al trabajo, a la vida personal y a la manera en que nos sentimos con nosotros mismos.

Aunque se perciba como algo inevitable, muchos de estos problemas tienen relación directa con los hábitos. Es decir, podemos intervenir antes de que la memoria se debilite. Y cuando eso se hace desde lo cotidiano, los efectos pueden ser muy beneficiosos.

Somos lo que recordamos

No es solo una cuestión médica o práctica. Cuidar la memoria significa cuidar lo que somos. Cada vivencia importante, cada conversación, cada lugar en el que hemos estado, se convierte en parte de la historia que nos define.

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Aunque los momentos se desvanecen en cuanto ocurren, lo que recordamos de ellos configura nuestra experiencia vital, nuestra forma de pensar y hasta la percepción que tenemos de nosotros mismos.

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Kandel explica que “recordar el pasado es una forma de viajar mentalmente en el tiempo”, y esa capacidad permite que entendamos mejor tanto lo que fuimos como lo que queremos llegar a ser. 

Al final, vivir bien no consiste en alargar el presente, que siempre se escapa, sino en construir recuerdos que merezca la pena conservar. Como recalca el autor, la identidad no se sostiene en lo que está pasando ahora mismo, sino en todo lo que permanece dentro de nosotros.

Por eso, cada decisión diaria —desde lo que comemos hasta cómo hablamos con alguien— puede convertirse en parte del relato personal que daremos por válido dentro de unos años. Merece la pena invertir en ello.