Después de comer platos cargados o demasiado contundentes, a veces aparece esa pesadez en el estómago que molesta durante horas. Algunas personas optan por caminar un poco, otras prefieren una infusión o desabrocharse el pantalón, pero hay quien recurre directamente al agua con gas.
Este hábito, más común de lo que parece, tiene detrás varias teorías y sensaciones contradictorias. A pesar de su imagen refrescante y su toque ácido, sus efectos sobre la digestión pueden ser tan variables como las comidas que lo provocan. Ese doble efecto es precisamente lo que señala la doctora Pilar Esteban, especialista en aparato digestivo y directora del grupo ReNNova, al ser consultada por Saber Vivir.
En este sentido, la especialista señala el impacto del agua con gas depende de varios factores como la cantidad ingerida, la composición del agua y la condición digestiva de cada persona. A partir de esta premisa, existen algunas claves para entender cuándo esta bebida puede sentar bien y cuándo es mejor evitarla.
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En pequeñas cantidades puede ayudar, pero no conviene pasarse
El agua con gas puede aliviar la sensación de plenitud tras una comida, siempre que se tome en pequeñas cantidades. Esto ocurre porque al entrar en el estómago provoca una ligera distensión que "estimula el reflejo del eructo".
Esta acción facilita la expulsión de gases y con ello se reduce la presión abdominal. Funciona como una especie de respiro gástrico, útil para personas que, aunque estén sanas, se sienten pesadas después de comer. Sirve para que el cuerpo recupere cierta comodidad sin necesidad de recurrir a digestivos o infusiones.
El agua con gas es digestiva si se toma con moderación.
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Pero si se supera un volumen de 300 mililitros, puede suceder lo contrario. Esteban avisa que la presión interna aumenta, se intensifica la distensión y aparece dolor, sobre todo en quienes tienen síndrome del intestino irritable o dispepsia funcional. En estos casos, lo más práctico sería tomar solo un vaso pequeño justo después de comer, y evitar hacerlo de golpe.
Mejora la digestión inicial cuando hay lentitud gástrica
En personas con digestiones lentas, beber agua con gas puede activar ciertos procesos que ayudan al estómago a ponerse en marcha. El dióxido de carbono presente en estas bebidas favorece la secreción de ácido clorhídrico, que es el encargado de descomponer las proteínas y facilitar el trabajo de las enzimas digestivas.
Este mecanismo, como advierte la doctora, sirve para que quienes tienen una producción baja de ácido gástrico digieran mejor y no arrastren esa sensación de estómago lleno durante horas.
En estos casos, beber un vaso pequeño de agua con gas justo antes de comer podría llegar a ser suficiente para quienes arrastran este tipo de digestiones lentas.
También activa hormonas digestivas que ayudan a vaciar mejor el estómago
Más allá del ácido gástrico, estas aguas pueden favorecer la secreción de gastrina, una hormona que impulsa la motilidad gástrica y el vaciado del estómago. Esta función es útil en casos de dispepsia no ulcerosa, donde el problema no es la acidez, sino la lentitud con la que se procesa la comida.
Esteban indica que "el consumo de aguas bicarbonatadas con contenido en CO₂ incrementa la secreción de gastrina", lo que ayuda a que el tránsito digestivo no se ralentice.
En la práctica, esto se puede traducir en menos sensación de pesadez si se toma agua con gas durante una comida copiosa, especialmente cuando se combina con alimentos grasos o de digestión lenta.
Pero puede provocar hinchazón en estómagos sensibles
La otra cara de la moneda aparece cuando el sistema digestivo tiene una sensibilidad especial o funciona con lentitud. En estos casos, el gas acumulado no se expulsa fácilmente y se acumula en el estómago y el colon. Esto causa hinchazón, molestias y sensación de “globo abdominal”, como lo describe la propia Esteban.
El momento en el que se toma el agua con gas es determinante.
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A pesar de que el dióxido de carbono se reabsorbe con rapidez en condiciones normales, algunas personas con disbiosis o tránsito intestinal lento pueden tener dificultades para eliminar ese exceso.
En estos casos, la recomendación práctica es reducir el volumen, beber despacio y evitar que esté muy fría. Por ejemplo, servir un pequeño vaso a temperatura ambiente justo al terminar de comer podría evitar estos efectos no deseados.
No todas las aguas con gas ofrecen los mismos beneficios digestivos
La utilidad de este tipo de bebidas también depende de su composición mineral. Las aguas con gas natural suelen contener bicarbonato, calcio o magnesio, que tienen un efecto ligeramente alcalinizante. Esto puede mejorar el equilibrio del pH en el estómago y favorecer la motilidad, es decir, el movimiento natural que empuja los alimentos hacia adelante
En cambio, las aguas carbonatadas de forma artificial suelen tener un pH más bajo y carecen de estos minerales. Por lo tanto, al ser más ácidas, pueden irritar la mucosa gástrica.
En personas sensibles, elegir una u otra puede marcar una diferencia importante. Un ejemplo claro sería optar por una marca de agua natural con gas cuando se padecen digestiones difíciles, en lugar de una bebida carbonatada industrial.