Los hábitos culinarios nos han llevado a creer que lo más natural es quitarle la piel a casi todas las frutas y verduras que comemos, sobre todo si son gruesas. Por un lado parece una cuestión de lógica. La piel no parece muy buena. Incluso muchos piensan que pieles como la de la sandía o el kiwi ni siquiera son comestibles.
Por otro lado, es más saludable e higiénico, puesto que es probable que haya restos de pesticidas potencialmente dañinos y varios estudios que han comprobado que ni siquiera pasando agua se eliminan del todo.
Pues pese a estos hábitos tan arraigados, al quitar la piel puede que estemos cometiendo un gran error. Un estudio de la Universidad de Chonnam (Corea del Sur), publicado en la revista Current Research in Food Science ha analizado los pros y contras de pelar las frutas y verduras, y la respuesta te va a sorprender.
Qué tiene la piel de las frutas y verduras
La mayoría de estos vegetales tienen una parte significativa de nutrientes precisamente en la piel. “La piel de la manzana contiene aproximadamente el doble de fibra que la pulpa”, ha explicado la profesora Cristina López de la Torre, directora de Farmacia y Nutrición en la Universidad Europea de Madrid.
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No solo eso. La piel de la manzana es una fuente muy importante de compuestos fenólicos, que son antioxidantes. Como bien sabes, los antioxidantes ayudan a evitar el envejecimiento prematuro de las células. Nos protegen de los daños por contaminación, los rayos ultravioletas y los radicales libres, moléculas inestables que también dañan las células.
Otros ejemplos: la piel de las patatas, los pepinos y las zanahorias tiene compuestos fenólicos, fibra y otros nutrientes. “Un ejemplo poco conocido es el de la piel de la berenjena, rica en nasunna, otro potente antioxidante”, ha explicado la profesora López de la Torre, en un artículo en ‘The Conversation’.
Uvas, peras y cítricos, como la naranja y el limón tiene mucha vitamina C y flavonoides, un compuesto natural que es antioxidante y antiinflamatorio.
Tirando la piel dañamos el planeta
El estudio surcoreano que comentábamos apunta otro error al tirar la piel de frutas y verduras. Desperdiciamos alimento y podemos estar dañando el planeta.
Cuando las Naciones Unidas hacen su balance anual de desperdicio de alimentos incluyen las toneladas de pieles comestibles que estamos tirando. Llega a ser un 14% de la producción de alimentos.
Lo peor es que esas pieles no se están aprovechando, sino que dejan que se pudran. La consecuencia es que generan metano, un gas de efecto invernadero.
Hay investigaciones que apuntan a que podríamos reducir de modo muy significativo las emisiones de gas que está contribuyendo a la crisis climática si redujéramos todo ese desperdicio de pieles. Ya se dan algunos pasos para reciclar, pero aún no son suficientes. Si consumiéramos más y tiráramos menos ayudaríamos a resolver el problema.
Cómo eliminamos los pesticidas
¿Compensan los beneficios que aporta comer la piel al riesgo de los pesticidas? Según ha explicado la nutricionista López de la Torre, no hay una sola respuesta. Va a depender de cada alimento y de cómo lo tratemos.
La mejor de las soluciones sería consumir productos ecológicos, sin pesticidas. Como mal menor, recuerda que hay que optar por productores confiables (si son vegetales de la UE, el control de pesticidas es estricto) y lavarlos bien en agua y con un cepillo. “O sumergirlas brevemente con una mezcla de agua con bicarbonato o vinagre”, aconseja. Eso elimina hasta el 90% de residuos.
Si crees que no hay manera de aprovechar la cáscara de la sandía, prueba a cortarla en trozos pequeños y pasarla por la sartén. Su gusto te sorprenderá. O el kiwi. Si raspas un poco los pelitos, la piel se come perfectamente. Y los buenos cocineros sacan los mejores postres de las pieles de naranjas y limones.
No todos los vegetales son adecuados. La piel de la patata contiene hierro, potasio y fibra, pero la de las patatas verdes tiene un compuesto, la solanina, que es tóxico. La utiliza la patata para protegerse de insectos durante su crecimiento.
“Consumir patatas con altos niveles de solanina puede provocar náuseas, diarrea, dolor abdominal y de cabeza”, advierte la farmacéutica. En casos extremos de intoxicación por consumo muy elevado podría incluso ser letal.
Con calabacín, rábanos, pepinos, berenjenas… no hay problemas.